Ángela Rodicio
La periodista, corresponsal durante años en Oriente Medio, publica Las novias de la Yihad, Premio Espasa 2016, una reflexión trufada de experiencias reales sobre la radicalización de jóvenes europeos y sobre los tentáculos digitales del Estado Islámico.
Pregunta.- ¿Cómo se radicaliza un joven europeo, qué le lleva a ello?
Respuesta.- El caso más común es el de jóvenes de primera o segunda generación descendientes de familias de origen musulmán. Se radicalizan porque se sienten desarraigados, buscan un sentido a su vida y no tienen un nivel cultural que les lleva a hacerse preguntas. Muchos de ellos viven dentro de sus casas como en sus países de origen, pero de puertas para afuera viven en una sociedad del s. XXI, y es esta dicotomía, esa esquizofrenia, lo que les dota de muchas posibilidades de convertirse en lo que Orwell llamaba "carne de cañón". En el caso de los occidentales oriundos, los que se convierten al islam, ocurre un poco lo mismo. Se trata de gente que no se siente integrada, que quiere tener raíces y pertenecer a un grupo. Pero ahora el grupo no es real, es virtual. Esa es la diferencia. Y es una diferencia clave, porque es importante destacar que este fenómeno de la radicalización exprés no existiría si no existiera internet y un control absoluto de las redes por parte de estos grupos radicales. Los vídeos propagandísticos del EI parecen salidos de Hollywood. Se extienden y se propagan a través de las redes.
P.- ¿Por qué Occidente es incapaz de contraponer una ideología, un sentido de la vida, que evite esta radicalización?
R.- Como decía, todos estos jóvenes desarraigados, con problemas familiares y sociales, necesitan raíces, volver a pertenecer a algo, y lo más fácil es volver a las raíces de sus padres, de sus familias, volver atrás. Además, muchos no se integran porque no quieren, no les resulta atractiva la vida occidental y priman valores de clan y familia sobre el individualismo reinante en Europa. Es una mezcla de desarraigo, de lavado de cerebro, muy importante evidentemente, y de vuelta a los orígenes. Es complicado, porque debemos buscar la seguridad sin acabar con las libertades. Pero no debemos confundir el respeto a los derechos universales con el buenismo. Igual que nosotros nos tenemos que adaptar a ellos, ellos tienen que hacer lo propio..
P.- Esta situación revela un fracaso de los modelos de integración, tanto el británico como el francés, ¿cuál es la solución de futuro?
R.- En palabras de Cazeneuve, el Ministro del Interior francés, la respuesta contra esta virulencia masificada del islamismo exprés, es la desradicalización. La solución pasa por apostar por los centros de desradicalizacion, a priori, claro, porque a posteriori ya no hay nada que hacer. Debería haber más seguimiento de los imanes radicales, ver quienes están haciendo proselitismo de una manera enferma y potenciar la desradicalización antes de que sea definitiva.
P.- Demos un salto de continente, ¿qué les ocurre a los jóvenes una vez allí?
R.- Una vez convertidos y radicalizados, el siguiente paso es viajar al Estado Islámico. Cuando esto ocurre, en el 99% de los casos, la gente ya no vuelve jamás. Estos adolescentes llegan allí en busca de un ideal, de una especie de Reino de los Cielos enraizado religiosa e históricamente en un periodo determinado como es el califato de los abasidas (s. VIII). Pero de pronto se encuentran inmersos en el gran juego geopolítico del siglo XXI. ¿Cómo se sobrevive en esa especie de paroxismo de la violencia y de la entelequia radical? O te vuelves loco y te pegas un tiro o te dejas llevar por la locura que te rodea. ¿Y cómo lo haces? Ayudado por las drogas. Ese es el único modo de sobrevivir a algo así.
P.- ¿Y cómo es en particular el caso de las mujeres, que detalla de forma pormenorizada en el libro?
R.- En principio es muy similar a los casos de occidentales que se echan novio por internet, aunque aquí son maridos directamente. Su marido les explica cómo tiene que llegar a Sira e Iraq, qué tiene que llevar… Y estas chicas se creen que son libres, porque se les vende por internet a un guerrero que mata infieles, que vive en el sueño de justicia universal más absoluto. . Al llegar las someten y las violan directamente, pasan por muchas manos mediante ventas y a muchas las matan al querer huir. Es un mundo infernal del cual no tienes escapatoria.
P.- El enfrentamiento contra el Estado Islámico se nos presenta como un conflicto medieval y religioso, pero se trata de una lucha geopolítica y del siglo XXI en su uso de la tecnología y la propaganda, ¿sabemos realmente a qué nos enfrentamos, nos lo tomamos en serio?
R.- A nivel general, en Europa apenas sabemos lo que es y hasta hace poco no nos lo hemos tomado en serio. Una de las claves más importantes que se pasa por alto es que esta guerra hecha de muchas guerras es el Gran Juego del siglo XXI, un juego de geoestrategias donde infinidad de potencias están implicadas. Aquí quieren simplificar al conflicto hablando de religión pero es más una cuestión política y económica. Ahora mismo no se puede entender nada de lo que ocurre en Siria e Iraq sin ver los movimientos de las grandes potencias. Irán ya controla la mitad de Iraq y controla Siria a través de Hezbolá. Putin está consiguiendo lo que jamás logró ningún zar, una salida al Mediterráneo. Arabia Saudí apoya todos los grupos radicales para evitar la expansión de Irán. Y hay que sumar el papel de Turquía y su necesidad de que no haya continuidad geográfica entre los kurdos para que no se independicen. Para entender el conflicto con el Estado Islámico habría que recurrir al famoso adagio latino: Cui prodest: ¿A quién beneficia?
P.- ¿Cuál ha sido y debe ser la reacción de Europa?
R.- Europa no ha tenido nunca una política exterior unida y ahora está más desunida que nunca a la hora de decidir cómo afrontar la problemática de los refugiados, que es el resultado de no haber apostado por tener un peso estratégico en la zona. Ahora es demasiado tarde, me temo. Los británicos van por un lado, los franceses por otro, Alemania parece indiferente… Europa debe asumir su parte de culpa en la partición de Oriente Próximo acogiendo a los refugiados. No puedes crear países artificiales con fronteras basadas en el tránsito de oleoductos y otros intereses, y pretender que al estallar la mecha la población se quede allí y se muera.
P.- Usted estuvo ya de corresponsal en la zona en los años 80 y después, ¿qué queda del Oriente Próximo que usted conoció?
R.- Todo ha cambiado drásticamente. Tengo un especial apego a Iraq, donde he ido muchísimas veces, y en especial a la ciudad de Mosul, que me encantaba por su diversidad, por ser un crisol de etnias como kurdos, árabes sunitas y chiitas, turcomanos, cristianos jacobitas y caldeos… Antes era una ciudad de más de dos millones de habitantes, pero ahora debe haber algo menos de uno. Estuve en febrero, pero ya no se podía entrar. Aunque en nada volveré, porque pronto tendrá lugar allí una de las grandes batallas de la actualidad.
P.- Cierra el libro con un epílogo de advertencia sobre la cuarta generación de yihadistas, la nacida en Occidente. ¿Cómo ve el futuro?
R.- Hay gente que dice que pronto caerá el Estado Islámico, o que ven la toma de la ciudad de Mosul como el fin. Eso no es así, el yihadismo es como la energía, se transforma. La ideología no desaparecerá de un día para otro. El día en que caiga el Estado Islámico, no se sabe cuándo, lo que tendremos es a miles de jóvenes que o bien regresarán a Europa o vendrán con los refugiados, y a muchos más que se radicalizarán en Occidente. Lo que nos espera son atentados como el ocurrido en Niza o en los Estados Unidos. Por eso, para arreglar el problema debemos ir a las raíces, buscar las causas y buscar una integración efectiva en Europa. No contraponer un ellos contra nosotros, sino buscar un equilibrio entre ellos y nosotros.