Boda de Charo Conde y Camilo José Cela, 1944. Foto: archivo de C.J. Cela Conde
Camilo José Cela Conde publica una versión actualizada de Cela, mi padre con correspondencia inédita entre el escritor y su primera mujer, Charo Conde.
"Como sabéis, las reacciones de mi padre en público podían ser tremendas.
Muchos pensarían que desayunaba niños crudos". Esta es, en efecto, la imagen que
Camilo José Cela proyectaba al mundo, y quien pronuncia estas palabras, su hijo Camilo José Cela Conde, se ha encontrado con
un Cela muy distinto en las más de mil cartas que intercambió con su primera esposa y madre de su hijo, Charo Conde.
En una de ellas, a los pocos años de casarse, leemos: "Perdóname esta carta. A cualquier otra mujer que no fueses tú, hoy no le hubiera escrito y me hubiese acostado a dormir la mona, que falta me hace. Pero
yo te adoro y para mí eres más que Dios y el Espíritu Santo. No quiero disimular que estoy... bien, que estoy borracho perdido. No es la primera vez y, si Dios quiere, tampoco ha de ser la última. Tú todavía no te imaginas lo que en mi vida representas. Yo me cago en mi padre, pero soy capaz de matar a quien no reconozca que eres la mujer más perfecta de la tierra. ¡Viva tú!".
"El Cela temible no existía, era una invención", asegura el hijo del Premio Nobel a la luz de estas cartas. La personalidad que muestra en la correspondencia rescatada es incluso más entrañable y cercana que la que exhibía ante sus más allegados, que tenían la sensación de que "Cela dominaba las cosas, de que flotaba a dos metros por encima de la humanidad".
Este descubrimiento ha servido a Camilo José Cela Conde para actualizar, a propuesta de Emili Rosales, editor de Destino,
el libro Cela, mi padre, que publicó por primera vez en 1989, el mismo año en que la Academia Sueca concedió al autor de
La colmena el premio más prestigioso de la literatura universal.
Después de la muerte de Charo Conde, su hijo recuperó unos arcones de cartón en los que su madre guardaba multitud de cartas y manuscritos de Camilo José Cela. La correspondencia más relevante, explica Cela Conde, es de la época en que CJC estaba escribiendo
La familia de Pascual Duarte, y de cuando veraneaba en La Coruña en casa de su tío el arquitecto y compositor Eudardo Rodríguez-Losada. El hijo del escritor insiste en que "el Cela que aparece en estas cartas no cuadre con el que todos conocemos, está en sus antípodas. Yo tampoco sabía que existía un Camilo José Cela así, aunque lo sospechaba". Así, en estas cartas leemos a un Cela muy joven,
"angustiado y cargado de contradicciones, como lo era el hecho de ejercer como censor de Franco y a la vez escribir un libro como La familia de Pascual Duarte. Uno piensa: ¿Cómo se pueden hacer esas dos cosas a la vez? Pero se puede, y esa contradicción profunda le llevaba al desespero".
Cela Conde anuncia que
el archivo epistolar estará a disposición de los investigadores que lo soliciten en la fundación, y que él no las ha estudiado a fondo, sino que se ha limitado a usarlas "como ilustración de un Cela desconocido". Al mismo tiempo, considera que la fachada que CJC exhibía hacia el exterior es algo propio del oficio literario: "Ser escritor consiste en inventar personajes, y el primero que un escritor inventa es el suyo. Cela se creó varios. Uno de ellos es el vagabundo de sus libros de viajes, y no tiene nada que ver con el personaje 'comeniños'. No se trataba de una impostura, sino de una reconstrucción literaria, útil para ampararse en ella como escudo cuando las cosas vienen mal pintadas".
El Cela personaje y el Cela escritor se retroalimentaban engordando una espiral que, opina Cela Conde, dejó de girar en su parte más alta. "El éxito es, como dicen los anglosajones, una pendiente resbaladiza. La concesión del Nobel de Literatura te puede llevar a la paradoja de la imposibilidad de seguir escribiendo". Eso es lo que le pasó a su padre, "pero
se reservaba un as en la manga: Madera de boj, una obra maestra a la altura de sus primeros libros". Esta crónica de la Galicia marinera fue, además, su canto de cisne, ya que el autor murió un año después de su publicación. "Ya me habría gustado a mí escribir
Madera de boj como única obra en toda mi vida", confiesa Cela Conde, que además de catedrático y ensayista es narrador, aunque le causa pudor considerarse como tal bajo la imponente sombra de su padre. Aunque eso no quiere decir que no esté orgulloso de su prosa. Si se le pregunta qué opinaría Camilo José Cela Trulock de este
Cela, piel adentro, responde:
"Si yo fuera fatuo, ridículo y desmesurado, podría decirles -pero no se lo digo- que este libro lo podría haber escrito él".
En los arcones que guardaban las cartas entre Cela y Charo también había
otros manuscritos del escritor que incluyen poemas inéditos, artículos y dos obras de teatro inacabadas. Su hijo no contempla su publicación en forma de libro, pero sí cree que los sacará a la luz poco a poco a través de la prensa.
La nueva edición del libro coincide con el
centenario del nacimiento de Cela, el 11 de mayo. Con motivo de la efeméride, la Fundación Charo y Camilo José Cela ha preparado para este año un
programa de actividades que incluye, además de diversos concursos, exposiciones y simposios, la reedición de
La colmena con párrafos eliminados por la censura y que nunca fueron restituidos en vida del escritor. Además, la editorial Destino ha lanzado una
edición especial de La familia de Pascual Duarte, la novela que consagró al autor en 1942, en su colección Destino Clásicos, al tiempo que mantiene en circulación la obra de Cela en ediciones de bolsillo del sello Austral. En este sentido, Cela Conde espera que este año sirva para fomentar la lectura de las obras de su padre: "¿Se lee lo suficiente a Cela? El hijo de un escritor te dirá siempre que no, pero yo creo que
sus obras están resucitando poco a poco, ya que, para bien o para mal, Cela es un clásico. Pero un clásico raro, como Quevedo".
@FDQuijano