Letras

Los libros y la liberté

Comienza la 75ª Feria del Libro de Madrid con Francia como país invitado. Hablamos con la nueva generación de escritores galos

27 mayo, 2016 02:00

Hay vida más allá de Modiano, Houellebecq, Echenoz o Lemaitre. Una nueva generación de escritores franceses menores de 50 años nos descubre en este especial sus manías, gustos e intenciones. Sus libros serán los protagonistas de la 75 Feria del Libro de Madrid que hoy empieza, y que este año recupera su carácter temático para consagrarse a Francia. La conferencia inaugural correrá a cargo de Amin Maalouf. Cerebrales o juguetones, hedonistas o tragicómicos, leves o descarnados, testimoniales o estetas, el eclecticismo y la completa libertad creativa parecen ser, y así se desprende de ellos y de sus libros, la norma caótica y despeinada que rige en estos brillantes narradores. Una advertencia para los suspicaces: no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

David Foenkinos

Autor de La delicadeza (Seix Barral), llevada al cine en 2012, David Foenkinos (París, 1974) no es un desconocido para los lectores españoles. Con su última novela, Charlotte (Alfaguara), ganó el Premio Renaudot y el Goncourt des Lycéens. Y con Lennon, su otro gran éxito, recorrió la vida del Beatle, poniendo el foco en su infancia y su infelicidad.

Foenkinos se define a sí mismo como un escritor de "emociones", y desde este punto de vista ha abordado sus novelas sobre personajes reales. "La literatura es libertad absoluta -cuenta a El Cultural-. A todos los niveles. A través de mis libros, he querido explorar siempre el territorio de las emociones. De "la delicadeza" a la potencia solar en la vida de Charlotte". Tanta fue la libertad que se tomó Foenkinos al novelar la vida de la artista judeo-alemana Charlotte Salomon que lo hizo en verso libre. "Charlotte es mi libro -dice-. Quizá no vuelva a escribir ningún otro, porque es el libro que siempre quise escribir". Charlotte fue asesinada en Auschwitz en 1943, después de ser la última judía en estudiar Bellas Artes en Berlín antes del advenimiento nazi. Novela de estructura en apariencia compleja, ha tenido en Francia un millón de lectores. Como en ningún otro, Foenkinos aplicó en ese libro su credo literario: "En literatura nunca hay que dejarse encerrar. Por eso, definirme en unas pocas líneas me resulta imposible: soy incapaz de saber hacia dónde voy, y ni siquiera sé si ustedes estarán conmigo mañana. Pero entre nuestras imaginaciones sé que se forma un lazo extraño. Creo que la literatura sirve justamente para eso: para conocernos en un lugar que no es geográfico y que solo nos pertenece a nosotros".


Mathias Enard

Ganador del Gouncourt en 2015 con Brújula, que en España publicará este año Random House, Mathias Enard (Niort, 1972) ya conquistó a los lectores en 2009 con Zona (Belacqua), considerada por la crítica francesa la mejor novela de aquel año. Su última novela publicada en España, Calle de los ladrones (2013), buceaba en la Primavera Árabe.

Enard vive desde el año 2000 en Barcelona, en una de cuyas universidades impartía clases de árabe. Lo dejó para dedicarse por completo a la escritura, aunque no descarta volver algún día: "No pretendo hacerme rico con esto, pero puedo vivir de ello. Quizás algún día vuelva a la universidad, quién sabe..." De su mezcla hispano-francesa (está casado con una profesora española), enriquecida con buenas dosis de cultura árabe, ha surgido un autor plenamente mediterráneo, pues mediterráneos son sus temas y sus preocupaciones. Dice ser un escritor "obsesivo" que corrige "sin parar", por la tarde, lo que ha escrito cada mañana. En Calle de los ladrones (Random House) contaba la historia de un chico marroquí que participaba en la Primavera Árabe, y que acababa viviendo en Barcelona. El libro le valió el Premio Liste Goncourt/ Le Choix de l'Orient, que es eligido por los estudiantes de Oriente Medio en los colegios de habla francesa. "Los premios sirven para arrojar luz sobre la obra designada -dice Enard, que ha ganado varios galardones más en su país con otras novelas-, se publica tanto que está bien poner una bombilla encima de una cubierta, para que el lector se fije en ella". Estudioso de la culturas orientales antes de ser escritor, Mathias Enard ha vivido en Tánger, Beirut y Siria, lugares a los que vuelve cada año.


Jérôme Ferrari

Con la originalísima El sermón sobre la caída de Roma, Ferrari (París, 1968) obtuvo el Gouncourt en 2012, aunque aquel desgarbado profesor de filosofía, muy poco conocido entonces en España, llevaba otras siete novelas a su espalda. Demipage publicó en 2013 Donde dejé mi alma. Su última novela, El principio, acaba de salir en Random House.

Escritor nómada, Ferrari ha vivido en muchos países, pues, como contó a El Cultural en su última entrevista, "los cambios de residencia despiertan mi imaginación". Ferrari es un escritor-filósofo en su acepción más amplia, aunque, para él, "la literatura no es una pastilla edulcorada que hace pasar mejor las teorías filosóficas". Sus novelas buscan tener una entidad literaria propia y completa: "Espero que los pasajes en los que se pueden distinguir las ideas filosóficas estén integrados en la propia literatura". Reconoce el carácter culto de su literatura, atravesada de ideas. "Cuando uno escribe, no puede estar pensando en el lector. Si lo hiciera, escribiría un producto de marketing". Abu Ghraib, Guantánamo o el papel de los científicos en la creación de bombas nucleares han sido algunos de sus temas hasta ahora. Con novelas breves, Ferrari ha ido a la caza de grandes conceptos, como el Mal, lo que lo emparenta con escritores como Laurent Mauvignier. "El Mal es peligroso porque se yergue sobre los atributos del Bien y se presenta como una exigencia moral. Si no fuera así, sólo sería cosa de monstruos y sádicos", explica. Y reconoce que sus historias son cada vez más concisas, que es algo para él inevitable y que "sería incapaz de escribir una novela de 500 páginas, pese a lo mucho que me gustan las novelas rusas".


Leonor de Recondo

Tercera generación de una familia vasca exiliada durante la Guerra Civil, Recondo (París, 1976) es una de las voces más sorprendentes de la nueva narrativa francesa, además de una reconocida violinista. Con Pietra viva, que en 2014 Minúscula publicó en español, ganó el Prix RTL-Lire y el Premio de los libreros franceses.

Recondo ha novelado la historia de su familia -y del exilio vasco- en Sueños olvidados (Minúscula), aunque -confiesa a El Cultural- todo en su literatura está pasado por el "tamiz de la ficción". "Es lo que me interesa: girar la realidad, proyectar un mundo interior a la espera de que lo que salga sea al mismo tiempo voluptuoso y mordaz. Cuando escribo, dudo siempre de la utilidad de un nuevo texto, pues todo me parece ya dicho. Sin embargo, en mi caso, la escritura se me impone porque lo necesito, casi por una necesidad física". Sus novelas están pegadas a la historia, pero su protagonista es siempre el ser humano, con sus sueños y tribulaciones. Si Sueños olvidados se basa en los relatos de su padre, un niño cuando su familia huyó de Irún, Pietra viva tiene por protagonista a Miguel Ángel Buonarotti. "Creo que la responsabilidad del escritor, y del artista en general, está en ver y creer que la realidad, cruel o sublime, abyecta o insípida, se puede trascender a través de la emoción. Aunque eso sea siempre lo más difícil..."


Alexandre Postel

Con Un hombre al margen, Postel (Colombe, 1982) conquistó a la crítica y obtuvo el Goncourt a la primera novela y el Premio Landerneau. Su segunda novela, La ascendencia, lo ha consagrado como un maestro de la ironía, de la que se sirve en medio de la tragedia y el horror. Ambos libros han sido publicados en España por la editorial Nórdica.

Postel, profesor de Literatura en la Univerdad de París, explica a El Cultural que el tema de sus novelas le viene dado siempre por "una situación moral compleja". Para el escritor, "la ficción novelística es, de hecho, una de las pocas maneras que permite al hombre resistir la lógica implacable de los automatismos morales y sentimentales". Hasta ahora, tanto en Un hombre al margen como en La ascendencia, se ha ocupado del destino de sus protagonistas, a menudo solitarios o marginados, asolados por el sentimiento de culpa y en medio de una atmósfera turbia e inquietante. Pocos lectores han dejado de destacar su singular manejo de la ironía. Se trata de una ironía de raíz trágica, patética, que ha hecho que la crítica lo compare con maestros como Kafka o Philip Roth. Postel lo reconoce como un rasgo irrenunciable de su escritura. "No puede haber -explica- una buena novela sin ironía. Cuando no se limita al sarcasmo, la ironía es una fuerza que nos ayuda a conquistar un poco más de incertidumbre; es decir, de lucidez".


Maylis de Kerangar

De Kerangal (Toulon, 1967) estudió historia, filosofía, etnología y fue editora de Gallimard antes de lanzarse en el año 2000 a la escritura, aunque su consagración no llegaría hasta 2010 con Nacimiento de un puente (Anagrama), con la que obtuvo el Premio Médicis. Su última novela es Reparar a los vivos, recientemente publicada por Anagrama.

Si es cierto que a los escritores franceses se los sanciona a golpe de premio, Maylis de Kerangal es una autora instalada en lo más alto de las letras galas, sobre todo después de los siete premios que obtuvo con Reparar a los vivos, su novela sobre el mundo de los trasplantes. En Gallimard se ocupaba de editar guías de viaje, lo que, dice, ha influido en su estilo literario. "Tenía que buscar documentos, reportajes, de gente erudita. Me confrontaba al espacio, al paisaje, a la física del mundo pero fuera de la ficción", cuenta. Su trayectoria hasta ahora es atípica. Nunca pensó en ser escritora. "Escribí mi primer libro durante un tiempo de ruptura en mi vida. Me fui con mi marido a Estados Unidos y allí, lejos de Francia, me encontré con cierta disponibilidad", relata. Tiempo después perdió el trabajo y decidió no buscar otro. Sus referencias, dice, no son literarias sino vitales, "una experiencia de dolor". Es disciplinada y se documenta mucho, intentando que esa documentación genere "galerías subterráneas en el lenguaje del texto".


Virginia Despentes

Novelista y cineasta, Virginia Despentes (Nancy, 1969) dejó los estudios a los diecisiete años, cantó en un grupo de rap y trabajó en un peep-show antes de dedicarse por completo a la escritura. En España ha publicado en las editoriales Anagrama y Reservoir Books. Su última novela es Vernon Subutex 1 (Random House).

Ha vivido varios años en Barcelona, en parte, según ha dicho en alguna ocasión, para "retomar la tranquilidad" perdida cuando dejó de ser un personaje anónimo en su país. En los noventa publicó Fóllame (Reservoir Books) y parte de la crítica francesa tachó su obra de "mera provocación". Pero poco a poco se ha ido haciendo un hueco en las letras galas; de su última novela, primera parte de una trilogía titulada Vernon Subutex, vendió más de 150.000 ejemplares. Sus temas son la música, la prostitución, el lesbianismo o la mujer ante el aborto, y en su ensayo autobiográfico Teoría King Kong (Melusina) se postuló como una defensora del posfeminismo. A día de hoy, y pese a la etiqueta de transgresora y radical, según Despentes "su literatura no es extrema". Aunque sí reconoce que le gusta la sensación que le produce un libro o una película cuando se siente "amenazada" por su "propia reacción".


Laurent Mauvignier

El lector recordará Hombres y Lo que yo llamo olvido, ambas en Anagrama, o Lejos de ellos, en Cabaret Voltaire. Entre el periodismo y la literatura, Laurent Mauvignier (Tours, 1967) ahonda en lo más profundo del horror y la violencia.



Es uno de los continuadores inmediatos, y más representativos, de los Modiano, Houellebecq o Echenoz. Sus temas son la violencia, y las consecuencias humanas del gregarismo. Su voluntad de estilo, sus desasosegantes y obsesivos monólogos interiores, lo colocan un paso por delante de la realidad. "El periodismo busca volver identificable y claro un acontecimiento -explica-. La literatura, en cambio, se centra en la complejidad de las cosas, ofrece espesor y, sobre todo, indaga en los misterios". Para Mauvignier, "ver las noticias es como estar siguiendo todos los días una gran serie".


Clémence Boulouque

La tesis de Boulouque (París, 1977) fue sobre Modiano. Muerte de un silencio (Periférica) fue su primera novela. Hija de un juez antiterrorista que se suicidó por la presión mediática, su biografía es el carburante de su literatura.



Aunque Muerte de un silencio, llevada al cine en 2005, fue autobiográfica, Boulouque explica a El Cultural que "más allá" de su propia historia, en su escritura quiere "evocar la violencia y la justicia, esta última tan frágil si está condicionada por cálculos políticos". Con su mentor, Modiano, comparte la ausencia de padre y la "extrañeza del mundo", dice. Cree "en la responsabilidad que el escritor tiene contra el olvido y la invisibilidad", y busca en sus libros "una paz inquieta en medio de la complejidad del mundo". En su opinión, la literatura consiste en "no dejar respuestas sin preguntas, sin luz o en la oscuridad".


Delphine de Vigan

Vigan (Boulogne, 1966) trató en su primera novela escrita con seudónimo, Días sin hambre (Anagrama), el infierno de la anorexia. Sus libros son un campo de batalla personal, una incesante -autobiográfica a veces- búsqueda del yo y de la culpa.



La escritora ha mantenido su estatuto de secreto a voces de la literatura francesa con narraciones descarnadas en las que circunda la enfermedad, la muerte o las anomalías familiares. Dice que sus libros son "una búsqueda personal de la verdad". La atribución de diversas culpas a su entorno le ha traído problemas que dan una idea de su compromiso con la honestidad. Se bautizó literariamente con un libro autobiográfico, pero dice preferir -y hacer- ante todo ficción. ¿La razón? "Se pueden poner cosas extremadamente íntimas, extremadamente personales", y "distribuirlas" en distintos personajes: "se puede deformar, se puede exagerar y finalmente es muy confortable, es muy cómodo", explica.

Vigan entiende la literatura como "la única manera de domesticar mis propias emociones y mi sensibilidad, de poder canalizar la sensación de ser demasiado permeable".