Francisco Castro

La muerte de un ser querido pone punto y final a los recuerdos generados por él, que quedan grabados en fotografías, vídeos, escritos... y cómo no, en nuestra mente. El dilema en que Francisco Castro (Vigo, 1966) sumerge a Antonio, protagonista de Tienes hasta las 10 (Suma de letras), consiste en que tras la muerte de su padre los recuerdos no solo no le abandonan, sino que se amplían. Una serie de misteriosos correos electrónicos supuestamente enviados al protagonista por su progenitor le siembran la duda de que siga con vida, introduciéndole así en un juego sobre la historia de Antonio padre, que también es la de la dictadura franquista en España. La última ya la conocía, mientras que la primera le presenta a un hombre distinto del que le crió. El autor gallego se reparte entre los dos Antonios en una historia en la que el presente persigue al pasado para poder mirar al futuro.



Pregunta.- En esa persecución que la novela establece entre hijo y padre se ejemplifica la fricción entre el pasado que no quiere desaparecer y el presente que no puede renunciar a él, ¿son incompatibles?

Respuesta.- No deberían serlo, pero para que sean compatibles hay que entender el pasado para encajarlo. Digamos que la vida de Toni es un relato más o menos coherente hasta que irrumpe ese correo electrónico que lo hace añicos por completo, y cada nuevo detalle que va conociendo de la historia de su padre va fragmentando muchísimo más esa comprensión del pasado. Al final todas esas piezas del puzle encajan y va a ser la manera de poder hacer coherentes pasado y presente, de hecho, la novela termina con una ventana abierta a la esperanza, ese protagonista también ha hecho una especie de viaje asumiendo ese pasado del que nada sabía, que le va a hacer ser mejor en el futuro.



P.- El protagonista arrastra un trauma por la relación con su madre y la que ésta mantenía con su padre, ¿es imposible esquivar esa 'herencia' familiar?

R.- Siempre, y yo soy padre. Los padres y las madres colocamos una mochila consciente o inconscientemente en la espalda de nuestros hijos, les transmitimos una manera de ver el mundo, una manera de sentir, todos nuestros prejuicios. Intentamos racionalizar esto para que sea lo menos lesivo posible pero imagino que es inevitable. En el caso de Toni la mochila materna es especialmente pesada, está llena de bloques de granito potentes y el protagonista tiene que entender esa mochila y luego atreverse a sacar todo lo que no le gusta.



P.- En la novela el padre del protagonista parece volver de entre los muertos, aunque lo cierto es que nunca había abandonado la influencia sobre su hijo, ¿cree que, como se dice, el pasado siempre vuelve?

R.- Siempre, para lo bueno y para lo malo. La novela se ocupa de una parte del pasado que me gustaría que jamás se repitiese, que es el asunto del fascismo en el poder, la intolerancia, la persecución del diferente. En este momento en Holanda, Suecia, Austria y Alemania los grupos neonazis están teniendo una fuerza política que si nos la cuentan hace años diríamos 'no, es tan gordo lo que sucedió que no puede volver a suceder', y en ese sentido el pasado está volviendo. Me gustaría que del pasado solo volvieran las cosas buenas o lo inofensivo: las modas. Tristemente vuelven otras formas del pasado que creíamos sepultadas para siempre bajo una losa de olvido y de aprendizaje, y parece ser que no.



P.- ¿Diría que es nuestro mayor miedo?

R.- Es uno de nuestros mayores miedos, sin duda. Sobre todo porque sabemos que hay asuntos que volverán a acabar mal, seguro. En el caso concreto de esas formulaciones políticas que trata la novela, el franquismo y ese tardofranquismo nostálgico que sabe que va a morir el dictador pero quiere perpetuar la anomalía política que era aquella España. Que en nuestro entorno europeo se esté dando con tanta fuerza la defensa de esos ideales realmente a mí me provoca temor.



P.- El protagonista define a su padre como un 'periodista de raza' ¿cree que todavía los hay en el panorama actual?

R.- Sin duda que los habrá, pero creo que el periodismo ahora es diferente, el padre le dice al hijo que él piensa como Gabriel García Márquez cuando escribió aquello de que en las facultades de periodismo te dan un título de periodista pero no te enseñan periodismo. El padre del protagonista es un hombre que entra en el periódico a repartir periódicos, a estar en las rotativas, y poco a poco va asumiendo pequeñas responsabilidades hasta que termina siendo el amo y señor absoluto. Hoy en día todo se ha profesionalizado mucho más, hay una educación formal para convertirte en periodista pero probablemente sí que es uno de esos oficios que se aprenden bregándose en las redacciones y en las calles.



P.- ¿Es incompatible ese periodismo 'de raza' con las nuevas tecnologías?

R.- No necesariamente, todo lo contrario yo creo que en este momento hay medios digitales que están haciendo un periodismo realmente de primer nivel.



P.- Tanto el protagonista como usted son editores y gallegos, aunque él se lleva mal con su madre y usted le dedica el libro a la suya… ¿hasta dónde llega el parecido?

R.- Yo diría que el 50% de mí es Toni y el otro 50% es su padre. En los dos está el amor por los libros, por los clásicos, por Stevenson y también la manera de entender y de sentir la ética, el tema del periodismo ejercido como una responsabilidad social, la necesidad de comprometerse con los desheredados de la historia y con los desfavorecidos. Cuando escribimos se nos nota cómo respiramos ideológicamente.



P.- En ciertos momentos de la novela surge un tono de relato erótico, ¿es algo buscado o el género se niega a abandonarle?

R.- Imagino que las dos cosas. Empecé escribiendo en Galicia relatos eróticos y creo que el erotismo es una de las formas hermosas de expresar el amor. Así como la pornografía es directa, descarnada y demasiado centrada en lo animal, el erotismo nos permite conectar con la belleza. En Tienes hasta las 10 hay varias historias de amor y una que claramente necesitaba para ser expresada en toda su grandeza recurrir al tono erótico.



P.- En la obras se alaba el periodismo tradicional a la vez que se critica la institución del matrimonio, ¿con qué nos quedamos de la tradición?

R.- Nos quedamos con lo tradicional cuando es bueno, es decir, cuando una relación estable es una fuente de alegría para los dos a pesar de los sinsabores que la convivencia cotidiana genera y es un proyecto hermoso compartido por esos dos, nos quedamos con eso. Cuando el matrimonio es una apariencia por mantener determinados estereotipos sociales, pues yo lógicamente ataco eso, que está representado en la figura de la madre y un poco también en la del padre.



@sergi02