Donna Leon
Donna Leon está en Barcelona para recoger el Premio Pepe Carvalho a su trayectoria. Se siente afortunada y "feliz". No ha leído mucho a Montalbán, cuyo detective canalla da nombre al galardón que se entrega durante BCNegra, el festival para amantes del género con más de una década de historia a sus espaldas, pero opina que cualquier premio es siempre "un gran cumplido" y si se le pregunta si algún día acabará con el comisario Brunetti, contesta: "Si alguna vez dejo de divertirme, lo liquidaré".
"Imagina que preparas una cena para ocho comensales y que les encantan y te piden repetir. ¿No es maravilloso? Algo así se siente cuando ganas un premio", dice. Acaba de publicar Las aguas de la eterna juventud (Seix Barral/Edicions 62), el caso número 25 del comisario Guido Brunetti, en el que aparecen una rica condesa, su malograda nieta, a la que alguien intentó asesinar hace 15 años y que se sumió, tras dicho intento, que pasó por mero accidente, en un vacío que la impidió crecer, y una Venecia cada vez menos Venecia, invadida de turistas e incomoda ante un nuevo tipo de inmigración. Brunetti sigue, eso sí, fiel a sus lecturas, y a sus a menudo aristocráticos compromisos sociales.
Pregunta.- ¿Cómo se convive con un personaje durante 25 años? Ya sabe que Agatha Christie aborreció a Poirot y que todo tipo de escritores acaban aburriéndose de sus detectives, ¿sigue gustándole Brunetti?
Respuesta.- ¡Claro! Brunetti es un tipo interesante. Siempre está leyendo. Y me encantan los libros que lee (ríe). En muchos aspectos es muy parecido a mí. Pensamos igual respecto a ciertas cosas. Y es muy divertido. Me hace reír muchísimo. Pero, sí, cuando empezó, creí que sería cosa de una noche, el clásico ligue. Y resulta que llevamos 25 años casados y tenemos dos niños.
P.- ¿Quiere eso decir que su grado de mimetización con el ambiente veneciano es similar al suyo? ¿La invitan a usted a cenas en las que hay condesas y gente por el estilo?
R.- Oh, sí. Claro. He estado en sitios así. Pero no puede decirse que sea algo clasista ni nada por el estilo. Hay gente de todo tipo, que no tiene la culpa de que sus antepasados fuesen de la aristocracia. Todo es un poco como lo cuento en este libro, sí. P.- Hablando de Las aguas de la eterna juventud, hay mucha crítica respecto al turismo que está invadiendo Venecia y que está acabando con ella. ¿Cree que llegará un momento en el que Brunetti sea el último veneciano en Venecia?
R.- ¡Puede! La verdad es que cada vez es más complicado vivir en Venecia. Yo he tenido que dejar de vivir allí. Era insoportable. No puedes caminar cuando sales a la calle. Antes, hace 20 años, perdías un botón y podías comprarte un botón en una mercería. Ahora no, no hay mercerías. Puedes comprar las máscaras que quieras, pero no puedes comprarte un simple botón. Es lo que le hace el turismo a las ciudades. Expulsa a los habitantes locales. No puedes vivir en un lugar en el que no puedes comprarte ni un botón. No es una apreciación, es la realidad. El siglo pasado Venecia tenía más de 300.000 habitantes. Hoy sólo tiene 57.000.
P.- Entonces, ¿ya no vive en Venecia?
R.- No, ahora vivo en Suiza. Aunque vuelvo a Venecia, cada cierto tiempo. Pero nunca en verano. De mayo a septiembre me tengo prohibido pisar Venecia. Antes he dicho que Venecia tenía 57.000 habitantes, pero no he dicho el número de turistas que la visitan cada año: más de 30 millones. Demasiado.
P.- ¿Hay solución para algo así?
R.- Supongo que el gobierno tiene que aprobar leyes que protejan a los habitantes de la ciudad. Pero no es cosa exclusiva de Venecia. Pasa lo mismo en Barcelona. Los alquileres de los pisos suben y nadie empieza a poder pagarlos. No puedes tener un sueldo de 1.200 euros y tener que pagar 800 euros por un alquiler. No tiene sentido. La ciudad no es de las grandes marcas. La ciudad es de las personas que viven en ella. Pero parece que todo funciona al revés.
P.- ¿Y qué me dice de Suiza?
R.- Defiendo mucho Suiza. Todo el mundo se queja de los suizos, porque son muy estrictos, pero no tienen esos problemas. Aunque supongo que con un país de siete millones de habitantes es más sencillo, pese a que el 20% de esos siete millones somos gente de fuera. Lo que hacen los suizos para evitar eso es controlarlo todo. Controlan quién puede vivir dónde y quién compra qué. Y eso es algo que me tranquiliza. Cuando te haces mayor, te gusta el orden. Cuando era joven, me encantaba el caos. Pero ya no.
P.- ¿Se trasladará Brunetti a Suiza, como usted?
R.- ¡No, nunca! Para escribir sobre una ciudad hay que conocerla bien. Y hay que conocer el idioma. Yo no sé alemán, ni pienso aprenderlo. Tampoco tengo 'feeling' con los suizos. Lo único que tengo por el momento son clichés. No les conozco lo suficiente.
P.- ¿Cómo diría que ha cambiado el inspector Brunetti en estos 25 años?
R.- Oh, diría que se ha vuelto más pesimista. Y más oscuro. Pero supongo que es lo que pasa con la edad. Vas perdiendo tu optimismo. Personalmente, eso sí, es muy feliz. Tiene una mujer encantadora y dos hijos estupendos. Su pesimismo es más existencial, social.
P.- ¿Tiene pensado un fin para su personaje?
R.- No. Pienso seguir escribiendo mientras me siga divirtiendo hacerlo. Cuando deje de divertirme, lo liquidaré.
P.- Volvamos por un momento a la novela: ¿qué moraleja esconde?
R.- Podría decirse que el tema principal de la novela es la juventud. Más bien, la sociedad en la que vivimos, que está obsesionada por la eterna juventud. Las actrices quieren ser jóvenes para siempre. Pero no sólo ellas, ¡todo el mundo! Y el libro le pregunta al lector: ¿De verdad quieres ser siempre joven? ¿Qué sentido tendría tener 20 años para siempre? La tragedia de la protagonista es precisamente esa, que se queda detenida en el tiempo, en los 15 años. Y es eso, una tragedia.
P.- Esta tarde recoge usted el Premio Pepe Carvalho, y ha dicho que lo considera "un gran cumplido", pero ¿conoce la obra de Vázquez Montalbán? ¿Ha leído alguno de los casos de Pepe Carvalho?
R.- ¡Sí! He leído dos o tres. Debo decir que me encanta todo lo que tiene que ver con la comida que aparece en las novelas. ¡Es súper interesante! Y también le veo como un aire Dickens. Las novelas de Pepe Carvalho tienen algo 'dickensiano', todos esos personajes raros que aparecen y que son realmente inquietantes. Y luego la conciencia social.
P.- Hablando de conciencia social, ¿vota en América?
R.- Sí. Y voto demócratas. De pequeña me dijeron que votar a los republicanos era un pecado y así lo creo. Voy a votar por Hillary. Creo que es una mujer inteligente y que tiene mucha experiencia. Los republicanos me asustan. Son muy estúpidos. Si ganaran, sería un desastre, para nosotros y para el resto del mundo. Estoy convencida de que todo el mundo debería votar al presidente americano, porque lo que ocurre en América, afecta a todo el mundo.
P.- Por último, ¿puede hablarme de sus maestros?
R.- Por supuesto. Mis maestros han sido Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Ross MacDonald y Ruth Rendell. Pero el que más me ha influido es Ross MacDonald. Cuando releí las historias de Lew Archer 20 años después de haberlas leído por primera vez, cuando ya había creado al comisario Brunetti, me di cuenta de que Brunetti es clavado a Lew Archer. La única diferencia es que Archer no estaba casado y tampoco era tan feliz. Pero en lo que respecta a separar el Bien del Mal son idénticos.
@laura_fernandez