Charles-Agustin Sainte-Beuve
Charles-Agustin Sainte-Beuve (Boulogne-sur-Mer 1804-Paris 1869) es el crítico literario más relevante del siglo XIX. Desde sus primeros artículos sobre Victor Hugo fue capaz de inventariar, enjuiciar y urbanizar la literatura francesa y sus aledaños. Su honrado y concienzudo esfuerzo le causó numerosos disgustos con la nobleza y la política de su tiempo. Pagó con soledad el desapego de amigos como Lamartine, Vigny o George Sand que, ante su compromiso con la verdad literaria, se consideraban traicionados por textos que, más allá de la fácil alabanza, evaluaban la calidad de lo escrito.Poeta y novelista, su voluminosa obra ha tenido considerable influencia hasta bien entrado el siglo XX. Entender la literatura francesa, desde el periodo que se inicia con el Renacimiento hasta la actualidad, es imposible sin acudir a unos textos que acopian una ingente cantidad de información social y literaria. Todavía hoy el llamado "padre de la crítica moderna" tiene mucho que ofrecer. Sus investigaciones sobre la transformación de la industria editorial tiene concomitancias, tal como afirma Donald Sasson en Cultura (Crítica, 2006), con los trabajos de Adorno, Herbert Marcuse o Walter Benjamin (Escuela de Frankfurt) contra la degradación propiciada por el impulso hacia la cultura de masas a cuenta de una industria cultural obsesionada por el dinero.
Sainte-Beuve era un botánico de la mente humana y como Saint Simon era capaz de ver el costado social de la creación artística. Benedetta Craveri lo subraya con acierto en el magnífico prólogo que abre este volumen. La crítica literaria sería inseparable del estudio del contexto social en que se produce y del análisis de la vida de quien escribe. Así lo ha visto, junto a Brandes y otros muchos críticos, Jorge Guillen en El hombre y la obra (Diputación de Valladolid, 1990). Entender al autor poniéndose en su lugar y ser capaz de descifrar su escritura a la luz de la época es, justamente, la médula de los catorce relatos que Acantilado ha puesto a nuestra disposición en esta cuidada y bien traducida edición.
Educado por una madre viuda y una tía, el padre murió antes del nacimiento. Estudió tres años de medicina en Paris. No quiso ser médico y ya en 1824 se dedica al periodismo literario. Sus artículos son aclamados por los jóvenes románticos. Víctor Hugo le adora y Sainte-Beuve se enamora de su mujer. Adèle Hugo será un amor incompleto, un doble fracaso. Traición al amigo y a la propia relación. Nuestro autor padece el hipospadias, enfermedad que le impedirá de por vida pasar de las palabras a los hechos. Nunca acudirá al matrimonio, ni siquiera al de conveniencia, tan común en la época.El libro trata de formular el concepto de cultura de Sainte-Beuve: tradición, decoro y estabilidad
Tras unos años en los que publica poesía, aparece una novela de ficción intimista, Volupté, editada en 1934 en España por Espasa Calpe, seguramente por consejo de Ortega y Gasset, buen conocedor de su obra. Dejando aparte Port-Royal (1840-1859), su magna obra de recreación crítica, escrita sobre conferencias dadas en la Academia de Lausana entre 1837 y 1838, la obra crítica de Sainte-Beuve, como señala la excelente edición de 1926 de Garnier, conforma una cuarentena de volúmenes que el sello parisino encuadra en los Portraits littéraires, los Portraits de Femmes, los Portraits contemporains, los Premiers Lundis y las Causeries du Lundi ("Conversaciones del lunes"). A este largo rimero de libros Garnier consideró que se debían añadir dos títulos más: las Chroniques parisiennes y los Cahiers de Sainte-Beuve.
Este formidable conjunto de textos marcará la etapa más exitosa y madura del autor. El propio Sainte-Beuve narra este nuevo punto de inflexión en el primer de los tomos en los que Garnier publicó Causeries du Lundi. A la vuelta en Paris de un año de docencia en Lieja en 1849, se encontraba animoso y con ganas de escribir y de olvidar la soledad de su curso universitario en Bélgica. En esa situación anímica le llegó una oferta indeclinable de M. Véron, director a la sazón del periódico El Constitutionel. Se le pedía un artículo extenso -tres mil palabras-, bien pagado y con libertad para elegir la temática; la única condición era que debía aparecer todos los lunes. Hasta casi su muerte en 1869 publicará con un éxito singular los artículos que más tarde irán conformando los volúmenes que ya hemos señalado. Éxito tal que le obligará a aceptar ofertas de otros periódicos.
Retratos de mujeres vio la luz en formato libro en 1844 para luego ser reeditado por Garnier. Los catorce textos, desde Madame de Sévigné hasta Madame Récamier pasando por Madame du Deffand, tratan sobre todo de formular el concepto de cultura que en Sainte-Beuve está basado en un fuerte sentido de la tradición, el decoro y la estabilidad. Para él, la mas alta manifestación de la cultura francesa es el universo de los salones de Madame du Deffand en la Francia prerrevolucionaria o el de Madame Récamier en su propio siglo. Visitaba con frecuencia el salón de la princesa Matilde, prima de Napoleón, y el de Madame Récamier.
Mujeres brillantes, misteriosas, reinas de la elegancia y delicadas. Nada escapa a la observación de Sainte-Beuve
La idea de crear un espacio civilizatorio de conversación, encuentro y tolerancia (tan del gusto de Theodore Zeldin, como ya hemos señalado en El Cultural) en torno a una mujer arranca de lo que fue el célebre Hôtel de Rambouillet. Situado en parte de lo que hoy es el parisino Palais-Royal, fue el centro intelectual de la mejor sociedad parisina de la primera mitad del siglo XVII. Además de ser el hogar familiar de la marquesa de Rambouillet (1588-1655) fue también el primer gran salón. Casada a los doce años con Charles d'Angennes, marqués de Rambouillet, tuvo la osadía de crear un espacio de reunión en el que tanto hombres como mujeres podían interaccionar y comunicar ideas y sentimientos con libertad. El último escándalo, el evento literario del momento o cualquier otro motivo de charla daban lugar a elaborados debates en los que no era rara la presencia de Malherbe, Saint-Évremont, La Rouchefoucault, Bossuet, Corneille o Madame de Longueville. Su salón conformó un modelo imitado por otros como el de Madame de Longueville, también retratado en este volumen. Este preciosismo, la delicadeza y el cuidado lenguaje de los salones influyó en la literatura francesa hasta alcanzar su cénit hacia 1750. Cristalizado el modelo Hôtel de Rambuillet, fue adoptado por excepcionales mujeres que supieron darle continuidad como leemos en estas paginas.Es difícil establecer una prelación en estos catorce retratos de mujeres que deslumbraron por su inteligencia, belleza y gracia. Si Chateaubriand reinaba en el salón de Madame Récamier, su presencia debía ser compartida con Benjamin Constant, Boileau, el escultor Canova o el impertinente príncipe Augusto de Prusia, uno de los derrotados por Napoleón en Jena. Armonizar enamorados, amigos, amantes, artistas, nobleza o alta burguesía exigía un saber hacer, un tacto, una finura y una capacidad de orden admirable y dificil.
Todo lo que rodea a estas fascinantes mujeres, incluidas ellas mismas, es lo que se traslada con genio y potencia a estas páginas, sin olvidar nunca ni el contexto social, ni la psicología de sus personajes, ni las relaciones de poder. En este sentido, son espectaculares las líneas dedicadas a Fouché (1759-1820), director de la policía de Napoleón, responsable de la censura de libros, obras de teatro y periódicos y, cómo no, habitual de los salones.
Mujeres brillantes, festejadas, misteriosas, reinas de la elegancia y de la moda, delicadas, tenaces. Nada parece escapar a la capacidad de observación de Charles-Agustin Sainte-Beuve. Nada, incluso el momento en el que la biología siembra la duda del retiro en tan privilegiados seres.