"Se trata de la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial". Así de tajante se muestra el politólogo francés Sami Naïr (Tremecén, 1946), que lleva décadas estudiando el fenómeno de las migraciones y los movimientos de población. El antiguo eurodiputado no esconde su desencanto con los cimientos de la actual Europa y con su respuesta a una crisis que lleva implícita el replanteamiento de nuestra escala de valores a nivel continental. En su último libro Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria una solución real (Crítica), Naïr critica la respuesta actual del viejo continente y propone medidas concretas al problema migratorio, una catástrofe humanitaria que Europa ha visto crecer, primero con impotencia y luego con recelo, durante los últimos años. Sobre la mesa, las conclusiones de la última reunión de urgencia de la ONU sobre el tema, de la que ha salido un acuerdo del que Naïr asegura que "es un texto muy bueno, perfecto, pero no es vinculante y por lo tanto no es la solución".
Pregunta.- Su libro se titula Refugiados, pero el primer problema es que no reciben ese trato, sino el de inmigrantes económicos.
Respuesta.- Esta malversación semántica no tiene nombre. La Unión Europea ha transformado a los refugiados, y para respetar falsamente la ley internacional les tilda de inmigrantes económicos. Yo hablo de refugiados sirios, eritreos, iraquíes, afganos... refugiados en el sentido propio de la legalidad internacional recogida en la Convención de Ginebra de 1951, gente que ha tenido que abandonar su hogar por los bombardeos, por los asesinatos. Existe una obligación legal con esta gente, una obligación ya no moral sino jurídica, que tenemos al ser cofirmantes de los textos fundadores de la ONU y de la UE. Europa ha pisoteado estos textos legales incumpliendo las reglas de la convención, ejecutando expulsiones colectivas y no otorgando los medios para regularizar su situación. No les han dado un tratamiento humano e incluso han impuesto condiciones de esclavitud en los campos.
"Existe una obligación legal con los refugiados que tenemos al ser cofirmantes de los textos fundadores de la ONU y de la UE"
P.- En este sentido nace el pacto entre Alemania y Turquía, que después aceptó el resto de países y que usted ha calificado como "vergonzoso".
R.- La situación era insoportable para Turquía que acogía a enormes cantidades de refugiados. Así que abrió las fronteras y después empezó a negociar con Europa. La UE le ofreció dinero a cambio de que se quedara con los refugiados en su país. Hizo lo mismo que otros gobiernos europeos, pedir ayuda económica. La vergüenza mayor recae del lado europeo, que mediante el acuerdo pretende escapar de la legalidad internacional sustituyendo en todo el texto la palabra refugiado por inmigrante irregular. Esa manipulación semántica es una de las más grandes vergüenzas de la Unión Europea porque a raíz del acuerdo se han dado los medios legales para las expulsiones. Hay un dicho en francés: "la hipocresía es el mejor homenaje que el vicio rinde a la virtud".
P.- El problema viene de lejos, ¿por qué ha fracasado el modelo migratorio europeo, el espacio Schengen?
R.- El modelo europeo fracasó porque no correspondía a la realidad del mundo en el que vivimos. El sistema Schengen estalló porque estaba previsto para gestionar los flujos migratorios en un contexto de crecimiento económico, pero no hubo un crecimiento real desde entonces. La crisis de 2008 ha puesto en evidencia la situación de estancamiento de la UE y hasta hoy, salvo Alemania, todos los países están en estado de recesión. El sistema Schengen, que se basaba sobre parámetros a la alta, se encontró con parámetros a la baja. Era una utopía totalmente negativa decir "vamos a construir un sistema cerrado con una política fronteriza común cerrada que va a obligar a la pobreza del sur del Mediterráneo o de los países del Este quedarse ahí tranquila. Mientras nosotros vamos a seguir con nuestro modelo de vida". La realidad ha demostrado que desde 1989 hasta hoy, Schengen está abierto por todas partes. La gente atraviesa de manera ilegal, muchas veces muere, y son las mafias las que gestionan ese sistema.
P.- Actualmente Europa ha externalizado el problema, ¿hemos comprado nuestra seguridad?
R.- Para solucionar el desarrollo de las inmigraciones ilegales, Europa creó en sus fronteras su propio limes romano, pagando a otros estados para mantener campos de retención de refugiados. Hicimos de estos países estados policiales. Y todos funcionaban. El mejor aliado de Europa fue Gadafi, que tuvo muchos campos en Libia y detenía a miles de personas. En Turquía hay una verdadera barrera de campos, que no datan de 2015, sino de 1990. Pagamos a Turquía por detener a la gente y desde hace años hay campos en todas partes: en el Magreb, en Oriente Próximo, en los países del Este…. Esta política llamada externalización está creada únicamente como cortina para no aplicar el Derecho Europeo, porque si los inmigrantes no llegan a territorio europeo...
P.- Todo el artefacto se ha ido resquebrajando poco a poco, por ejemplo, ¿cómo afectaron las Primaveras Árabes a la política migratoria europea?
R.- Europa apoyaba a las dictaduras para hacer esa política. La Primavera Árabe desestabilizó ese sistema de pactos con las dictaduras, pero ahora todo ha vuelto poco a poco a la normalidad. Los campos siguen existiendo en Libia, Túnez, Egipto... La UE sigue teniendo una política de "cooperación policiaca" con estos países. Es una situación dramática porque no es la solución. No digo que haya que abrir las fronteras, porque el sistema económico no lo permite, pero tenemos que poner en marcha otra política de gestión. Es más importante invertir económicamente en estos países para evitar que las poblaciones tengan que emigrar. Con lo gastado en los 223 km de muros y vallas de Europa se podría desarrollar económicamente un país como Tunez.
"En Siria, Europa no ha intervenido como potencia porque no existe como tal, no tiene ejército, gobierno, política exterior..."
P.- Otro punto caliente a nivel de refugiados es la guerra de Siria, ¿qué puede hacer Europa para cortar el flujo en origen?
R.- Europa ha tenido una visión extraordinariamente inocente de este conflicto. El problema clave es que Europa no tiene política exterior. En Siria, Europa no ha intervenido como potencia porque no existe como tal, no tiene un ejército, un gobierno europeo, una política exterior... Intervienen Francia y Gran Bretaña, bombardeando y diciendo que luchan contra el Estado Islámico, pero esta es una verdad a medias, porque han tomado una posición radicalmente opuesta al régimen de Assad, pidiendo la destrucción de su régimen político. Y hoy se dan cuenta de que para solucionar el problema del EI deben aliarse con Assad. Para no provocar una guerra civil. Los rusos y los norteamericanos son los que deciden en última instancia, las dos granes potencias. Han conseguido un acuerdo que no funciona bien ahora pero que lo hará, aunque no están de acuerdo sobre el porvenir del país.
P.- Volviendo a los refugiados, en principio Europa se mostró solidaria, pero eso ha pasado gran factura política y los líderes nacionales se han replegado.
R.- Grecia e Italia se portaron más o menos bien, frente a la llegada han acogido gente y puesto medios. Al contrario que la República Checa, Polonia o Hungría, que es un gobierno de extrema derecha que no debería pertenecer a la UE. Por desgracia, los griegos ahora están siendo mucho más duros porque Alemania, que también ha traicionado su buena primera intención, ha impuesto una gestión mucho más estricta de los refugiados. Los gobiernos nacionales están maniatados porque están obligados a aplicar una política de austeridad que provoca la destrucción social, y así legitiman el discurso de la extrema derecha que utiliza a los refugiados como combustible para desarrollarse políticamente. Estamos en una situación de contradicciones que se nutren entre ellas y que nos hacen ir hacia lo peor. Los gobiernos no tienen alternativa social, no pueden ofrecer algo a las poblaciones, están aplicando una política ultraliberal de recortes, por lo tanto los refugiados son un peligro porque suponen un gasto de dinero.
"La única manera de no perder Europa es empezar otra vez, no por la economía, sino por lo político, construir una unión política real"
P.- Vemos que ante las crisis Europa adolece de falta de una política común y, por tanto, de respuesta real, de autoridad. ¿Cuál es la solución de la Unión Europea?
R.- La palabra Europa significa todo y nada la vez. Europa como poder político no existe. La UE es un conjunto de 27 países cada uno con intereses diferentes en política exterior. Estamos en una situación de impotencia política. Y ésa es una de las razones de la crisis de Europa. No es una crisis existencial, sino política y económica, que es la base de la Unión Europea. Hay una contradicción fundamental en la Unión Europea, no podemos decir a los gobiernos que respeten las exigencias fiscales y pregonen la importancia de los valores. El sistema económico destruye el sistema de valores, esa política ahoga la solidaridad. La única manera de no perder Europa es empezar otra vez, no por la economía, sino por lo político, construir una unión política entre los países europeos, definir objetivos políticos comunes y acoger dentro de este marco los que quieren entrar y los que no, que se queden fuera.
P.- Su libro habla de soluciones reales, ¿qué medida se deben adoptar urgentemente?
R.- Hay que crear un pasaporte de tránsito para los refugiados. Esto va en la misma línea del visado humano que propuso el Parlamento Europeo en 2015, que considera que si esta gente se encuentra en un país que carece de medios para acogerlos, se les debe dar la posibilidad de buscar un país que les acepte, en lugar de dejarlos encerrados en los campos. Esta idea se inspira en el explorador Fridtjof Nansen, Premio Nobel por su defensa de las víctimas de la Primera Guerra Mundial, que tras los cambios de fronteras y ante los millones de desplazados creó el pasaporte Nansen, nombrado en la Convención de Ginebra de 1951. Mi idea tiene que ver con eso, y sería un documento adoptado por la Comunidad Europea y por la Unión. No se trata solo de resolver un problema coyuntural. Estamos en una situación en la que tenemos que tomar conciencia de que se trata de un problema de civilización, no solamente de moral, de saber qué civilización queremos, de elegir entre civilización y barbarie.
P.- En este sentido, ¿qué pueden solucionar cumbres como la de la ONU del 19 de septiembre?
R.- Es un hecho histórico, claro. Por primera vez en más de 70 años se dedica una cumbre a los refugiados. La declaración conseguida me parece un documento muy bueno, perfecto, pero que tiene un gran problema. No es vinculante. Por lo tanto se trata solo de buenas intenciones. Lo que va a ser probablemente vinculante es la reunión que quiere organizar Obama la próxima semana. Necesitamos una política mundial en la que se comprometan las grandes potencias, el Consejo de Seguridad, para transformar este texto en medidas concretas. Y no creo que lo vayan a hacer. Pero como digo al final de mi libro, siempre hay motivos para la esperanza.