Arranca este sábado La Vuelta a España, buena ocasión para recordar el duelo librado por Eddy Merckx y Luis Ocaña en 1973 a partir de las crónicas de Simón Rufo compiladas por Gallo Nero, que completan su trilogía literaria sobre ciclismo.

En 1973, Eddy Merckx llevaba ya varias temporadas ejerciendo una tiranía victoriosa casi infalible tanto en el Giro de Italia como en el Tour de Francia. Nadie era capaz de seguir la estela del Caníbal o el Ogro, apodos con que bautizaron su hambre omnívora de títulos. Era un ciclista casi imbatible por su dominio integral de todos los terrenos: coronaba los puertos sin demudar el gesto y los descendía como una flecha, rodaba con la potencia propia de la escuela belga en el llano, era un contrarrelojista versátil y determinado y, cuando tocaba esprintar, se codeaba con los mejores especialistas de la velocidad. Una máquina, vamos.



Su querencia por el Giro y el Tour le habían mantenido apartado de la pelea por la ronda española. Pero en 1973 decidió incorporarla a su currículum. Y parecía que nadie podría impedirlo. El día que confirmó, por fin, que venía a España Simón Rufo estaba en la redacción del periódico As, en el viejo edificio Rivadeneyra, en la Cuesta de San Vicente de Madrid. El tableteo de los teletipos, esa gloriosa sinfonía del periodismo añejo, confirmó la noticia. Sus crónicas de esa edición, escritas a golpe de etapa, las ha compilado cuarenta años después la editorial Gallo Nero.



Que el triunfo de Merckx era cosa hecha se lo advirtió Gerardo García, redactor jefe de fútbol: "Pues ya sabes: la Vuelta ya tiene ganador. Da igual quienes vengan, si no lo ha ganado ya, ha sido simplemente porque no ha tenido tiempo de disputarla". No era necesario afinar mucho la intuición para emitir un veredicto así de rotundo. Pero si lo decía García, su carácter terminante se acentuaba. Este periodista había hecho gala de fino olfato reporteril en el Tour de 1967, que cubrió para Marca por una baja inesperada de la rúbrica especializada del diario. "Las jeringuillas se emplean con tanta ligereza como descaro a plena luz del día, en plena carrera, y no me sorprendería que esto acabase en tragedia", denunciaba en una de sus crónicas. Ese mismo día, Tom Simpson murió en el Mont Ventoux. Desde entonces, la sombra del dopaje no ha dejado de velar la épica del ciclismo.



Pero esa es otra historia. Volvamos a la España de 1973, época en que la Vuelta paralizaba el país. En la salida de Calpe, el 26 de abril, la única esperanza de que Merckx no certificase su holgada hegemonía era Luis Ocaña. Sólo él, dentro de un pelotón de 80 corredores, podía tener alguna opción. El conquense del equipo Bic había protagonizado vistosos piques con el Caníbal en el Tour, batiéndole en etapas concretas. Pero el trazado desde luego no le ayudaba en absoluto. Sus 3.091 kilómetros estaban muy escasamente jalonados por puertos duros. Ocaña tenía la esperanza de que el calor lo endureciese. Además, tenía otro problema: las generosas bonificaciones de las metas volantes, que a buen seguro Merckx, hábil sprinter, aprovecharía lo máximo posible.



Y así fue. El 'Montruo' (así lo llamaba el castizo público español) se vistió de amarillo ya en la primera jornada, un breve prólogo en la localidad levantina que se adjudicó con una ventaja sobre Ocaña (cuarto al final) de seis segundos. José Pesarrodona se lo arrebató tras un ataque valiente en el páramo manchego y lo mantuvo, interinamente, unas pocas etapas. Pero Merckx, sabio administrador de las bonificaciones, no tardó en apoderarse del liderato de nuevo. Y ya lo mantuvo hasta la llegada en San Sebastián (no terminaba en Madrid). En la capital donostiarra se impuso también en la clasificación de la regularidad, las metas volantes y de la combinada. Sumó en total seis victorias parciales. Ocaña no pudo hacer más que mantener la dignidad en la etapa reina, con final en Miranda de Ebro. En las rampas de Orduña demostró una fortaleza que, meses después, le auparía a lo más alto del podio en un Tour en el que Merckx decidió no participar. Adujo una saturación en el calendario pero no faltaron quienes sospecharon que rehuyó a conciencia la batalla con un Ocaña en plenitud.



Con La Vuelta a España, Gallo Nero completa su trilogía literaria consagrada al deporte del pedal. Los otros dos títulos que ha editado son El Tour de Francia, donde Mario Fossati, enviado especial de La Gazzetta dello Sport, documenta las gestas de su compatriota Fausto Coppi en una edición, la de 1952, en la que el pelotón se enfrentó por primera vez a mítico Alpe D'Huez. Y El Giro de Italia, donde el novelista Dino Buzzati, que se curtió como cronista del Corriere della Sera, sigue el día a día de un pulso antológico entre el campionissimo Coppi y el gran Gino Bartali. Su conjunto de artículos nos regala un vívido fresco de la Italia de 1948, que intentaba reponerse de los estragos del fascismo y encontró en la tenacidad de esos dos héroes un ejemplo para mirar al frente.



@albertoojeda77

Gregarios y leyendas

Otros volúmenes de aparición reciente con los que podemos complementar el disfrute de nuestra Vuelta son Gregario (Contra), firmado por Charly Wegelius, que nos ofrece testimonio honesto y descarnado de los segundones del ciclismo: la precariedad contractual, las caídas a alta velocidad, la certeza de saber que los podios son territorio vedado, los hoteles de mala muerte... El otro, Las leyendas del Tour de Francia, es una novela gráfica manufacturada por el ilustrador Jan Claijne, que traza en Las leyendas del Tour de Francia (Principal) viñetas de la suculenta historia de la ronda gala: sus orígenes aventureros, sus trastienda sórdida (la EPO, el escándalo del PDM y el Festina, Amstrong y sus trampas...), sus figuras legendarias (Coppi, Anquetil, Mercks, Indurain...).