Dominique de Saint-Pern

La escritora francesa presenta este jueves en el Instituto Francés una biografía sobre Karen Blixen (editorial Circe), la autora de Memorias de África y una mujer "apasionante pero impredecible".

Dominique de Saint-Pern es una periodista y escritora conocida en Francia por su dinamismo, elegancia y buen humor. Así recibe a El Cultural, a punto de volar hacia España, donde el jueves presenta en el Instituto Francés de Madrid, su último libro, la biografía de Karen Blixen (editorial Circe), la autora de Memorias de África. "¿Está usted contenta?", le preguntamos mientras se quita su abrigo empapado de agua. Acaba de caer un diluvio inesperado en París. "¡Estoy feliz! Y curiosa por ver cómo los españoles van a recibir la obra sobre Karen Blixen. Es una mujer apasionante pero tan impredecible..."



Pregunta.- Su novela se acerca a ella de manera caleidoscópica, es decir, a través de la mirada de varios personajes y en diferentes tiempos. No es ni lineal ni cronológica, ¿podemos hablar de biografía?

Respuesta.- Mi libro es más bien una novela, pero sobre un personaje real. Las historias reales son para mí más extensas que las historias inventadas, pero me gusta la forma de la novela, me da mayor libertad. Investigué sobre Karen Blixen durante cuatro o cinco años. No me interesaba escribir una biografía clásica sobre esta mujer, primero porque ya existe una, escrita en 1983 por la americana Judith Thurman que inspiró la película Memorias de Africa.. Segundo, porque yo misma había escrito una biografía y me apetecía cambiar de género, divertirme a la hora de escribir.



P.- Elige como narrador de la novela a Clara Svendsen, la secretaria de Blixen durante los últimos años de su vida y la administradora de su obra tras su muerte. Luego imagina un encuentro entre ella y Meryl Streep mientras realizan la película Memorias de Africa. ¿Un encuentro ficticio era necesario para mostrar la personalidad de Blixen?

R.- Desde luego. La idea de hacer interactuar a Clara Svendsen y Meryl Streep me vino a la cabeza porque Karen Blixen es conocida en el mundo entero pero con el rostro de Meryl Street y por una sola frase ("tuve una granja en África") cuando tiene una obra entera a sus espaldas. Pero todo lo demás es real, salvo uno de los personajes africanos, el joven Ismael que se revela en un momento dado contra Karen Blixen. Para mí, era un personaje fundamental porque ofrecía a la biografía una mirada crítica sobre los colonos en África. No hay que engañarse, como cualquier colono, Karen Blixen también explotaba a los africanos en su granja.



P.- Acaba de nombrar las tres maneras de entrar en contacto con Karen Blixen. ¿Cómo lo hizo usted, a través de la biografía de Thurman, de sus escritos de ficción o de la película Memorias de Africa?

R.- ¡Por ninguno de estos tres! [se ríe]. Hace unos años fui a Copenhague a realizar una entrevista, ya que soy periodista. En el lugar en el que trascurrió la cita había, justo delante de mí, dos retratos colgados. En uno de ellos un joven africano vestía un turbante. El cartel me llamaba mucho la atención y le pregunté a mi interlocutor que quién era el personaje. Me dijo que era el póster del Museo de Karen Blixen y, que si no lo conocía, tenía que visitarlo antes de partir. Al día siguiente tomé el tren hasta el lugar, a unos veinte minutos de la ciudad. El museo es básicamente la casa de Karen Blixen, el lugar en el que nació, donde vivieron sus padres y donde más tarde ella misma vivió y murió. El edificio está rodeado por un inmenso jardín donde se encuentra su tumba, una piedra muy simple, encima de una colina que acaricia una preciosa haya. Es un lugar absolutamente mágico, con el mar del norte al fondo. Me paseé por la casa, que parecía de la época de Chejov o de Proust, de una época que ya no existe, un mundo aristocrático desaparecido, y me sentí completamente emocionada. Pero, ¿quién era esa tal Karen Blixen?



P.- La novela empieza en África, ¿tuvo que viajar a Kenia en algún momento de la redacción?

R.- Si, estuve quince días en casa de la mujer que había creado el Museo Karen Blixen. De hecho me quedé en la casa de Karen Blixen y ocupé su cuarto. Esta mujer, danesa, había comprado también otra casa de Bror Blixen que para Karen fue su particular paraíso, al borde del lago Naivasha. Allí iba a refugiarse cuando sufría por las infidelidades de Bror, o por las ausencias de su amante Denys Finch Hatton. Es un lugar inverosímil, un autentico paraíso, pero ha cambiado mucho en estos últimos años. Nairobi ya no es lo que era... Por supuesto, también fui a ver la tumba de Denys, que Karen visitó tantas veces. Quería encontrar la vibración de esta escritora, la misma que descubro al leer sus libros. Su huella. Estos lugares eran importantes para ella y allí he podido reencontrarla.



P.- Durante los años que invirtió en la investigación, ¿pudo también entrevistar a personas que la habían conocido? ¿Cómo se desarrollo su investigación?

R.- Conocí a su familia, sobre todo a un sobrino que vivió con ella hasta los 25 años y que ahora debe rondar los ochenta. Pero la mayoría de la gente que la había conocido ya había muerto. Clara, desgraciadamente, falleció en 2008 y yo empecé a escribir en 2010. Por supuesto, leí todo lo que tenía que ver con Karen Blixen y vi los programas que grabó Meryl Streep hablando del personaje. A la actriz le costó mucho meterse en la piel de esta mujer singular y trabajó enormemente para conocerla. Por eso en la novela imaginé que en todo ese trabajo intelectual que hizo Streep para entenderla los encuentros con Clara eran fundamentales. Eso me permitía partir en búsqueda de la verdadera Karen Blixen más allá de lo que propone la película.



P.- De hecho, Clara conoce a Blixen después de lo acontecido en Memorias de Africa. A su vuelta a Copenhague, se reinventa. Está arruinada, ha perdido a su gran amor, Denys Finch Hatton, y está enferma de sífilis, una dolencia que no la abandonará hasta su muerte.

R.- Clara no conocía nada de la estancia de Karen en África, nada más que lo que había escrito o dicho. Pero Karen disfrazaba la realidad, idealizaba las cosas como en Memorias de África y mentía muchísimo. Cada persona que la conocía tan solo accedía a un fragmento de su realidad. Era una gran manipuladora. Por eso Clara necesitó ir al lugar de los hechos, viajar hasta África, para hacerse una imagen más nítida de Karen. Para Karen Blixen, la vida consistía en ser granjera en África y nunca pensó que se convertiría en escritora pero al volver a su país, se sintió completamente desterrada. Tuvo que reinventarse aunque fuera para ganarse la vida. Sus padres tenían dinero pero ella no. También pensó en montar un restaurante. Fue su hermano Tomas el que la empujó a escribir y le financió al principio hasta que pudo vivir de la literatura.



P.- De ella conocemos Memorias de África, Sombras en la hierba y un par de libros de cuentos. ¿Piensa que sus libros han tenido verdadera repercusión? Usted en una entrevista dice que es una de los grandes autoras del siglo XX...

R.- Absolutamente. Sus cuentos fueron reunidos en Siete cuentos góticos y en Cuentos de invierno y algunos de sus relatos fueron publicados en revistas femeninas, entre ellos el famoso Festín de Babette, adaptado al cine por Gabriel Axel en 1987. Ganó un Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Orson Wells también filmó uno de sus cuentos y colaboró en revistas americanas. En el extranjero, sin embargo, sus cuentos no son tan conocidos. No hay que olvidar que estaba completamente invadida por la sífilis y su gran miedo era volverse loca, que es lo que normalmente ocurría con esta terrible enfermedad. No se pudo volver a casar y soñaba con ser madre. La escritura compensó el tremendo dolor que le infligía la enfermedad. Cuando enfermó en 1914 le dieron arsénico, una sustancia que destroza el organismo. Al final de su vida pesaba 31 kilos, no podía ni comer y se había pasado media vida en salas de operación.



P.- Durante los últimos años de su vida, Karen sentirá un amor pasional por Thorkild Bjornvig, treinta años menor, que se convertirá en un gran poeta danés. ¿Qué nos puede descubrir sobre esta extraña relación que usted define como destructiva?

R.- Thorkild Bjornvig se convirtió en un gran poeta porque tenía talento y no gracias a Karen Blixen. Ella lo encerró. Tenía 65 años y él 30. También tenía una mujer y un niño. Blixen reconoció en él un alma gemela. Al principio fue una unión espiritual, ella tenía necesidad de discusiones interminables, las mismas que tenía con su amante en África, Denys Finch Hatton. Era una persona muy sofisticada, reconoció lo mismo en este joven y pensó que podría moldearlo. Blixen era alguien que quería transformar a las personas a pesar de ellos mismos, lo que destrozaba a la gente que la rodeaba. Rompía parejas para formar otras. Tenía algo que a mí me fascinaba: pretendía doblegar la realidad a las leyes de la ficción. Inventaba historias en su cabeza sobre la vida de los demás y pretendía que se convirtieran en realidad. Es lo que hizo con Thorkild Bjornvig. Le hizo firmar un pacto en el que se comprometía a serle fiel para que ella le protegiese y le llevase hasta la cima del éxito.



P.- Por lo que nos cuenta y a medida que avanza la novela, la imagen de Karen Blixen se va desfigurando. ¿La complejidad de la estructura de la novela es un reflejo de la complejidad del personaje de Karen?

R.- Si, aunque pienso que mi novela se queda corta ante Karen Blixen. Era un personaje con múltiples facetas y que además se escondía, nadie sabía realmente quién era. Ella misma se creó en vida su propia leyenda. Por eso quise mostrar todas esas facetas a través de una multiplicidad de miradas. A su vuelta a Copenhague, Blixen tenía 51 años, publicó su primer libro en ingles y con un pseudónimo masculino bastante misterioso, Isak Dinesen que significa en hebreo "él que lee". ¡No tenía la menor confianza en sí misma, ni en su obra ni en su trabajo! Incluso la foto que se hizo de ella para la portada jugaba con la ambigüedad entre hombre y mujer. El problema de la identidad es un tema recurrente en toda su obra.



P.- Ahora que ha terminado esta novela, piensa volver al periodismo o seguirá escribiendo obras literarias…

R.- Ya solo me dedico a la escritura de novelas. Para mí, escribir una obra es como hacer un maratón, cuando te interrumpen para realizar un artículo, te lo cortan, así que prefiero dedicarme exclusivamente a la escritura de mis obras. En estos momentos estoy trabajando en otra biografía de una mujer que conocí hace dos años y que acaba de morir, Edmonde Charle-Roux. Participó en la Segunda Guerra Mundial como miembro de la resistencia viniendo de la alta burguesía. Fue una mujer que supo conquistar su libertad.