La primera regla (y también la segunda) del club de la lucha es que nadie habla del club de la lucha, pero hagamos una excepción. Los acólitos de Tyler Durden, el profeta del nihilismo, el caos, la anarquía y la violencia en la sociedad de consumo, están de enhorabuena. Veinte años después de la publicación de aquel libro nos llega su segunda parte directamente concebida como novela gráfica, editada en España por Reservoir Books. El escritor Chuck Palahniuk ha elaborado un guion que mantiene la tensión de la obra original y ha confiado en el trazo del dibujante Cameron Stewart, habitual colaborador de DC Comics, para plasmar su visión en el papel.
Hoy El club de la lucha es una obra de culto cuya influencia es perceptible en infinidad de productos de consumo y que ha insertado un fragmento de su código en el ADN de la cultura popular. Buena parte de culpa la tiene la adaptación al cine que dirigió David Fincher en 1999 con Edward Norton y Brad Pitt totalmente entregados a la causa. Si en un primer momento la crítica rechazó el filme y el público salía desconcertado de la sala, su edición en DVD fue un rotundo éxito y permitió una mejor comprensión de sus temas. Hoy se encuentra entre las 10 películas más valoradas en la popular base de datos IMDb.
La novela tuvo un camino hacia el éxito también accidentado. Chuck Palahniuk era un licenciado en Periodismo que malgastaba su vida como mecánico de la compañía de camiones Freightliner mientras realizaba trabajos sociales con enfermos terminales, un tema que aborda en ambas partes de El club de la lucha. Comenzó a escribir siguiendo los consejos que Tom Spanbauer vertía en sus clases de escritura y pronto empezó a mandar textos a distintas editoriales. Sus dos primeras novelas fueran rechazadas por provocadoras y Palahniuk decidió vengarse rizando el rizo. Pergeñó El club de la lucha para escandalizar a los editores y, para su sorpresa, logró que la publicaran. "Todo el que lee un libro encuentra alguna forma de estar de acuerdo con lo que lee", explicaba Palahniuk al respecto en una entrevista con El Cultural. "Cuando mi padre leyó El club de la lucha, no se sintió ofendido. Él creyó que estaba criticando a su padre, a mi abuelo. Cuando mi jefe leyó El club de la lucha tampoco se sintió ofendido, porque él pensaba que estaba ridiculizando al jefe de su jefe. Todo el mundo encuentra la forma de estar de acuerdo con un libro". Aunque la obra no fue ningún éxito de ventas, recibió buenas críticas, puso a su autor en el disparadero y, sobre todo, captó la atención de Hollywood.
La nueva novela gráfica retoma la historia diez años después de los acontecimientos que desencadenó el proyecto Estragos urdido por Tyler Durden. Ahora Sebastian ("el narrador" en la novela y la película, interpretado allí por Edward Norton) lleva una vida tristemente normal. Tiene un trabajo insignificante, se ha casado con Marla y ambos han concebido un hijo. Gracias a la medicación, mantiene a raya a Tyler Durden, su diabólico alter ego, que sin embargo no tarda en volver a tomar las riendas de la vida de Sebastian. La culpable no será otra que Marla, cansada de la vida corriente en la que está inmersa. A partir de ahí la trama enloquece y vira la mirada hacia las obsesiones del mundo contemporáneo como el terrorismo, internet, la guerra y la crisis mundial. Un mundo en el que la fundación Varita Mágica, destinada a satisfacer los deseos de niños en estado terminal, es capaz de mandar a un batallón de enfermos de progeria (aceleración del proceso de envejecimiento) a la República del Congo armados con AK-47.
La novela gráfica aborda el complejo de Edipo, las teorías conspiranoicas, la naturaleza arquetípica de Tyler Durden y los nuevos comienzos al estilo bíblico. Pero quizás el juego más arriesgado, quizás fallido, sea el metaliterario. En algunas viñetas vemos al propio Palahniuk en el grupo de trabajo que organiza en su casa mientras va creando el guion del libro, algo que pertenece a su cotidianidad. "Leemos en alto y así mantenemos una rutina", explica el escritor. "A mí me viene muy bien, porque veo si lo que escribo funciona: mi método es tan simple como fijarme en sus caras y ver si se ríen o se mantienen serios, si muestran sorpresa o escepticismo. Eso impulsa mi escritura".
La tercera regla del club de la lucha es que si alguien dice basta, flaquea o desfallece, el combate se acaba. Habrá que ver si esta novela gráfica es el fin del combate o si a Tyler Durden le quedan todavía peleas en las que sangrar hasta la náusea.