Seth, con su característica apariencia vintage
Aquí puedes leer y descargar unas páginas de Un verano en las dunas
La editorial riojana Fulgencio Pimentel rescata ahora un par de historietas de Seth publicadas en los 90 (antes de su gran obra, La vida es buena si no te rindes) pero que permanecían inéditas en español. La primera de ellas, Un verano en las dunas, da título al volumen y es un relato de iniciación al amor y al sexo que Gregory Gallant (verdadero nombre del autor) vivió con la mujer del dueño del restaurante en el que trabajó cuando era un adolescente. La segunda parte del libro, titulada Dichosa la hora describe un episodio sucedido algunos años más tarde, cuando recibió una paliza por su vestimenta extravagante y su melena teñida de rubio. En ambos casos, el autor adopta una postura distante y, sobre todo en el segundo caso, irónica.
Viñeta de Un verano en las dunas, de Seth
Normalmente oculto bajo su sombrero y encerrado en su mundo vintage, Seth ha concedido su primera ronda de entrevistas con medios españoles con motivo de la publicación de este libro por parte de Fulgencio Pimentel. Aprovechamos la ocasión para preguntarle por sus influencias, su papel destacado en el movimiento del cómic alternativo americano, su método de trabajo y la evolución del mercado y los formatos del cómic.Pregunta.- ¿Cuándo descubrió que las experiencias personales podían ser un buen material con el que crear cómics?
Respuesta.- Allá por los primeros ochenta. No reclamo ningún mérito por la idea. Reconocí el poder de las historias "reales" cuando leí por primera vez algunos trabajos de Robert Crumb y de los hermanos Hernández. Yo tenía veintipocos años y solo había leído cómics de superhéroes y fantasía, pero al mismo tiempo era estudiante de bellas artes y quería hacer algo más interesante en el ámbito del cómic. Descubrir este tipo de cómics fue una especie de revelación para mí y eso me colocó en el camino en el que todavía hoy sigo.
P.- Los cómics autobiográficos se han vuelto cada vez más populares en las últimas décadas. ¿Por qué? ¿Diría que actualmente viven su era dorada?
R.- Creo que los cómics autobiográficos tuvieron su primera edad dorada a finales de los 80 y principios de los 90. En aquella época parecía que todo el mundo que yo conocía trabajaba en su propio cómic autobiográfico. Sin embargo, hubo una rápida reacción en contra y muchos jóvenes artistas de la siguiente generación a la mía volvieron a la fantasía o al surrealismo. Pero parece que el enfoque autobiográfico es tan natural para los dibujantes de cómic que se abrió paso lentamente por sí mismo, sin desaparecer nunca realmente. Con los años han aparecido muchas y buenas novelas gráficas autobiográficas, es cierto. Puede que ahora incluso haya más dibujantes que nunca trabajando este género, y verdaderamente lo que se hace hoy es a menudo más sofisticado que en aquel período temprano, y también más diverso, con un abanico de experiencias más amplio. Aquella primera oleada de historias trataban sobre todo de jóvenes quejicas que estaban "tristes", y me incluyo en esa categoría también.
Viñetas de Dichosa la hora, de Seth
R.- Bueno, el cómic underground de los 60 y los 70 estaba más bien muerto cuando yo empecé. Como dije antes, descubrí a Crumb pero él era uno de los pocos supervivientes de aquella escena que continuó en los 80. De hecho, durante aquella década hizo algunas de sus mejores y más ambiciosas obras. Me influyó mucho. Los hermanos Hernández justo estaban empezando y los descubrí cuando compré el número 3 de Love and Rockets, y también tuvieron una enorme influencia en mí. Todo esto pasó en los tiempos en los que el movimiento del cómic "alternativo" se estaba gestando en Norteamérica, así que la mayoría de los dibujantes de cómic de mi generación estaban emergiendo entonces: Peter Bagge, Daniel Clowes, Jim Woodring, Joe Matt, Julie Doucet, Charles Burns, Chester Brown, etc. Todos estos contemporáneos tuvieron mucha influencia en mi pensamiento. Especialmente Chester Brown, que era mi amigo. Pasamos mucho tiempo debatiendo sobre cómics, cómo funcionaban, qué cómics eran buenos y por qué. "Inspiración" es la palabra correcta para este grupo de artistas, ya que no todos influyeron en mi trabajo, pero sí que me inspiraron para trabajar más duro e intentar hacer una obra significativa.
P.- ¿Hasta qué punto está conectado el mercado del cómic canadiense con el estadounidense?
R.- No es exactamente el mismo mercado pero sí están muy conectados. Está claro que los cómics canadienses no podrían existir sin el mercado estadounidense. El canadiense es demasiado pequeño, ya que nuestra población es muy pequeña en comparación con los Estados Unidos. Así que nosotros vendemos nuestros libros sobre todo a ellos. Aun así, los dibujantes canadienses gozan de un apoyo tremendo de los medios y del gobierno del país. Hay un fuerte sentido de identidad nacional entre los artistas canadienses. Dicho esto, siento una verdadera afinidad con los dibujantes underground/alternativos de mi generación, y la mayoría de ellos son estadounidenses. Siento que ese grupo de dibujantes que emergió a finales de los 80 fue una especie de movimiento artístico y que compartimos una estética y unos objetivos comunes, sobre todo en cuanto a la utilización de experiencias reales en nuestro trabajo -escribiendo cómics con un formato más largo- y teniendo una gran ambición. Aún me siento muy unido a todos esos dibujantes: Ware, Clowes, Brown, Katchor, Woodring, Doucet, Tomine, etc.
P.- ¿Todavía reinan los superhéroes en la industria del cómic americano?
R.- Yo ya no lo percibo así. Hace años parecía que no podías escapar de ellos pero ahora, de una extraña manera, se han vuelto tan mainstream (con todas esas superproducciones de Hollywood) que ya no parecen parte de mi mundo. No pienso en los cómics de superhéroes más de lo que podría pensar, por ejemplo, en Star Trek. Hubo un tiempo en el que te sentías frustrado porque nadie veía tu trabajo en las tiendas de cómics. Ahora no estoy seguro de dónde compra la gente mis libros, pero ya no me siento particularmente frustrado por los cómics de superhéroes. A decir verdad, me siento como un artista normal, perseverando y haciendo mi trabajo, sin pensar mucho en el mercado.
Viñetas de Un verano en las dunas, de Seth
P.- Antes publicaba Palookaville [serie que empezó en 1991] en formato cómic book [tapa blanda, pocas páginas], ahora con tapa dura y muchas páginas, de acuerdo con los cambios que ha habido en el mercado. ¿Cuándo se dio cuenta de esta transición del tradicional formato de tapa blanda a los tomos expandidos de tapa dura y las novelas gráficas? ¿Qué formato prefiere?R.- Supongo que el cambio surgió más o menos hace una década. Siempre he sentido afecto por el viejo formato cómic book, pero la verdad es que prefiero trabajar en el formato de tapa dura. Encaja mejor con mis intereses en cuanto a diseño y me da libertad para experimentar, ya que puedo hacer secciones narrativas más o menos largas, puedo incluir bocetos, fragmentos de mis otros proyectos artísticos... todo tipo de cosas. Solo desearía poder lanzar más volúmenes de Palookaville porque disfruto mucho el proceso de diseñar las cubiertas.
P.- En Una anécdota sobre la noche de percas [en el cuadernillo que acompaña a Un verano en las dunas] consigue que incluso un simple día de trabajo manejando la freidora de un bar resulte interesante. ¿Cómo selecciona las experiencias susceptibles de aparecer en sus cómics? ¿Cómo sabe cuáles "funcionarán" sobre el papel?
R.- Me toma tanto tiempo producir una novela gráfica que tengo un montón de tiempo para decidir cuál será el tema de la siguiente. Es difícil prever qué funcionará y qué no cuando es material sacado de tu propia vida, pero he llegado a pensar que lo que funciona mejor son las experiencias que no son anécdotas. Generalmente, los recuerdos que puedes contar como pequeñas historias coherentes parecen dar lugar a cómics aburridos. Los acontecimientos menos tangibles son mejores. Experiencias que no son tan ordenadas, cuyo significado quizá ni siquiera has podido comprender totalmente, o que son narrativamente liosas. Esas construyen historias mejores.
P.- ¿Qué herramientas y técnicas utiliza en su trabajo?
R.- Enteramente predigitales: pinceles, lápices tinta y papel.
P.- ¿Cree que el trío de amigos y autores que forma con Chester Brown y Joe Matt fue resultado de la escena local de Toronto o al revés, que su conexión vitalizó esa escena local?
R.- Suena inmodesto sugerir que nosotros vitalizamos la escena local, pero me temo que voy a tener que reivindicar ese mérito. Cuando Chester y yo nos conocimos en Toronto a mediados de los 80, éramos prácticamente los únicos dibujantes de cómic en Ontario interesados en usar los cómics como un medio artístico. Después se nos unió Joe Matt y durante bastante tiempo fuimos más o menos los únicos autores de cómic alternativo de Toronto, con unas pocas excepciones. Ahora, 30 años después, hay docenas de buenos autores en Toronto. Los tiempos han cambiado mucho. No diría que somos personalmente responsables de que ahora existan todos estos dibujantes, pero sí diré que nosotros tres fuimos parte de un movimiento más grande a lo largo de Norteamérica que inspiró a muchos autores jóvenes que vinieron después de nosotros. Me complace pensar que nuestro trabajo puede haber tenido un efecto real en la siguiente generación de dibujantes underground. Joe Matt vive ahora en Los Ángeles y yo, en una ciudad pequeña de Ontario llamada Guelph. Solo Chester Brown está todavía en Toronto, así que aquellos días de "los tres de Toronto" se acabaron. Pero, dicho esto, estos dos autores fueron extremadamente importantes para mí cuando era más joven, y los tres formamos realmente un grupo muy compacto, cada uno apoyando y retando a los otros para comprender mejor los cómics y hacer mejores trabajos.
P.- Por su estilo de dibujo, los argumentos de sus obras e incluso su apariencia y vestimenta, ha sido descrito como un nostálgico de los años 20, 30 y 40. ¿Qué echa de menos de aquellos tiempos?
R.- La cosa más importante que añoro del pasado es la formalidad. La cultura se ha vuelto cada vez más informal. A mí me gusta cierto nivel de formalidad en las maneras, los rituales y la vestimenta. Todo eso se ve un poco carca hoy. Me gustan los uniformes y las costumbres sociales y el orgullo cívico, que son ideas pasadas de moda. Soy feliz de vivir en la época actual porque soy muy liberal y me gusta que la cultura sea (en su mayor parte) cada vez más liberal, más tolerante, más considerada con los derechos de quienes son diferentes. Sin embargo, encuentro la estética moderna bastante barata y fea y desearía que el mundo fuera más agradable a mis ojos. La arquitectura, la ropa, las películas, los coches... Todo me resulta muy vulgar para mi gusto. Me gustaría tener lo mejor de los dos mundos: los viejos estándares con los nuevos valores. Pero uno debe vivir en el mundo. Busco lugares que me dan ese viejo sentimiento y afortunadamente mi esposa comparte mis gustos y tiene un armario incluso más vintage que el mío.
@FDQuijano