El protagonista buceando entre los restos de un barco hundido

Traducción de Joan Andreano Weyland. Ariel. Barcelona, 2016. 357 páginas, 20,90 €, Ebook: 14,99 €

A pesar de todos los esfuerzos de Robert Kurson (Chicago, 1963) por saturar Cazadores de piratas, su último libro, de emociones exaltadas, sus mejores páginas son las que resumen Tras la sombra del submarino (2004), otra obra del autor y una de las historias reales más fascinantes y electrizantes que han llegado a las listas de éxitos de ventas en los últimos años. Tras la sombra del submarino trataba del descubrimiento de un sumergible alemán que naufragó frente a la costa de Nueva Jersey, pero abarcaba mucho más: las dramáticas historias de vida y muerte de los buzos, sus febriles esfuerzos por identificar la nave, y hasta su delicadeza al explorar una embarcación llena de combatientes enemigos muertos tan jóvenes. La suerte acompañó a Kurson cuando fue a dar con John Chatterton y Richie Kohler, el equipo de Tras la sombra del submarino, y con la historia de su vida para un escritor de aventuras reales.



Cazadores de piratas también posee sus buenas dosis de emoción. El autor tiene la fortuna de contar con el intrépido Chatterton interpretando un bis, pero muchas cosas han cambiado: Tras la sombra del submarino convirtió en famosos tanto a los dos buzos como a Kurson, y ninguno de los tres tiene ya esa venturosa naturalidad. Cuando empieza el libro, Kohler ha hecho todo lo que ha podido por apartarse de la luz de los focos volviendo a Nueva Jersey, ante el horror de Chatterton, el tipo duro.



Así que este último tiene un nuevo socio y una nueva misión. Chatterton ha unido fuerzas con John Mattera, un guardaespaldas convertido en buzo cuyos antecedentes tienen esa cualidad más extraña que la ficción tan del gusto de Kurson, para rastrear galeones hundidos. Ambos han invertido un montón de tiempo y dinero en su empeño cuando de repente oyen el canto de sirena -¡arrrrg!- de los piratas.



Resulta que los dos buzos han estado obsesionados con los piratas desde que fueron lo bastante mayores como para decir "John Silver El Largo". Pero solo conocen los tipos de Hollywood, que en la mente de Kurson son un poco excesivos, ya que el autor pone el glamur de la especie por las nubes.



El libro posee buenas dosis de emoción y los protagonistas están obsesionados con los piratas y sus tesoros perdidos

Al empezar el libro, el buscador de tesoros de 69 años Tracy Bowden, "una leyenda en el mundillo", se pone en contacto con ellos y les habla de Joseph Bannister, un capitán de barco inglés de la ruta Londres-Jamaica que robó el Golden Fleece, la nave a sus órdenes. Para el propósito del libro, esto lo convirtió en el pirata más grande de todos los tiempos. Bowden ha arrendado los derechos de agua frente a la costa de Santo Domingo, en la República Dominicana, y quiere que los buceadores se olviden de su último proyecto de buscar un galeón y encuentren el Golden Fleece. Como dice el libro: "‘Es la mayor historia de piratas de todos los tiempos', asegura Bowden. ‘Y nadie la conoce. Quiero el Golden Fleece". Los buzos entienden que "Bowden hablaba de ir tras un barco pirata capitaneado por un hombre que parece aún más osado que todos esos espadachines de las películas de Hollywood". No importa que esa Unesco tan inoportuna haya tomado medidas enérgicas contra los buscadores de tesoros que se llevan el botín robado de los barcos hundidos. Nuestros cazadores de piratas correrán una carrera contrarreloj cuyo único propósito es hacer que su misión parezca mucho más emocionante. Y noble, también. La tortuosa lógica del libro presenta a los buscadores de tesoros sin ningún interés por conseguir fama y riqueza, sino más bien por hacer historia. Porque la historia es importante, ya que esto es tan histórico. Y si pueden encontrar el barco capitaneado por un pirata poco conocido... Bueno, Chatterton tiene muchas convicciones, y esta es una de ellas: "Hazlo ahora. Nadie tiene el mañana garantizado".



De acuerdo. Listos para la misión. La caza tiene tensión, puesto que está repleta de obstáculos, incluida la terca resistencia de Bowden cuando los buzos de pronto lo ven claro: todos los demás se equivocan. Hay una sensación compartida de saber con certeza dónde se tiene que encontrar el barco pirata, y los buzos dedican mucho tiempo a explorar la zona antes de que la invadan los equipos de la competencia. Pero en ningún momento hay una buena razón para dar por bueno ese sitio en particular. Y cuando nuestros héroes empiezan a evocar el principio de la navaja de Ockham y a seguir la lógica de Bannister, el pulso del libro remonta considerablemente.



Puesto que el relato es relativamente breve, Kurson opta por frecuentes digresiones. Vale la pena conocer la historia del pasado de Mattera: que creció entre la familia Gambino en Staten Island, que fue tratado como un hijo por un patrón especialmente bien situado, que luego tomó todo lo que había aprendido y empezó a estudiar en la academia de policía, y que más adelante tomó todo lo que había aprendido en ella y entró en los servicios de seguridad privada. Su adaptabilidad es mucho más interesante que el capítulo en el que Kurson intenta introducirse en la jerga del siglo XVII ("¡Responded, perros!, ordena el capitán pirata"), aunque en él adquirimos algunos conocimientos inestimables. Si alguna vez quieren maldecir como un pirata en vez de limitarse a hacerlo como un marinero, plantéense "Vengo del infierno y te llevaré a él personalmente" como opción.



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