¿Y si nos sentáramos durante unas horas en el sillón número 29 de la Academia francesa y asistiéramos a los 400 años de historia de Francia que ha vivido esta institución? Tal es el reto que se propone el escritor Amin Maalouf (Beirut, 1949) en su último ensayo Un sillón que mira al Sena (Alianza editorial). El escritor libanés afincado en París ha viajado a España para presentar su obra inaugurando la 75° edición de la Feria del Libro de Madrid, este año dedicada a los autores franceses. Miembro de la Academia gala desde 2011, Amin Maalouf es uno de los intelectuales más leídos en todo el mundo. Autor de novelas como Los jardines de luz o La roca de Tanios con la que ganó el Premio Goncourt, ensayos como Las cruzadas vistas por los árabes, confiesa sentirse en España como en su casa. "Es un país muy importante para mí, el de mi primera novela León el Africano. Sentí una verdadera atracción por España desde que empecé a escribir el libro". En 2010, Maalouf ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Un sillón que mira al Sena es una obra dedicada a Francia, a su historia y a su cultura. ¿Cómo se crea la Academia de la Lengua Francesa? "Una reunión de jóvenes muchachos intelectuales en el siglo XVII". ¿Qué pasa con su primer miembro? "Se ahoga en el Sena intentando salvar a su discípulo aristócrata." Montherland se suicida. Voltaire pasa años esperando su elección. ¿Por qué se prefiere a François-Henri Salomon de Virelade que a Corneille? Como todo libro de Amin Maalouf, este nace de un trabajo exhaustivo de documentación y lecturas de las que el escritor saca anécdotas y hechos extravagantes, divertidos, interesantes, curiosos y enriquecedores. A la vez, el lector da un paseo por cuatro siglos de historia francesa.
Pregunta.- Es miembro de la Academia Francesa desde 2011, ¿cuándo se le ocurrió escribir este libro que recoge la vida de los diferentes miembros que le precedieron en el sillón?
Respuesta.- Desde el momento en el que empecé a preparar mi discurso de recepción. La tradición dicta que esté dedicado al predecesor inmediato, en mi caso Claude Levi Strauss. Mientras trabajaba en la vida de Levi Strauss, recorrí la lista de los ocupantes anteriores, y me encontré con nombres que conocía, como Montherland, y con otros que no conocía en absoluto. Me entraron ganas de leer algo sobre cada uno de ellos. Levi Strauss también dijo en su discurso algo sobre que nos daban una especie de genealogía ficticia.
P.- Ha escrito libros sobre diversas civilizaciones, ¿podría considerarse este ensayo como una especie de homenaje a Francia?
R.- Por supuesto. Dentro de unos días se cumplirán cuarenta años de mi estancia en París. Aunque no había escrito nada hasta la fecha, siempre me ha interesado la historia de Francia. Enrique IV, Napoleón, De Gaulle…, sólo la idea de investigar sobre su historia y en particular sobre la historia de París me parecía un trabajo apasionante.
P.- ¿Cuál fue el personaje que más le ha marcado en su trabajo de investigación y que usted no conocía?
R.- Sin duda fue François de Callières, consejero de Luís XIV y quinto personaje del sillón. Toda su vida fue considerado como el consejero modélico. Tenía derecho hasta a firmar ciertos textos de Luís XIV. Hombre de confianza absoluta. Lo que nadie sospechaba era que, mientras gozaba de este prestigio y fidelidad al Rey, Callières estaba escribiendo en secreto un libro contrario a todo lo que hacía el Rey. Unos meses después de la muerte del monarca, publica La manera de negociar con los soberanos, un ensayo absolutamente contrario a toda la forma de actuar de Luís XIV, en el que explica que el verdadero objetivo de la política es el de evitar guerras. Es decir, lo opuesto a lo que hizo el Rey Sol y a lo que dijo Clausewitch un siglo después: "la guerra es la continuación de la política por otros medios". El libro es apasionante. Está escrito de forma amena, desde el comienzo hasta el final. Su visión de la guerra y la paz es muy moderna, igual que su visión de Europa que muestra como una única y misma república. Estoy convencido de que este libro, dentro de nada, va a volver a tener éxito.
P.- Explica en su libro sobre la Academia que este ensayo fue reeditado en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, por ciertos diplomáticos ingleses. Como un antídoto a la carnicería que se estaba viviendo en Europa.
R.- Curiosamente, el libro se tradujo al inglés y adquirió cierta fama en Inglaterra. Thomas Jefferson tenía una edición en Monticello. El economista John Kenneth Galbraith también alabó el libro de Callières en varios momentos. Habla del arte de negociar. En ciertas universidades, como en España, se estudia el libro por la técnica de negociación.
P.- En su ensayo, usted comenta que los criterios de elección han ido modificándose de un siglo a otro. ¿Tiene que ver con las leyes o con el espíritu de la época?
R.- Con el espíritu de la época. Al principio no existía casi ninguna ley, salvo la de escribir en francés y vivir en París y ¡ni siquiera eso se respetaba! Algunos miembros fueron elegidos por su talento, otros porque correspondían a ese espíritu de la época.
P.- Si pensamos en los dieciocho académicos que ocuparon el sillón 29 de la Academia Francesa, ¿se pueden encontrar puntos en común entre un miembro y otro?
R.- No, es puro azar. Cuando un intelectual piensa presentarse, no tiene nada que ver con el sillón que se ha quedado vacante. Luego se pueden encontrar ciertos parecidos o casualidades, pero son explicaciones a posteriori. Yo tuve mucha suerte de que mi sillón hubiera sido él de Levi Strauss, pero si se hubiera quedado libre otro, me hubiera presentado igualmente.
P.- Sin embargo, usted es muy preciso en su libro con los números. Sillón 29, 18 académicos, 40 miembros en total. ¿Es usted una persona supersticiosa con los números?
R.- No mucho, aunque debo reconocer que no soy totalmente indiferente. Es verdad que hay números que se repiten a lo largo de la vida. Le doy un ejemplo: en mi familia, mi madre ha nacido el 29 de diciembre y decidió casarse el mismo día 29. El número 29 es importante en mi familia y cuando me eligieron para ese sillón, mi madre sonrió. Sé que Levi Strauss también se divertía con los números. Cuando le eligieron en el Colegio de Francia empezó hablando del número ocho en su clase inaugural lo que dejó a su auditorio perplejo.
P.- A lo largo de la historia, ¿podríamos decir que los debates generados en la Academia son constitutivos de la historia de Francia?
R.- Creo que sí. La Academia refleja lo que ocurre en la sociedad. Al principio, estaba constituida por gente de iglesia. A partir del siglo XVIII, entraron filósofos y los debates en la Academia, o mejor dicho los conflictos generados para que alguien entrase o no en la Academia, reflejaban las preocupaciones del momento. En 1729 -y no tiene nada que ver con lo que acabamos de hablar del número 29- Montesquieu quería ser académico. Acababa de escribir sus Cartas Persas que contenían ciertas alusiones negativas al poder real. El que ocupaba justamente el sillón 29, el Cardenal Fleury, que tenía mucho poder en la época, dijo que de ninguna manera Montesquieu podía ser elegido. Entonces el filósofo le contestó que los pasajes que le criticaba habían sido añadidos a posteriori por el editor. Editó unas Cartas Persas sin los pasajes que habían disgustado al Cardenal y pudo ser elegido.
P.- Hoy en día, desde un punto de vista político ¿qué papel se le atribuye a la Academia?
R.- Tiene dos roles sociales. El que todos conocen, su papel con el idioma francés y la elaboración del diccionario. Uno segundo, en el seno de la sociedad. Muchas cosas ocurren en la Academia, sin que estas tengan que ver con su papel estatal. Forman parte de su historia. Le he dado el ejemplo del conflicto que existía entre el prelado y los filósofos. Después de Montesquieu, los filósofos entraron con fuerza. Todos los conflictos que han agitado el país han tenido repercusiones en la Academia. Todos los vuelcos sociales y políticos. La Revolución Francesa se tradujo por una supresión de la Academia. Después de la Primera Guerra Mundial, la Academia decidió elegir ella misma a los Mariscales de Francia. ¿Quién hubiera pensado que alguno de estos Mariscales, como Petain, iba a desempeñar un papel tan funesto para Francia? Petain, Maurras, fueron excluidos. Es decir, que todas las graves crisis, como la de la Ocupación Alemana durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron su eco en la Academia.
P.- Al principio la institución nació de una reunión de jóvenes intelectuales en París. Luego la edad fue aumentando. Hoy en día, si bien sus miembros están consagrados y representan la élite intelectual, ¿de qué manera la Academia mira a los jóvenes escritores?
R.- A través de los premios literarios. Damos más de 70 premios de novela, historia, teatro, etc., y es una parte importante de su labor. Pero los tiempos han cambiado respecto a la edad. Antaño, la madurez de una persona era mucho antes que hoy en día. ¡Cuando Napoleón toma el poder con un golpe de estado tiene (y de nuevo el mismo número) 29 años! La media de edad aumenta y por eso, hace unos años, se decidió no elegir a escritores mayores de 65 años. El más joven de nosotros fue en su día Jean D'Ormesson, elegido a los 48 años.
P.- El último miembro en Francia es Andrei Madkine, autor de origen ruso; usted mismo es franco-libanés. ¿De qué manera este multiculturalismo tiene el poder de enriquecer la lengua francesa?
R.- Desde hace unos años, está creciendo la idea de que la lengua francesa es internacional, que existen tradiciones francesas en muchos países y que la Academia debe reflejar esta diversidad. Me parece importante apoyar el idioma francés y su literatura en el mundo entero.