Chris Ruen. Foto: Jeremy Balderson

El periodista norteamericano presenta #Gorrones, una llamada de alarma sobre las graves consecuencias que conlleva la piratería de contenidos digitales no solo para artistas, sellos discográficos y demás industrias de contenidos, sino también para el desarrollo de todo nuestro sistema cultural.

"No se trata de cambiar el mundo en un día, pero el sólo hecho de generar discusiones sobre el problema ya es un paso muy importante". Esta modesta aspiración de crear debate es la pretensión de #Gorrones (Ediciones Quinto 20), el nuevo libro del periodista del New York Times Chris Ruen (Milwaukee, 1981) y la última Biblia de los luchadores contra la piratería de contenidos digitales. Tras una vida de pirateo, Ruen tuvo una epifanía que le llevó a darse cuenta del irreparable daño que esta práctica supone para las industrias culturales y para el propio desarrollo de todo el sistema cultural: "No hay nada que justifique no comprar el trabajo de gente que necesita el dinero para vivir de manera digna y desarrollarse creativamente". El principal problema es que el pirateo ya es una práctica tan común y establecida que la gente no lo percibe como algo nocivo. A ello se une una legislación que es ambigua, insuficiente o directamente inexistente. Así que, como decía Arcadi Espada en su columna de hace casi un mes, el ejercer o no la piratería queda reducido a poco más que una cuestión moral.



Pregunta.- Usted también ha sido un pirata, ¿cuál fue el punto de inflexión que le hizo cambiar?

Respuesta.- Soy un gran fan de la música, y un día me sorprendí al darme cuenta de que las bandas locales que yo escuchaba no ganaban mucho dinero, desde luego no tanto como yo esperaba, y tenían dificultades. Entonces recordé todo lo que se decía sobre la piratería, que a esta gente le estaban robando su trabajo, y me planteé si esa situación podía ser real. Aprendí que, a pesar de ser un fan de la música no estaba aportando para mantenerla, estaba perjudicando a esa gente que trabajaba duro y se sacrificaba para crear ese material. Me sentí perturbado por la situación y decidí cambiarla.



P.- Habló con mucha gente del sector de la música, ¿qué panorama le dibujaron?

R.- Describen la situación como de reto absoluto, porque es realmente duro para los artistas ganar dinero. Parece que una de las panaceas pueden ser las giras, que en realidad es el único momento en el que la gente paga por oír a los artistas. Pero hablando con grupos muy distintos te das cuenta de que a muy pocos les sale realmente rentable el negocio musical. Por eso no son válidos los argumentos de los que defienden la piratería, porque el proceso dentro de un grupo musical es complejo. Necesitan ser capaces de mantenerse, de disponer del tiempo y las condiciones para trabajar en nuevas creaciones. Ése es el reto en la actualidad, poder vivir de la música.



P.- En la actualidad los artistas apenas venden discos, ¿podemos hablar todavía de industria musical? ¿Son rentables alternativas como el streaming?

R.- Por supuesto. Es mucho más pequeña de lo que ha sido décadas atrás, pero todavía existe. Una de las excusas que la gente tiene en su cabeza a la hora de piratear es que el dinero va para la industria, a la que achacan estar controlada por lobbies muy poderosos. Esto es ridículo. Ahora la industria es mucho menos poderosa de lo que solía ser y esos grandes lobbies están asociados a las grandes compañías de la industria tecnológica, muchas de las cuales alimentan la piratería de forma indirecta. Podemos seguir hablando de industria pero no con la concepción que se tenía de ella hace unos años. En cuanto al streaming, rotundamente no. Creo que las compañías están desesperadas por encontrar una manera de canalizar los nuevos ingresos generados por la red pero que no lo consiguen. Para ser rentable debería ser solo de pago, pero, aunque lo fuera, únicamente pagas 9 euros al mes y tienes billones y billones de reproducciones. En cierto sentido usar Spotify y piratear supone tener la misma mentalidad.



P.- Afirma que los artistas están enfadados, pero sin embargo no atacan directamente a la piratería, ¿por qué?

R.- Pues porque están asustados. Les asusta hablar de ello para no poner en su contra a los fans. A veces el miedo nace de su confusión o desconocimiento, pero existe diversidad de opiniones: los hay que critican abiertamente la piratería y apoyan el copyright, que saben que es un gran problema y los que están tristes y preocupados pero no hablan de ello. También los hay que piensan que criticar la piratería es criticar de algún modo a los fans, defensores de la cultura libre, que en realidad no es tan libre ni gratuita, porque hay alguien lucrándose con ella. Esta gente favorece con su discurso la piratería. Deberíamos poder introducir el copyright dentro del sistema de distribución de internet, lo que podría darnos beneficios increíbles a la hora de convertir internet en un soporte real para la creatividad.



P.- En España antes de internet ya existía el "top manta", la venta callejera de copias pirata, ¿cuándo nació el concepto de cultura libre?

R.- Por supuesto que esto es previo a internet, el origen es muy anterior. Como ejemplo están los trabajos de Stewart Brand para acercar tecnología e información a la gente en los años 60. Era un proyecto para hacer la información gratuita y acercarla a la gente, y esto de que es posible hacer la información gratuita y libre se ha repetido hasta la saciedad, pero lo gracioso es que la información también puede ser cara porque puede ser valiosa para determinada gente. El sistema actual impuesto por Silicon Valley presume de ser libre, pero en realidad toda nuestra actividad en internet está controlada por empresas que utilizan esa información para sus propios fines, que tienen como motivación final el beneficio económico. Así que, en definitiva, la cultura puede parecer gratuita pero en último término, de una forma u otra, terminamos pagando por ella.



P.- La gente no infringe otro tipo de leyes pero sí estas, ¿la piratería no se percibe como algo ilegal? ¿Es necesario castigar al usuario?

R.- Creo que es necesario establecer ciertas pequeñas multas que penalicen estas conductas equiparables a las multas de tráfico, por ejemplo. Que no sean unas cantidades excesivas porque el que descarga ilegalmente, aunque incumpla la ley, no tiene la intención de hacer daño a nadie. Pero lo más importante debe ser la concienciación, el que la gente entienda que esta práctica es injusta y perjudicial para el artista, que con ello pueden estar destruyendo la carrera del próximo gran artista que cambiará el mundo. Hay que proclamar que la piratería tiene consecuencias.



P.- ¿Y cuál es el papel del Estado? ¿Puede inmiscuirse en la relación privada entre empresa y consumidor?

R.- Claro que puede, es más, lo hace todo el tiempo, por ejemplo, regulando el mercado. De hecho, la intervención estatal es la característica que define al mercado como tal, puesto que un mercado ajeno al Estado es un mercado negro, como es el de la piratería. Lo grave es que este mercado no es algo oculto sino que involucra a las grandes compañías de internet como por ejemplo Goolge o Youtube y otras redes piratas menos conocidas. El problema es que no tenemos una regulación lo suficientemente eficaz para aportar soluciones, y proporcionarla debe ser tarea del Estado.



P.- ¿Qué han conseguido leyes como la SOPA o la Ley Sinde? ¿Debe el Estado poder cerrar páginas web?

R.- Se han conseguido cosas como en el caso de Napster a principios de los 2000, que fue obligada a pagar una multa y a "legalizarse". Pero queda trabajo. Tenemos que definir los límites legales, que la gente sepa claramente cuándo está quebrantando una ley. El Estado debe tener los mecanismos para luchar también en la red, como en el caso de la pornografía infantil, donde es evidente que se infringe la ley. El problema es que las fronteras son aún borrosas y eso debe cambiar.



P.- ¿Entonces la marginalización de la piratería depende más del ámbito social o del legal?

R.- Creo que depende de las dos por igual. Aunque es muy complicado que las soluciones legales sean aceptadas por el público sin una concienciación social previa. Para que las leyes fructifiquen la sociedad debe posicionarse en contra y asumir que la piratería es un mal hábito. Es lo que yo hice en mi caso, al darme cuenta de las consecuencias que comportaba, aunque entiendo que no es lo habitual. Lo importante es que la gente entienda que las decisiones que toma, cómo actúa, son importantes, lo que marca la diferencia, en el caso de piratear, de forma negativa.



P.- Además de a la música, ¿cómo afecta la piratería a otros sectores culturales como el cine o la literatura? ¿Es posible una acción común antipiratería?

R.- En mi investigación me acerqué también a la industria del libro, y constaté que el 80% de los e-books son pirateados, lo que es un dato horrible. También hay datos que indican que el 88% de las películas del año 2014 fueron pirateadas. Creo que la gente, incluso quien defiende de buena fe la gratuidad de contenidos, no es consciente de la gravedad de la problemática. Una acción común claro que es posible, pero a la vez es muy complicado. Que la gente organice una acción colectiva no es fácil, cuesta mucho trabajo y exige implicación y una visión clara de que esto está dañando a mucha gente y es nocivo para la cultura. Se dan casos irónicos, como cuando no sólo no se apoya a un artista que se significa, sino que se le ataca por parte de aquellos que defienden la cultura libre. Ellos dicen que se vulnera su libertad de expresión y son los que no permiten que se hable de este tema. Es algo orwelliano.



P.- ¿Qué ha cambiado desde 2012, año en que publicó el libro?

R.- Hay una cosa que sí ha cambiado. Por lo menos en Estados Unidos cuando saqué el libro apenas se hablaba de este tema, incluso los artistas, y ahora hay más debate. Creo que la gente está comenzando a darse cuenta de lo que está en juego y está empezando a implicarse y a luchar porque haya un cambio definitivo preguntándose qué es necesario hacer y qué pueden cambiar. Incluso muchos artistas, lo que es fundamental porque si los artistas conocidos y la gente importante de la industria se posicionara y se sumara a cambiar las cosas, causaría un gran impacto. Ahora el reto es dar respuesta a esas preguntas.