Letras

¿Debe la política transformar la cultura?

Los filósofos Victoria Camps, Javier Gomá, José Antonio Marina, José Luis Pardo y Fernando Savater reabren el debate

28 octubre, 2016 02:00

Desde que Platón expulsara a los poetas de su República ideal, las relaciones entre cultura y política nunca han sido fáciles. No hay fórmulas infalibles: países intervencionistas, como Francia, o liberales, como Estados Unidos, cuentan por igual triunfos y fracasos en la literatura, el arte o el cine. ¿Quiere decir esto que dan igual las políticas, que lo importante son -únicamente- los creadores? Si ambos modelos tienen sus defensores, no es menos cierto que, al menos aquí, en España, se impone la pasividad de unos políticos que apenas pronuncian la palabra cultura en sus campañas. ¿Se debe tan solo -como dijo Nuria Espert la semana pasada- a que "la cultura no da votos"? En un mundo en el que la política, otra vez, se ha vuelto omnipresente, toca reflexionar sobre el papel que juegan o han jugado la creación y el pensamiento en esta "reideologización" de la sociedad. Y toca asimismo preguntarse si una política cultural activa puede transformar en verdad la cultura y, por extensión, la sociedad; si la intervención estatal en el sector (¿hasta dónde debe llegar? ¿En qué debe traducirse?) es deseable o improcedente; si aún siguen vigentes las diferencias históricas entre derecha e izquierda en cuanto a su atención a la cultura y qué hay detrás exactamente del supuesto interés de los partidos populistas en el campo de los creadores.


Javier Gomá

"Los creadores con una vocación débil proyectan su frustración hacia la política"

Javier Gomá (Bilbao, 1965) insiste en una idea que ya formuló en el texto de apertura del Máster de El Cultural. "Es importante distinguir entre los cuatro significados de la palabra cultura. Cultura es el conjunto de tradiciones y costumbres que comparte una comunidad; cultura es lo que hace un grupo muy exiguo de personas en una sociedad: los creadores; cultura son las empresas o las industrias culturales y, por último, cultura son las políticas culturales". Para el autor de Tetralogía de la ejemplaridad, "lo más importante es el nivel dos, el de los creadores. Y lo es en la medida en que influye en el nivel uno, que es la cultura compartida". ¿Y no están los creadores condicionados por la empresa o por la política cultural? "No siempre", responde. "Las vanguardias del siglo XX coinciden con la Primera Guerra Mundial; es decir, con una inversión en cultura mínima y, sin embargo, con un periodo de una creatividad artística y literaria incomparable. La empresa, como empresa que es, ha de ganar dinero con, por ejemplo, la distribución. Y la política tiene que limitarse a no estorbar y a contribuir para crear unas condiciones favorables para la creación".

"No creo que la cultura de un pueblo dependa de la política cultural, ni siquiera que la intervención de la política sea determinante -continúa el filósofo-. Y, sobre todo, pongo en duda que eso sea determinante en los cuatro años que dura una legislatura. Lo importante para el creador es la fidelidad a su vocación; pero, a veces, personas con una vocación débil, proyectan su frustración hacia las políticas culturales". Otra distinción importante es, a juicio de Gomá, la que hay entre educación y cultura: "Si hablamos del acceso de cualquier persona a aquellos conocimientos que le permitan ser un ciudadano ilustrado, cualquier ayuda es poca".

Respecto a la continuidad entre las políticas de PP y PSOE, Gomá opina que esa continuidad existe. "Todo el mundo reclama un pacto educativo. Pero a mí me parece que ese pacto existe, aunque no haya nada firmado, desde los años ochenta. Los gobiernos cambian y la ley se mantiene, con cambios en pequeños asuntos que tienen que ver con los itinerarios, o con una asignatura de más o de menos, pero no con mil criterios intocables a día de hoy: la educación pública, privada y concertada, la educación gratuita y universal".

"Con la cultura -añade- ocurre lo mismo. Las diferencias entre el PP y el PSOE han sido mínimas. Distinto es que al cubrir vacantes, cada partido, que tiene sus familias, coloque a los suyos, con mayor o con menor acierto. Pero en España hay una inmensa continuidad, como tiene que ser. Y ojalá vaya a más. ¿Cuáles son las diferencias entre César Antonio Molina, Wert o Méndez de Vigo respecto, por ejemplo, al Museo del Prado? Ninguna".

Para Gomá, "un partido como Podemos no tiene un plan para la cultura, es decir, para gestionar por ejemplo el Centro Dramático Nacional o el Patrimonio histórico o artístico. Lo que tiene es un plan para poner la cultura al servicio de una finalidad política. Para ellos todo es política, incluida la cultura. Y la cultura puede ser un instrumento eficaz para la ejecución de ese plan político".


José Luis Pardo

"Lo de ‘reideologización' suena estupendo, pero las ideologías están para que no se piense"

José Luis Pardo (Madrid, 1954), último premio Anagrama de ensayo por Estudios del malestar, considera que educación y cultura han de ir ligadas. "En general, la intervención del Estado en el terreno de la cultura sólo tiene sentido para preservar ciertos bienes del acervo colectivo que resultarían destruidos o deteriorados si se abandonasen a la mera lógica mercantil. Pero para que esas intervenciones puedan llegar a ser eficaces y legítimas lo primero que el Estado tendría que tener es una decidida política educativa. La inversión en cultura sin una inversión fuerte en educación corre el riesgo de escaparse por el sumidero de la propaganda".

El autor de Nunca fue tan hermosa la basura no ve demasiadas diferencias entre los distintos partidos, más allá de lo meramente anecdótico. "Tengo un amigo que dice que, durante los gobiernos del PSOE, estuvo a punto de haber un Ministerio del Rock and Roll. En el ayuntamiento de Madrid, por otra parte, creo que Ana Botella ofreció la concejalía de cultura a Raphael (que tuvo la sensatez de rechazarla). Esto significa que la política cultural, más allá de la protección del patrimonio (que no es una cuestión menor), ha sido errática, oportunista y, como ya he dicho, propagandística. Pero mucho más en función de los vaivenes de la opinión superficial y de los sondeos que de presupuestos ideológicos de izquierda o de derecha". Pardo es muy crítico con el supuesto interés por la cultura del populismo. "La verdad es que no me consta ese plus de interés cultural que se le atribuye, ni tampoco he notado diferencias sustantivas en los lugares donde gobierna o influye en el gobierno esa formación, al margen de las meramente folklóricas. Su discurso cultural, como en otros órdenes, oscila entre la más vacua demagogia ("devolver la cultura a la gente", algo que nadie sabe lo que quiere decir pero que fomenta el rencor social hacia las "élites" culturales, que es un deporte con muchos seguidores) y los más claros intentos de manipulación proselitista al más rancio estilo estalinista (la celebérrima ‘hegemonía')".

Otro aspecto que preocupa a Pardo, catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, es la reideologización de la sociedad, que llega desde dos frentes: populismo y nacionalismo. "Ya sé que "ideología" suena a "ideas" -explica-, y que como en general a todo el mundo le parece bien el pensamiento (hasta que tiene que ponerse a pensar o hasta que llega uno que escribe libros de pensamiento, que entonces ya no parece tan bien), esto de que la sociedad se "reideologice" tiende a parecer una cosa estupenda (como si "ideología" fuese sinónimo de "cultura"). Pero no es así. Las ideologías, como sucede con el uso político de las religiones, existen justamente para evitar que la gente tenga que pensar (que es una cosa siempre un poco peligrosa) y tenga una serie de fórmulas vacías capaces de justificar cualquier cosa que se haga a favor de la Causa. El populismo y el nacionalismo son ejemplos perfectos de eso. Pero tener "ideología", en este sentido, es todo lo contrario de tener ideas y de tener cultura. Aunque desde luego hay quien utiliza políticamente las instituciones culturales públicas para extender el evangelio".


Victoria Camps

"Mantener el derecho a la cultura es uno de los problemas no resueltos de la socialdemocracia"

Victoria Camps (Barcelona, 1941), filósofa y catedrática de la Universidad de Barcelona, recuerda que "promover el acceso a la cultura es un imperativo constitucional (CE, 44), y por lo tanto es un deber del Estado promocionar la cultura". La ex senadora (entre 1993 y 1996 lo fue por el PSOE) considera que "‘intervenir' quizá no sea la palabra más adecuada" para referirse al papel que ha de tener el Estado. "Promover la cultura es la otra cara de su no mercantilización -señala-. Cultura es el fútbol y es la ópera. Hay que distinguir y ayudar a esa cultura cuya promoción no puede ser el resultado de la oferta y la demanda".

En cuanto a la diferencia entre las políticas culturales de los dos grandes partidos que han gobernado España, además de UCD, en democracia, Victoria Camps, que hasta 2001 presidió la Fundación Alternativas de pensamiento político, señala algunas diferencias concretas. "El PSOE ha tenido ministerios de cultura, ha dado a la cultura una prioridad específica. Creó, por ejemplo, el Instituto Cervantes. El PP subsume a la cultura en educación y así reduce el presupuesto dedicado a ambos apartados. No está mal entender la cultura como una prolongación de la educación, pero dicha concepción no ha formado parte ni de la política del PSOE ni de la del PP".

No cree Camps que la desaparición de las diferencias entre izquierda y derecha sea algo exclusivo del terreno cultural. "Las diferencias se están diluyendo en todos los campos. El derecho al acceso a la cultura es un aspecto del estado del bienestar y mantener ese estado es el problema no resuelto de la socialdemocracia. En cuanto la izquierda deja de liderar la forma de atender a los derechos sociales y se limita a mantener la inercia de lo logrado hasta ahora, sus políticas y las de la derecha apenas se distinguen". Camps no cree que el partido de Podemos, que ha hecho de la cultura una de sus banderas electorales, "se interese más por ella que los demás partidos". En cuanto al papel que la cultura haya podido tener en la "reideologización" de la sociedad, la autora de El gobierno de las emociones otorga un rol importante a los populismos de derechas y, en concreto, a los nacionalismos. "Si hablamos de la cultura en sentido antropológico, es evidente que ha habido una reideologización de la sociedad al inculcarle el valor de las identidades culturales nacionales o étnicas. Los populismos de derechas caen en ese peligro y, además, trivializan la cultura al privarla de lo que tiene de universal y reducirla a particularismos".


Fernando Savater

"Los creadores no deben ser vampiros de las subvenciones, pero tampoco

mártires de la desidia que ignora todo cuanto no es ultracomercial"

"Lo mismo que ningún gobierno puede hacer felices a sus ciudadanos, pero sí infelices cuando se empeña, no creo que los gobiernos puedan crear cultura pero pueden bloquearla o impedirla: por medio de un IVA exagerado, negando a los creadores la posibilidad de cobrar una pensión y a la vez seguir creando, promocionando sólo las obras de determinado sesgo político y ninguneando a otras, escuchando a los mil maniáticos a los que indigna la políticamente incorrecto y censurando muestras de arte o literatura, descuidando el arte, la literatura o la filosofía en los programas educativos, no fomentando una televisión y una radio públicas de calidad (es decir, sin fútbol ni concursos gastronómicos), etc".

Fernando Savater (San Sebastián, 1947) cree que los creadores "no deben ser vampiros de subvenciones pero tampoco mártires de la desidia que ignora todo cuanto no es ultracomercial". Según él, "tanto el Partido Popular como el PSOE han compartido siempre una misma visión política de la cultura: la han utilizado como algo circunstancial, cuando no como mero adorno, como el clavel en la solapa, aunque no han sabido actuar de manera muy distinta en cuanto al fomento a la creación ni a las medidas relativas a su protección. El realidad, el problema es que nunca la han considerado como algo realmente importante ni significativo para conseguir votos, ni para transformar la realidad ni por supuesto para armar éticamente a la sociedad. Que apenas aparezca en las campaña electorales en el fondo es un síntoma de ese desinterés, pero también puede tranquilizarnos,ya que, como escribí no hace mucho, a veces siente uno miedo de que si salen elegidos cumplan efectivamente su programa".

El escritor -y miembro fundador de UPyD- opina que "los populismos sienten a menudo la tentación de utilizar la cultura con fines propagandísticos, que es el nivel más bajo de la cultura, pero también hay otras propuestas serias (las menos). Ya lo dije hace tiempo, hay cultura de lo peor como la hay de lo excelso (el aspecto cultural de ETA es indudable, como fue también cultura el nazismo y lo son ahora la mafia, la camorra, el narcotráfico, el ISIS y los paraísos fiscales) , pero no creo que se pueda ni se deba generalizar, pese a la evidente utilización torticera y propagandística que algunos movimientos hacen de la cultura y sus creadores. Algunos de los cuales, hay que decirlo, están encantados, felices de estar bajo el foco político para, al menos en esas escasas ocasiones, mostrarse en todo su esplendor".




José Antonio Marina

"La incidencia en la cultura de los últimos gobiernos ha sido pobre y errática"

Lo primero que desea concretar el filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939) es el significado de "cultura". "Es un término confuso", asegura. "En las revistas culturales suele entenderse como ‘cultura cinco estrellas': arte, literatura, música, etc. El Cultural sabe bien las dificultades que tuvo para introducir la ciencia dentro de un suplemento cultural, porque para muchos lectores no es cultura. Y algo parecido ocurrió cuando mantuvo durante años una amplia sección sobre creación ética".

"Respecto a la ‘Cultura cinco estrellas' -continúa el autor del reciente Tratado de filosofía zoom-, las tareas del estado son: promover la cultura de los ciudadanos (su apropiación de las creaciones culturales, lo que aumentará también el "consumo" de productos culturales), de lo que debe encargarse el sistema educativo, y también una oferta pública de bibliotecas, museos, salas de exposiciones; fomentar la creación cultural, favoreciendo el mecenazgo, ayudando a proyectos de difusión cultural, becando a artistas nuevos o jóvenes, concediendo premios que destaquen la calidad e importancia de los creadores; fomentar la investigación mediante proyectos de I+D+i; favorecer la industria (editoriales, productoras de cine, salas de exposiciones, etc.) reducciendo el IVA o con ayudas fiscales.Y lo que no debe hacer es imponer un modelo cultura, o artístico o ideológico".

La incidencia real en la cultura de los gobiernos del PP y el PSOE, dice Marina ha sido "pobre y errática. Y en Podemos, hasta donde sé, no han tenido nunca un modelo detallado de apoyo a la cultura. Cuando se estudia la evolución de las creaciones culturales (en su sentido más amplio, con ciencia y técnica) vemos que responden a procesos muy complejos. Hay entornos que la favorece y entornos que la dificultan. Richard Florida ha estudiado los factores urbanos que influyen en la creatividad. La influencia es circular: el entorno favorece las creaciones que cambian el entorno. He estudiado con mas detenimiento la evolución del arte plástico desde las vanguardias. Me pareció que fueron avanzados en manifestar un "sistema de ideas" que luego cuajo en otras manifestaciones, a la que llamé "utopía ingeniosa". En la actualidad, no veo ningún proceso de reideologización, salvo los cambios que están produciendo las nuevas tecnologías tanto en el arte, como en las formas de comunicación o socialización. El transhumanismo podría ser su propuesta teórica, pero la veo aun muy embrionaria".