Giangiacomo Feltrinelli en los años sesenta
Diecisiete años después de su publicación en Italia, y cuando han pasado quince desde que aterrizó en las librerías españolas por primera vez, Anagrama recupera Senior Service, la biografía del mítico editor italiano escrita por su hijo.
Pero empecemos por el principio. Giangiacomo Feltrinelli (1926-1972) pertenecía a una poderosa familia de industriales italianos. Se quedó huérfano de padre en 1934. Contra lo que todos pensaban, Giannalisa, la madre (una mujer hermosa y de aspecto severo, que gustaba de posar con su monóculo y codearse con príncipes y monarcas), asumió el control de todos los negocios de la familia. En 1940, la matriarca se casó con el periodista Luigi Barzini, entonces una celebridad en el gremio (e hijo de otra, de igual nombre). "Una mañana, Luigi Barzini hijo aparece a la hora del desayuno, sujetando entre el pulgar y el índice las solapas de su albornoz de gángster -escribe Carlo Feltrinelli-. Lleva zapatillas de terciopelo y de sus carnosos labios cuelga un cigarrillo: es el nuevo novio de la viuda más rica de Italia".
Giannalisa se desentendió a partir de entonces de los hijos de su matrimonio con Carlo: Giangiacomo -el futuro editor- y Antonella. Entretanto tuvo dos hijas con Barzini. Cuenta Carlo Feltrinelli que Giangiacomo "odiaba a su padrastro con todas sus fuerzas, siendo correspondido de igual manera". Giannalisa y su marido le infligían "castigos humillantes, como encerrarlo en el sótano a pan y agua durante días. Hay testigos. Desde entonces sufrirá de claustrofobia". Giangiacomo apenas recibió una educación reglada, aunque se ocuparon de él distintas institutrices. No fue al colegio hasta 1941. Barzini, el que tendría que haberse preocupado por la educación del joven, reconoció no haberle "enseñado nada sólido".
Feltrinelli con Castro en la época en que preparaban las memorias de este último
Una noche de mayo de 1944, el joven Giangiacomo, de diecisiete años, "se echó al monte" mientras la zona de Argentario era bombardeada. Su madre nunca le perdonó esa fuga, aunque estuviese de vuelta en casa pocos días después. Un año más tarde el futuro editor entró en contacto con los partisanos y se afilió al Partido Comunista. Mientras tanto, Barzini y Giannalisa hacían campaña por los Saboya. También conspiraban para que su hijo (hijastro en el caso de Barzini) abandonase Italia ("Por fin he acabado de sufrir", dijo Giannalisa en el entierro de su hijo más de veinte años después).El mismísimo Humberto II, último rey de Italia, estaba cenando en casa de Giannalisa la noche en que supo el resultado del referéndum que tumbó a la monarquía. "Un milenio de Saboyas, iniciado con Umberto Biancamano, se cerraba con Humberto II por la maldita, corrupta y falaz política democristiana", escribió Giannalisa en su diario.
Giangiacomo Feltrinelli comenzó poco después a editar libros de bolsillo. Era un muchacho tímido. En los círculos comunistas su apellido generaba desconfianza; a menudo él se enfrentó a esos recelos redoblando su compromiso político. Se casó en 1947 con la militante Bianca Dalle Nogare, a quien Giannalisa, que no acudió a la boda, consideraba "una Pasionaria moscovita". Pero Giangiacomo no hallaría la estabilidad hasta 1960, cuando se casó con al fotógrafa alemana Inge Schoental, hoy Inge Feltrinelli.
Fue en esa década, apenas un lustro antes de su boda, cuando despuntó la que con el tiempo sería una de las aventuras editoriales europeas más importantes del siglo XX. Cuando murió, con tan sólo 46 años, Giangiacomo Feltrinelli había publicado a Pasternak en primicia mundial, y había dado a conocer El gatopardo de Lampedusa; pero también a Kerouac, Gombrowicz, Karen Blixen, Borges, García Márquez o Doris Lessing. La peripecia de Doctor Zhivago, aunque conocida ya, se explica en este libro con todo detalle.
Al final, a modo de gesto último de comprensión de un hombre hecho de claroscuros -agente castrista en Europa según la CIA, pero sobre todo víctima de un delirio ideológico que terminó con él-, dice Carlo Feltrinelli: "El padre es el padre y yo soy el hijo. Lo que ha quedado ha quedado. Sin nostalgia. Él me enseñó a quitarle las escamas al pescado y a asar la carne, a caminar por la nieve y a conducir deprisa, a considerar que no sólo hay peras o manzanas, sino también frutas que dan néctar en el desierto, a reconocer la historia del poeta que murió en su jaula y otras muchas cosas que todavía no sé, o forman parte del lenguaje secreto".