El lector que se interne en este libro verá pronto justificado el entusiasmo puesto por su editor, Andreu Jaume, en la nota previa. Poesía reunida. Aforismos (Lumen) es resumen y esencia de toda una vida de pensamiento, si bien que distribuido en versos y sentencias. Un poco a regañadientes (lo explica él mismo), Ramón Andrés (Pamplona, 1955) aceptó recuperar sus primeros poemarios, y enfrentarlos a un libro inédito, Siempre génesis, escrito entre 2013 y 2015. En cuanto a los aforismos, más recientes, vienen a enriquecer la trayectoria iniciada en Los extremos (2011). Se incluye también el libro inédito Puntos de fuga, escrito en los últimos tres años, y Malas raíces (2010-2015). A la espera de que el 11 de octubre llegue a las librerías su nuevo ensayo, Pensar y no caer (Acantilado), el autor ha conversado con El Cultural sobre literatura y humanismo, y sobre algunos de los problemas de España.
Pregunta.- Cuando se refieren a sus libros, los críticos suelen destacar siempre la erudición, pero creo que no le gusta que digan de usted que es un erudito. ¿Por qué?
Respuesta.- Es cierto lo que usted dice. No sé explicarle el porqué, pero no me siento cómodo. No me considero un erudito sino un buscador, un habitante de las bibliotecas, alguien que necesita escarbar en los libros para sobrevivir. Digámoslo de manera más sencilla: un simple trapero que va en busca de algo con que salvar el día.
P.- El aforismo como herramienta para pensar ha sido -y es- utilizada por grandes filósofos. ¿Pero cómo de fructífera es esta tradición en España?
R.- Desconozco la causa por la cual el aforismo, en general, no está bien visto en España. Puede que sus autores, al menos una parte significativa de ellos, hayan caído en la ocurrencia o en la anécdota o, lo que es peor, en la búsqueda de la genialidad, cosa que suele pagarse con el ridículo. Un aforismo es, o debería ser, de escritura muy exigente. Lo contrario, lo desacredita.
P.- A Ferlosio precisamente le preocupaba que sus pecios se quedaran en el ingenio o el chiste.
R.- Sánchez Ferlosio sabe muy bien de este peligro. No puedo estar más de acuerdo con él.
P.- ¿Cuánto hay de imagen y cuánto de pensamiento en un buen aforismo?
R.- Un buen aforismo es, o debe ser, sobre todo, pensamiento.
P.- ¿Y en los poemas? Hay quien dice que la poesía es pensamiento más emoción. ¿Cuánto de lo uno y lo otro quiere que haya en sus poemas?
R.- La poesía es otro terreno, tiene que activar todo el potencial de la mente. No es que el ensayo no pida eso también, pero la poesía burla la razón con mayor facilidad. En cualquier caso, todo lo hecho a conciencia requiere de una escritura radical.
"La escucha profunda es un modo de espera. Hay que esperar para comprender las cosas, el mundo"
P.- ¿Utiliza los aforismos y poemas como cuadernos de trabajo para los ensayos? ¿Se considera más poeta, más ensayista...?
R.- En realidad no puedo disociar mucho entre géneros a la hora de escribir, aunque sean formas ciertamente distintas. Ocurre lo mismo con un compositor que en su catálogo figuren sinfonías, cuartetos de cuerda, música vocal y obra escénica. No veo oposición en alguien, como es mi caso, que pueda publicar un diccionario de 1.800 páginas y a la vez escribir un poema de veinte versos. Acerca de los cuadernos que usted menciona, escribo mucho a mano, no por un afán antiguo, sino porque el papel me sitúa mejor que la pantalla, contra la que no tengo nada.
P.- Llega un momento de su vida en que usted abandona la poesía en favor del ensayo y el aforismo, para volver en los últimos años a ella. ¿Tiene alguna explicación a esta trayectoria?
R.- Se debe, antes que otra cosa, y siendo sinceros, más a una cuestión personal. He pasado años muy difíciles y me he tenido que conformar -y no es poco- con leer poesía y no escribirla.
P.- ¿Qué importancia tienen la escucha y el silencio en su obra poética y aforística? Usted lo elogia a menudo en precedentes como Pascal.
R.- La escucha, la escucha profunda, es un modo de espera. Hay que esperar para comprender las cosas, el mundo. Poner el oído en la realidad, y no solamente los ojos, completa la aprehensión de lo que ocurre alrededor.
P.- En un aforismo, dice: "El tiempo que crees haber perdido es, sin embargo, el de tu historia más esencial"; o hablas de esa "luz a costa de vivir oscurecido". ¿Siente el intelectual, al paso del tiempo, que tenía que haber vivido menos entre los libros y más "cerca" de la calle?
R.- Los libros nunca me han alejado de la calle, al contrario. Siempre he tenido una gran preocupación social y he observado la política con detenimiento. Cuanta más información mayor es la capacidad de respuesta, de "contestación".
P.- ¿A alguien dedicado a las humanidades como usted qué se le pasa por la cabeza cuando asiste al arrinconamiento de las humanidades que se está dando en colegios y universidades?
R.- En ello veo el avance del enemigo, del que necesita propagar y velar por la ignorancia para afianzar el poder, cosa que hacen los unos y los otros. El Estado, y ahora la Economía, o, digámoslo directamente, necesita de súbditos que consuman y obedezcan, que no piensen, que vayan con su propia muerte en las manos, que la alimenten, y, llegado el momento, cuando ya no sean necesarios, se la administren. Hoy, para el Sistema, un individuo es ante todo rentabilidad; no es ya un ciudadano sino un cliente.
"España es un país extraordinariamente complejo, lleno de resentimiento y rencillas"
P.- En su obra hay un interés por la muerte ("La muerte no está al final de la vida; está en su centro", escribe) que ya se ve en otros libros, como Semper dolens. La pregunta quizás es muy general, pero ¿qué le interesa tanto de la muerte? ¿En qué actitudes del occidental cree que se manifiesta esa centralidad de la muerte?
R.- No es que me interese la muerte. En realidad no me interesa nada. Lo que sí me interesa es observar cuánta muerte generamos en nosotros gracias a nuestros deseos y a la necesidad de creerse único, diferente, que es tanto como decir superior. La muerte es eso, no es una fecha.
P.- ¿Qué importancia tiene la música en tu poesía?
R.- Quizá sea por un defecto profesional o de formación, pero no puedo concebir un verso, ni tampoco una línea que no tenga su música o, al menos, su sonido.
P.- Le cito: "I-spn-ya-. Aquí el ingenio sólo se usa para poner apodos. Un país vengativo, de reyerta y rencor, hecho a la envidia y de amarga ignorancia, exigente (con los demás), alborotado, de moral tullida, grosero, resentido, guerracivilista, panzudo y siempre hambriento, bostezador, de camarillas, desdentado, timador, ratero, último". Así escrito, parece una condena inevitable. ¿Lo es? ¿Puede un país sobreponerse a semejantes atributos?
R.- España es un país extraordinariamente complejo, lleno de resentimiento y rencillas. Engañamos con el sol, las playas, el vino y la simpatía. España siempre ha sido sostenida por personas secretas, anónimas, valiosas, esforzadas, aisladas, menospreciadas, inteligentes y a veces geniales.
P.- ¿Tiene el bloqueo institucional que estamos viviendo algo que ver con estas características tan españolas?
R.- Por supuesto. Todo lo que está ocurriendo es pura ideología. El dinero puede servir para vivir mejor o para someter al otro. Lo que está ocurriendo institucionalmente es lo segundo.
P.- Ha estudiado, y estudia, no solo la tradición occidental, sino también otras, como las diversas orientales, de las que es muy buen conocedor. ¿Qué significa para usted Occidente? ¿Cree que se malentienden Oriente y Occidente? ¿Son mutuos esos malentendidos?
R.- Existe un mutuo y lejano malentendido en las culturas que han florecido en Oriente y Occidente. En realidad, quien se precie del deseo de entender y de no aferrarse a sus cosas, cada vez encontrará más afinidades. El Tao no es incompatible con Spinoza o Husserl; la música del norte de la India o de China y Japón no se opone a Desprez, ni a Bach ni a Ligeti.