Borges

La historia de estas grabaciones ya ha sido contada: Borges dio cuatro conferencias en 1965, en Buenos Aires; un emigrante gallego, Manuel Román Rivas, las grabó y años después, ya de vuelta de Argentina, se las regaló a su amigo José Manuel Goikoetxea, que en 2002 se las entregó al escritor Bernardo Atxaga. Dudó Atxaga entonces de su autenticidad. Pero primero Edwin Williamson, biógrafo de Borges, y más tarde María Kodama, confirmaron que las grabaciones eran auténticas. Hubo una rueda de prensa. Y ahora los textos, anotados por Martín Hadis, se publican en un libro, El tango (Lumen), que incluye un enlace en el que se pueden escuchar las lecciones impartidas por el escritor.



El libro plasma una vieja pasión del argentino. Lentamente, con su característica cadencia, Borges va al origen del tango en 1880, fecha que reconoce aproximada. ¿Cómo era aquel Buenos Aires?, se pregunta. "Todo Buenos Aires era entonces el barrio Sur". Borges aprovecha la memoria de su madre, y también las fotografías, los libros y su imaginación, para recrear aquella ciudad ("una ciudad de casas bajas, provinciana") en que "surge oscuramente, clandestinamente, el tango". Reconoce Borges cierto desacuerdo en cuanto al lugar, si bien él, como porteño, se inclina por la capital de Argentina. Es, claro, un Buenos Aires previo a Borges, que nació "cuando la ciudad ya se había extendido". Según Bioy, fue esta una época, finales del siglo XIX, "en la cual se sabía quién vivía en cada casa".



¿Y qué hay de la palabra "tango"? "A mí me suena a africana o pseudoafricana, como la palabra milonga", dice Borges, aunque confiesa desconocer la etimología. Borges cree que, como el jazz en EEUU, el tango surge en las "casas malas". Y matiza el origen "arrabalero" del tango, que no nació en los barrios pobres, sino en lugares de mala fama donde iban las clases populares, pero también los "niños bien": "No se hablaba de arrabal, se hablaba de las orillas, y esas orillas eran no solo las orillas del agua, sino, sobre todo, las orillas de la tierra. Y las orillas típicas, las más características, eran las orillas de los corrales, de los corrales viejos, es decir, orillas de la tierra, de troperos, y de lugares de diversión también para esa gente".



Eran casas de mala vida, pero se tocaban instrumentos que correspondían a economías superiores a las de los "compadritos": el piano, la flauta, el violín; cuando el instrumento popular por excelencia era la guitarra, no había forma de ver una acompañando a un tanguero. "El tango, ese reptil de lupanar": he aquí la cita exacta de Lugones que, según Borges, resume el origen de la música que él escuchaba de niño y que, decía, era "un símbolo de la felicidad".



El tango tiene una "raíz infame", así pues. Dice el escritor: "Y luego los niños bien, patoteros, que eran gente de armas llevar, o de puños llevar, porque fueron los primeros boxeadores del país, lo llevaron a París. Y cuando el baile fue aprobado y adecentado en París, entonces, el barrio Norte, digamos, lo impuso a la ciudad de Buenos Aires, que ahora lo acepta, y es una suerte que haya ocurrido así". El interés de Borges por las figuras del compadrito y del guapo ("simplemente un hombre que estaba listo a pelear, con uno o con muchos"), es notable en la segunda conferencia. En la tercera llegamos al esplendor, entre 1910 y 1914. "Porque en 1914 llega la Primera Guerra Mundial y el tango, naturalmente, queda anegado bajo esa guerra".



Recrea Borges el ambiente porteño en 1910, año del primer centenario argentino, cuando en medio del júbilo general, llegó la noticia que "nos conmovió a todos: el hecho de que el tango se bailaba en París y, posteriormente, en Londres, en Roma, en Viena, en Berlín, hasta en San Petersburgo". Un tango ya "adecentado", apoyado en un bandoneón. Y así que el tango, que nace de la milonga, "y es al principio un baile valeroso y feliz", va con el tiempo "languideciendo y entristeciéndose". A Europa ya llega como un baile "lento, melancólico y voluptuoso". En un libro de Sábato se lee entonces que "el tango es un pensamiento triste que se baila". Borges desaprueba la frase, pues para él la música no es pensamiento, sino emoción. Y sitúa en Gardel el giro dramático del tango. Antes, dice, en sus orígenes, el tango era "más valiente y estoico, porque era menos imaginativo". Ya que, termina, "el miedo existe en imaginarse las cosas malas antes de que ocurran".



@albertogordom