Olivia Laing. Foto: Jonathan Ring.
La escritora británica aborda en El viaje a Echo Spring. Por qué beben los escritores la relación entre literatura y alcoholismo a través de la vida y la obra de seis grandes escritores estadounidenses: Scott Fitzgerald, Hemingway, Tennessee Williams, Berryman, Cheever y Carver.
- Aquí puedes leer y descargar el primer capítulo del libro.
Los escritores alcohólicos son y han sido legión. Quizá porque la literatura, que para muchos acaba convirtiéndose en una adicción incontrolable, prende con especial vigor en mentes sensibles con tendencia a los excesos. La escritora y crítica literaria Olivia Laing (Brighton, Reino Unido, 1977), que también fue herida desde la infancia por la literatura y por la presencia del alcoholismo en su familia, se ha preguntado siempre por qué beben los escritores. Su libro El viaje a Echo Spring (editado en España por Ático de los Libros) no pretende dar con una respuesta definitiva, pero supone un bello acercamiento al tema a través de seis célebres autores alcohólicos estadounidenses: Francis Scott Fitzgerald, Tennessee Williams, Ernest Hemingway, John Berryman, John Cheever y Raymond Carver.
El libro aborda la cuestión intercalando numerosas anécdotas de las biografías y las obras de estos seis escritores con las impresiones de la autora del libro durante un viaje por los escenarios que estos habitaron y con explicaciones médicas de los devastadores efectos físicos, psicológicos y sociales del alcoholismo. La intención de la autora, lejos del morbo por lo grotesco, era "descubrir cómo cada uno de esos hombres experimentó y reflexionó sobre su adicción. En todo caso, era una expresión de mi fe en la literatura y en su poder para cartografiar las difíciles regiones de la experiencia y el conocimiento humano".
"Estos seis escritores y muchos otros han tenido un fuerte deseo de escapar de la infelicidad, de construir mundos compensatorios, ya fuera por la vía de la ficción o de la intoxicación", comenta Laing a El Cultural. Según el Manual Merck de diagnóstico y terapia que ella cita en su libro, vivir experiencias traumáticas tempranas es uno de los factores que predispone al alcoholismo, junto con la personalidad, las influencias sociales, los genes y la química cerebral. Como explica la autora, la mayoría de estos seis hombres tenían o creyeron tener una madre autoritaria y un padre débil y vivieron atormentados por el desprecio que sentían hacia sí mismos. Tres de ellos fueron promiscuos y casi todos experimentaron conflictos e insatisfacción respecto a su sexualidad. Hemingway y Berryman se suicidaron, y el resto murió a consecuencia de la mala vida que llevaron.
No obstante, la escritora no cree que ser escritor predisponga al alcoholismo, "aunque el estrés de la vida de un escritor, la fama, el escrutinio, la necesidad de continuar produciendo obras de alto nivel, parecen ser factores que pueden empujar a beber".
El libro arranca en el crudo invierno de Iowa City, en 1973. Cheever y Carver van juntos en un coche en busca de alcohol. Se han conocido hace unos días porque ambos imparten clases en un curso de escritura creativa organizado por la universidad y pronto traban una amistad fundada en sus dos intereses comunes: la literatura y la bebida.
El libro también recrea la célebre amistad que surgió entre Scott Fitzgerald y Hemingway, que este recogió en París era una fiesta. Una de las anécdotas más conocidas de aquellos años locos es el viaje que hicieron juntos en un coche descapotable de Lyon a París bebiendo sin parar. Hemingway, que tenía una gran tolerancia al alcohol e incluso defendía que su ingesta era beneficiosa, se escandalizaba ante el mal beber de Scott Fitzgerald, que llegaba a experimentar una extraña hinchazón en el rostro cuando iba borracho.
Pero es Tennessee Williams el autor favorito de Laing, el que la empujó a escribir este libro. Su título toma prestado el nombre con el que Brick, personaje borracho de La gata sobre el tejado de zinc, llamaba al mueble bar y que a su vez tomó de una marca de bourbon. Con cada viaje a Echo Spring -bucólico nombre que significa "manantial del eco"-, el personaje se evadía de los problemas del mismo modo en que lo hacía su autor, aunque este lo hacía también para disipar temporalmente su patológica timidez.
En el libro aparece también John Berryman, poeta y erudito profesor al que la autora siempre se imagina "con la luz reflejándose en sus gafas y una poblada barba frente a una clase de Princeton o de la Universidad de Minnesota, leyendo Lycidas y haciendo que toda la sala se diera cuenta de lo maravilloso que era". Brillante, excéntrico y neurótico, Berryman empezó a beber en 1947, cuando empezó una aventura con la mujer de un compañero profesor de la universidad. Su situación empeoró seis años más tarde, cuando su mujer le abandonó y murió su amigo Dylan Thomas, que también era alcohólico. Sumido en una profunda depresión, Berryman siguió los pasos de su padre, que se había suicidado cuando él era un niño, y se quitó la vida en 1972.
Mientras trabajaba en el libro, Laing viajó de Nueva York, donde vivieron Scott Fitzgerald, Hemingway y Tennessee Williams, a la Nueva Orleans que sedujo a este último y que sirvió de escenario para algunas de sus obras de teatro más memorables. De allí puso rumbo a Cayo Hueso, en Florida, donde vivió Hemingway tras los años festivos de París. Después la escritora viajó hasta Saint Paul, Minnesota, el lugar donde John Berryman se recuperó durante un tiempo, antes de suicidarse. La última parada del viaje llevó a Laing a la costa oeste, hasta Port Angeles, Washington, donde Raymond Carver pasó sus últimos años.
Allí, frente a la tumba del escritor, leyó las dedicatorias que sus fans, muchos también alcohólicos, dejan en un cuaderno guardado dentro de una caja de latón. "Era un bonito día de primavera y estaba leyendo todas esas cartas de desconocidos que se habían conmovido profundamente con sus ficciones y con su lección de vida, que demuestra que se puede alcanzar la sobriedad aunque sea tarde. Aquello me emocionó. Sentí que la ficción significaba mucho para la vida de la gente y que el alcoholismo es una enfermedad muy dura y difícil de combatir. Sentí empatía por todos los escritores de mi libro, respeto por su obra, que habían construido en medio de unas condiciones muy difíciles, y tristeza por el daño que habían sufrido e infligido".
@FDQuijano