Craig Thompson. Foto: F.D.Q.
- Aquí puedes leer y descargar las primeras páginas de Almóndigas del espacio
P.- ¿Qué le ha llevado a ambientar esta historia en el espacio?
R.- Cuando era niño, lo que más me gustaba eran las historias del espacio exterior. Por otra parte, como artista, me da la misma flexibilidad para los paisajes que las escenas nevadas de Blankets o las dunas y desiertos de Habibi, con una cualidad muy fluida. Pronto tuve la idea de las ballenas espaciales en una galaxia sumida en una crisis energética que usa sus excrementos como única fuente de combustible. O sea que básicamente esta historia comenzó con un chiste sobre caca, pero me pareció una buena metáfora de los combustibles sucios que usamos en la Tierra y la proliferación de tantas fuentes de energía destructivas, como el fracking o la extracción de petróleo de esquisto bituminoso mar adentro.
P.- Este álbum, sin dejar de ser interesante para los adultos, está más orientado al público infantil que sus trabajos anteriores. ¿Pensó en los niños mientras dibujaba esta historia?
R.- Mientras hacía este libro tuve en mente a tres lectores hipotéticos: en primer lugar, a mí mismo con 8 años porque a esa edad me enamoré de los cómics; el segundo es Violet, la hija de unos amigos a la que he querido dedicarle un libro desde que nació; y el tercero es Maurice Sendak, famoso autor de más de cien libros infantiles, entre los que está Donde viven los monstruos y cuya adaptación al cine dirigió Spike Jonze. Sendak y yo nos hicimos amigos poco antes de su muerte. En su último año de vida trabajó en un libro absurdo, juguetón, algo que nunca se había permitido hacer, pero no pudo terminarlo. He querido que Almóndigas del espacio tuviera esa misma energía.
Viñetas de Almóndigas del espacio
P.- ¿Cuándo empezó a dibujar?R.- Empecé a los cuatro años porque un misionero de nuestra iglesia vivía en Indonesia y en una de sus visitas a Estados Unidos me dio libros para colorear y me enseñó a hacerlo sin salirme de las líneas. Es curioso que una persona religiosa me diese la primera lección sobre autocontrol. Luego descubrí las tiras cómicas del periódico dominical, fueron mi primer medio literario y visual. Mi familia era pobre y muy religiosa, no tuvimos televisión hasta que yo tuve 8 años y no teníamos libros, solo la Biblia. Leyendo Peanuts aprendí a leer yo solo. Después, en el instituto, no quise saber nada de los cómics, me convertí en un anti-nerd y me pasé al skateboard. Dejé atrás los cómics, los juegos de rol, Star Wars y Dragones y mazmorras, todas mis obsesiones de nerd. Me interesé mucho por la animación, pensé que podía ser mi profesión. Pero no tenía dinero para entrar en la escuela de bellas artes y además me di cuenta de que eran necesarias miles de personas para hacer una película de animación y que en el mejor de los casos sería el tío que anima los copos de nieve en Frozen. Yo quería hacer todo el proceso, escribir la historia, hacer el acting, todo por mi cuenta. A los 18 redescubrí los cómics, en un momento en que en Estados Unidos tenía mucho tirón el Do It Yourself y aparecían muchos cómics conectados con el punk rock y el grunge, así como revistas caseras y fanzines.
P.- En Blankets da cuenta de la educación profundamente religiosa que recibió. ¿Cómo le ha influido en su vida y en su trabajo?
R.- Lo peor es que no tuve una educación real, sino religiosa. A los 20 años me enteré de que el mundo tenía más de 6.000 años de antigüedad. Pero mis padres, aunque son conservadores, no son los típicos cristianos americanos defensores del statu quo, más bien son anticapitalistas y antimaterialistas. Mi madre hace muchas labores de voluntariado con personas sin hogar y discapacitados. Eso ha sido positivo para mí, me han enseñado que no debes vivir para ti mismo, y aún aprecio las enseñanzas de Jesús, que están en conflicto con el resto de la Biblia pero aisladas funcionan muy bien.
P.- ¿Cómo se tomaron sus padres que se convirtiera en un dibujante de cómics?
R.- Lo aceptaron porque a mis padres, para bien o para mal, no les preocupa lo que haga con mi vida. No son los padres tradicionales que quieren que tengas una carrera importante, no se preocupan por la vida terrenal. No le dan importancia al éxito ni al dinero, y esto me ha dado libertad como artista. No obstante, a Blankets la llamaron "la herramienta del diablo" porque decían que iría al infierno por culpa de este álbum. Han pasado doce años desde entonces y ahora sí aceptan el libro e incluso parecen orgullosos de él. Un par de cosas crearon este cambio: una es que nadie del pueblo les dijo que eran malos padres, uno de sus temores acerca de la obra; y por otra parte, están quemados con su iglesia porque han tenido pastores que han desviado dinero y engañado a sus mujeres, así que su fe en la iglesia se ha ablandado un poco y ahora le dan más importancia a su fe en sus hijos.
Viñetas de Blankets
R.- Robé el formato de los franceses. Me influyó mucho L'Association, una cooperativa de autores jóvenes de mediados de los noventa, y la serie Lapinot de Lewis Trondheim. Este autor no sabía cómo dibujar y se propuso hacer 500 páginas: si no aprendía a dibujar, se retiraría. Y aprendió. Yo hice lo mismo. También me fijé en otros autores franceses como Blutch y Edmond Baudoin. No podía leerlos porque no sabía francés, pero amaba sus pinceles tan expresivos, que revelaban un mundo íntimo y más humano que los comic books grandilocuentes a todo color con superhéroes, superpoderes y fantasía. Eso no me interesa. Algunos historietistas consideran pretenciosa la etiqueta "novela gráfica". Yo no, porque, efectivamente, tienen la influencia de las novelas literarias, que a menudo tienen más acción interior que exterior.
P.- Después con Habibi se adentró en la cultura islámica. ¿Por qué?
R.- Tras el 11-S hubo una ola de islamofobia en Estados Unidos y eso me generó el impulso de conectar con el Islam. Me hice amigo de musulmanes, leí el Corán, estudié el arte árabe e islámico, que ha legado más lejos que en algunos países de occidente por la prohibición de la representación figurativa.
P.- Dice el autor español Santiago García que el cómic alternativo tiene un público minoritario pero global. ¿Está de acuerdo con esta definición?
R.- Es una buena explicación, pero he de decir que las novelas gráficas son más populares en Estados Unidos que los cómics de superhéroes convencionales, aunque la gente piense lo contrario. Fun Home, de Alison Bechdell, una historia autobiográfica sobre identidad sexual, vende más que Batman. Lo que pasa es que Hollywood ama a los superhéroes. Son un virus que infectó el cómic por mucho tiempo pero ahora se ha extendido a la industria del cine.
P.- Pero en el tiempo en que publicó Blankets no era así, ¿no?
R.- No, los superhéroes reinaban y la gente solo compraba en las tiendas especializadas, no había un público general para los cómics, era parte de la cultura nerd, formada principalmente por varones adolescentes. Yo intuí que parte del problema era el formato, esos cuadernillos periódicos desechables que se coleccionaban en grandes cajas en el sótano de tus padres. Pensaba que si tuvieran lomo podrían estar en una estantería y leerlos más que coleccionarlos. Siempre me opuse a esa mentalidad de coleccionista. Blankets tuvo suerte porque salió en un momento dulce en Estados Unidos. Jimmy Corrigan, de Chris Ware, acababa de salir un año antes y tuvo un enorme impacto. Un año o dos después Alison Bechdell publicó Fun Home. Básicamente, estos tres libros abrieron las puertas del cómic al mundo literario, cambiando la mentalidad de los lectores y de la sofisticada industria editorial neoyorquina.
Viñetas de Habibi
P.- ¿Qué papel jugó la prensa y la crítica en el encumbramiento de la novela gráfica?R.- No sé por qué cambiaron su actitud hacia los cómics. En el caso del New Yorker lo achaco a su directora de arte, Françoise Mouly, que fue también cofundadora de la revista de cómics Raw y es la esposa de Art Spiegelman, el autor de Maus. Por otra parte, Nueva York fue el lugar de nacimiento del comic book, cuyos autores eran sobre todo judíos inmigrantes. El afecto de la ciudad por el medio nunca cesó. Después de Maus, que se publicó en los 80, se generó mucha expectación pero hicieron falta 20 años para que surgiera algo parecido: Jimmy Corrigan. La gente estaba preparada para promoverlo y hablar de ello.
P.- ¿Qué técnicas emplea para dibujar?
R.- Después del dibujo a lápiz, entinto con pincel de marta. Pronto me di cuenta de que mi estilo, muy caligráfico, no es propicio para colorear, al contrario que la línea clara al estilo Hergé. Almóndigas del espacio es una excepción, le hemos añadido color digital en Photoshop. Le pedí al colorista que diera a los personajes un acabado de animación para que resaltaran sobre los fondos, más oscuros y difuminados. Además, en este libro en vez de dibujar con lápiz lo hice con una tableta digital y luego imprimí los dibujos en una línea azul muy clara para entintar sobre ella a mano. Me gusta tener un pie en cada mundo, es como usar un arma arcaica y elegante en medio del mundo de la ciencia ficción.
P.- ¿Está trabajando en su próximo álbum?
R.- No físicamente, pero sí lo estoy cocinando en mi cabeza. Hace dos años empecé tres proyectos: Almóndigas del espacio, una historia basada en una investigación sobre China y una historia erótica. Mi editor estaodunidense quiere que haga enseguida la secuela de Almóndigas del espacio, pero me apetece más volver a esos dos proyectos que tuve que dejar aparcados.
@FDQuijano