Boualem Sansal. Foto: Farouk Batiche
El escritor argelino publica 2084: El fin del mundo (Seix Barral), una distopía de inspiración orwelliana, ambientada en un mundo dominado por el totalitarismo religioso, en la que advierte del poder del fundamentalismo radical y del peligro de no hacerle frente.
Pregunta.- Es evidente la influencia de 1984, de Orwell. ¿Qué papel juega esa novela en su vida y en 2084?
Respuesta.- Leí 1984 en mi juventud, en los años 70, fue una referencia para mi generación y la conozco de toda la vida. Fue muy importante para mí porque me hizo darme cuenta de que el régimen bajo el que yo vivía en Argelia en aquel entonces era una dictadura, así que cambió completamente mi visión de la realidad.
P.- ¿Por qué crear ese disfraz tan elaborado para criticar al islamismo?
R.- Sencillamente porque este mundo es así de complejo. Es un mundo muy difícil de entender a cabalidad y entonces su explicación requiere una trama así de compleja. En la novela, en realidad, en ningún momento se habla de Islam ni de islamismo porque quería dar una visión de lo que podría ser un totalitarismo religioso de manera más general. Por supuesto, si el lector se fija es evidente que se trata del islamismo, pero no quería que se me criticara por hacer un ataque directo hacia el islamismo, sino retratar el islamismo pero sin darle nombre ni apellidos. Al fin y al cabo esto es una novela, y mi pretensión es crear una gran distopía. De todos modos, como satirizo tanto el tema de Dios y su Profeta, en ese aspecto no podía jugármela porque habría sido directamente un blasfemo y podría haber sufrido una fatwa.
P.- ¿Qué comparten y qué diferencia al Islam del islamismo?
R.- El islamismo ha nacido a la vez que el Islam, existe desde el mismo momento en el que nació la religión. Siempre ha habido partidarios de un Islam más suave y armoniosos y de uno más integrista y exacerbado que es lo que conocemos como islamismo. Ese debate y esos partidarios existen desde los inicios. El islam es una religión más con sus defectos y sus grandezas, y el islamismo es su vertiente fundamentalista, que también existe en la historia de otras religiones como la cristiana. Pero en la actualidad el islamismo es algo muy complejo que va evolucionando día a día. El de hoy no tiene nada que ver con el de hace cinco años. Es una corriente que va para largo y se va complejizando, y dará muchos disgustos todavía.
P.- Ahora mismo estamos asistiendo a una reislamización del mundo musulmán, incluso en países tradicionalmente más laicos como Egipto, Turquía, o la propia Argelia, ¿qué elementos generan ese rebrote de religiosidad?La reislamización es un intento de recuperar y de hacer relucir los valores propios de las respectivas culturas árabes"
R.- La historia del islamismo siempre ha tenido altibajos. Tomando el ejemplo de Argelia, durante la ocupación francesa, el islamismo no existía porque en el contexto colonial de la época no se concebía ese tipo de fenómeno. Tras la independencia se impone una dictadura militar y el pueblo se adhiere a las tesis de esa época, al socialismo, al comunismo, al ateísmo… Pero desde hace varios años impera un discurso oficial de arabización e islamización, que el pueblo ha hecho suyo.
P.- ¿Pero por qué ha calado ese mensaje de forma masiva en todas las capas sociales y en todos los niveles culturales?
R.- Hasta cierto punto se puede considerara un fenómeno de moda cultural, como lo fue llevar vaqueros en los años 60. Es un fenómeno de impregnación por moda… Pero además, el mundo árabe ha estado muy acomplejado durante siglos por las diversas colonizaciones: del Imperio Otomano, de las potencias occidentales… Un complejo de inferioridad cultural que llevó a la imitación de Occidente. Pero de pronto se ha producido el efecto inverso, se han hartado y han intentado buscar sus raíces, que en ciertos aspectos, por desgracia, están en el Corán medieval. Por tanto la reislamización es un intento de recuperar y de hacer relucir los valores propios de sus respectivas culturas. Es un fenómeno por tanto de recuperación de su orgullo cultural.
P.- En la introducción advierte del carácter ficticio de la obra, ¿es realmente posible llegar a una deriva tan radical, tan apocalíptica, como plantea la novela?
R.- Pues claro, el apocalipsis está de camino. Prueba de ello es lo ocurrido en diversos lugares, como Argelia con esa guerra de diez años en los años noventa, donde se degollaron a miles de personas por su fe, tenemos el ISIS en Siria, el ejemplo de Afganistán... Aunque sea de manera más parcelada y no de una manera tan totalitaria y global, la brutalidad y la locura del planteamiento de mi libro ya se está produciendo en la realidad y se seguirá produciendo en los tiempos venideros.
R.- Es un problema de muy difícil solución porque no hay propuestas claras. En Occidente supuestamente existe un sistema de libertades que tampoco es tal como parece sobre el papel. En las democracias occidentales la gente no suele ser creyente y nuestro sistema de valores no está basado en la religión, que es una cuestión personal y privada. Como los musulmanes lo que quieren es recuperar la religión como elemento rector de las costumbres y la cultura de la sociedad, ahí es donde se produce la fractura insalvable. Además, Occidente ha caído en un estado de agotamiento de la filosofía de la Ilustración, su punto de partida, y en muchos casos ni siquiera ha respetado sus propios valores. Por otro lado, la globalización ha reducido la cultura occidental a la mera satisfacción de las necesidades materiales. La única libertad que tenemos es la de seguir las instrucciones del mercado globalizado. Y entre mercado y religión los musulmanes eligen esta última. El islamismo perderá en el campo de batalla pero ya domina las mentes de millones de personas. Es ahí donde los valores de Europa han fracasado.
P.- ¿Cómo es posible luchar contra el islamismo en Europa sin ser visto como racista, intolerante, extremista…? ¿Cava Europa su propia tumba con esa corrección política?
R.- Lo que está claro es que la actuación no se puede limitar a la represión del terrorismo físico, sino que hay que crear unas políticas y una nueva forma de dialogar y de pactar una convivencia. Eso ahora mismo es difícil porque cada dos por tres se produce un nuevo atentado, y bomba a bomba la gente se atemoriza y no reflexiona. Ahora mismo lo que hay es una islamofobia, una reacción instintiva pero en la que no existe una reflexión profunda. En Europa la gente tiene bastante comprensión y tolerancia. De hecho cada vez que ocurre un atentado no se atacan mezquitas ni sale gente a la calle. Comprende que no todo el mundo es así, que esto es cosa de un sector fanatizado de esta cultura. Antes del auge del islamismo, todos los países que fueron potencias coloniales han tenido ese problema de llegadas masivas de gente de otras culturas. Y las han ido absorbiendo como han podido gracias al diálogo, al apaciguamiento y a pactar nuevas costumbres. Algo necesario porque lo que está claro es que Occidente nunca volverá a ser lo que ha sido. En Francia hay millones de personas de raza y religión diferente, y la Francia tradicional nunca volverá a existir. Ese argumento de que nuestra cultura y democracia occidentales son las mejores, ya no vale. La religión es el punto complejo. Los magrebíes y negros se integraban pero siempre con un complejo. Pero ahora ya no quieren integración. Exigen igualdad absoluta en su país, pues son tan nativos como un francés tradicional.
P.- Pero la religión es la raíz del problema, porque el mundo musulmán no reconoce al individuo. En Europa se dio ese paso con la Revolución francesa, ¿qué hace falta para que ocurra algo así en el mundo árabe?Interpretamos que las Primaveras árabes iban a ser una revolución democrática pero en realidad nunca fueron eso"
R.- El tema del individualismo es un proceso de civilización larguísimo. La Ilustración produjo una democracia tal creada a partir de valores como la humanidad, el progreso, la libertad… La democracia siempre ha sido vista como la solución para la humanidad frente al barbarismo. Sin embargo, la democracia funcionó únicamente durante un siglo, y actualmente ya no funciona. Ese valor que dábamos al individuo que procede del Renacimiento y la Ilustración es un valor occidental pero que tampoco aquí está muy de moda hoy, pues las grandes revoluciones socialistas nacidas del caótico siglo XX y que han conformado el mundo actual tampoco quieren esto. Ni a las antiguas religiones monoteístas ni a las nuevas ideologías de izquierdas les gusta el individualismo, desechan la idea. Y si en la actualidad incluso Occidente rechaza el individualismo, cómo esperar que se desarrolle en el mundo musulmán.
P.- Las Primaveras árabes parecían una solución, una alternativa para lograrlo, ¿qué ha sucedido?
R.- En Europa interpretamos que las Primaveras árabes iban a ser una revolución democrática pero en realidad nunca fueron eso. Fueron unas sublevaciones de indignación de pueblos machacados por tiranos, como existen regularmente en la historia, pero la aspiración democrática no era lo principal. De hecho casi todos esos países se han liberado y se han islamizado más, puesto que esos presidentes eran más bien laicos como Gadafi o Assad. Ha sido un error de apreciación nuestro, que creímos lo que no era.
P.- ¿Por qué ahora es el momento de alertar sobre el posible apocalipsis? ¿Cómo evitar ese 2084?
R.- En la actualidad vivimos un momento histórico muy interesante, en la que un mundo antiguo desaparece y nace uno nuevo. Este mundo nuevo es el de la globalización, el de la extinción de los estados nación. Y en esta época el islamismo está en una fase violenta y ha declarado la guerra al mundo. Por eso sentí la necesidad de asustar a los lectores y de explicarles de qué es capaz. Hasta ahora he visto timidez y poca intención de abordar este problema crucial. Por eso es necesario empujar a la gente para que reaccione lo antes posible. De ahí el título 2084, una fecha a la vez cercana y lejana. Es un aviso, si no hacemos algo, esto es lo que nos espera.