Richard Ford en la rueda de prensa de Oviedo. Foto: Jaime Cedillo
Hay quien esperaba que la personalidad de Richard Ford (Jackson, Misisipi, EE.UU.) se correspondería con la de sus personajes: banales, livianos e incluso desesperanzados. Más cuando en su primera intervención en Oviedo irrumpió con "una queja hacia la prensa", que había dicho días atrás que el autor se había alegrado del Premio Princesa de Asturias por recibirlo a una edad temprana. "No es cierto", corrigió. "En realidad, este premio me motiva para seguir haciendo lo que hago, y nada más". Así comenzó la ronda de preguntas, que supuso una tregua en la que Ford consiguió adaptarse al medio mejor que los personajes de sus novelas: hombres cotidianos y solitarios que representan la decadente sociedad americana de su generación, marcada por la vergüenza de conflictos como el de Corea o Vietnam. Richard Ford no es Frank Bascombe, el protagonista de la trilogía -El periodista deportivo, El día de la Independencia y Acción de Gracias- que le colocó en la cima de la literatura norteamericana. No es su alter ego, pues no es ni tan mundano ni tan hastiado -aunque seguramente sí tan reflexivo-; ni tan mediocre ni tan desencantado. Pero tampoco queda en el escritor ningún estigma de aquel adolescente problemático cuyo destino era "la cárcel o haber acabado en el ejército". A superar estas vicisitudes, marcadas por la temprana muerte de su padre, de la que recuerda que "fue un alivio porque ya no me decía lo que tenía que hacer", lo ayudó el lenguaje.El autor que se refugió en el periodismo deportivo y escribió su primera novela gracias a una beca reconoce que aprendió a leer tarde, aunque gracias a esto descubrió que "la lengua que hablas cada día es importante". Por otro lado, conocer a Kristina, su actual esposa y quien le ayudó con las memorias de su padre, fue para Ford un punto de inflexión, demostrándole que la oscuridad en la que estaba anclado -también en el ámbito literario- era "una excusa de la juventud". Por eso ahora retrata la vida de la gente común que se enfrenta a momentos cruciales. Sus personajes "no son felices pero tratan de serlo".
Como "retratista del alma norteamericana", según se le ha definido tantas veces por su virtud para desentrañar la realidad social de Estados Unidos, Ford no elude abordar asuntos como el de la política en su país. "¿Cómo vas a evadirte de esto si ves que un chalado puede ser presidente de tu país?", se burlaba. "A los estadounidenses no les gusta ni les interesa el gobierno", asume. Por ello, el ascenso de Donald Trump "es una encarnación monstruosa de la indiferencia de los americanos con respecto a la política", dice. Confía en que finalmente no será elegido, pero le preocupa lo que pueda ocurrir después: "que venga alguien como él, más inteligente y más demagogo" y aproveche esta deriva.
Ford responde a los clubes de lectura
Como ya es habitual en la semana de los premios, la Fundación Princesa de Asturias coordina junto a la red de bibliotecas públicas españolas un encuentro entre el premiado en la categoría de Letras y los clubes de lectura participantes. El proceso consiste en la propuesta de lectura de uno o dos títulos del premiado, con el objetivo de recopilar preguntas que se envían después a la fundación. La institución selecciona las que luego deberá responder el autor en el acto. Este año era el turno de Richard Ford, que se mostró directo y espontáneo en un acto que resultó dinámico, "aunque no tan cercano como el del año pasado", según un buen número de asistentes que en 2015 disfrutaron con Leonardo Padura.El autor de Canadá, la obra que le consagró como el autor vivo más importante de Norteamérica junto a Philip Roth, habló de sus autores de referencia, como Faulkner y Carver -aunque siempre se ha desmarcado del "realismo sucio"-, y citó en más de una ocasión a Walter Benjamin, una figura fundamental en el concepto de su literatura. Reconoce ser un escritor metódico, que se pelea con cada frase en plena escritura, aunque odia "los últimos meses en que cada palabra se revisa". Aunque cursó un master de escritura creativa en su juventud e imparte clases de literatura en la Universidad de Columbia, Ford matiza que nadie necesita estudiar para convertirse en escritor: "Yo no enseño a escribir, sino a leer".
Galardonado con el Pulitzer y con el Premio de Literatura de la Academia Americana de las Artes y las Letras, el Princesa de Asturias llega como un reconocimiento casi definitivo para un autor multidisciplinar (novela, ensayo, cuento...) cuyo mérito ha sido elevar a personajes vulgares con vidas convencionales hasta las más altas cotas literarias. ¿Algún día el Nobel? ¿Qué le parece el de este año? "Muy buena elección. Lo que escribe Bob Dylan ha agitado las mentes de la sociedad norteamericana. ¿Cómo no va a ser esto literatura?".
@JaimeCedilloMar