Niño agarrado a la valle del campo de refugiados de Sanliurfa (Turquía)
¿Vuelven los bárbaros? ¿Los tenemos ya en las puertas (Turquía, Grecia, Libia, Jordania, Líbano, Magreb, México...) de Europa y de los EE.UU.? "Por supuesto", responden un día sí y otro también los Le Pen, Farage, Orban, Trump y compañía. "Si no hacemos nada para impedirlo, el influjo migratorio será como la invasión de los bárbaros del siglo IV y las consecuencias, las mismas", decía Marine Le Pen, la dirigente del Frente Nacional, el año pasado en Amiens.Las principales oleadas de extranjeros que precipitaron la caída del imperio romano de Occidente no se produjeron hasta el siglo V y "la muerte, las ruinas, los incendios y el luto" que, según San Orencio de Auch, testigo y cronista de aquellas invasiones, dejaron a su paso nada tienen que ver con los efectos que, hasta ahora, ha tenido la entrada masiva de refugiados e inmigrantes (cuántos desmanes se cometen en su discriminación) en los países más ricos.
"Trump no se ha atrevido todavía a presentarse como un nuevo emperador Adriano, aunque desde Pat Buchanan ningún candidato estadounidense había llamado bárbaros a los mexicanos", escribía recientemente Ian Morris en su mirada global al desafío de la inmigración para el centro de análisis geoestratégico Stratfor. En Refugiados, el profesor, ex eurodiputado y asesor de varios gobiernos franceses sobre problemas del Mediterráneo Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946) desmonta, una por una, las barbaridades y mentiras de los actuales sembradores de odio y miedo al extranjero, y ofrece numerosas ideas y propuestas concretas para corregir los graves errores cometidos hasta ahora.
El autor pone el foco en Europa y, dada la velocidad de los procesos geopolíticos en los tiempos que vivimos, casi todas las cifras necesitan actualizarse -unos meses hoy son como varios años hace dos o tres decenios-, pero ello no invalida nada esencial de su inestigación, probablemente la aportación académica más completa realizada hasta ahora sobre un reto tan complejo. Como el excelente divulgador que es, empieza y termina los 14 capítulos del libro por la última hora, no se pierde en las hojas de los árboles, y nunca pierde de vista el bosque ni su deterioro imparable si no ponemos remedio cuanto antes a la sinrazón.
¿Por qué se han acelerado en los últimos años las migraciones?, se pregunta en el primer capítulo ("Éxodo"). Para mejorar su vida y la de los suyos, empujados por las enormes desigualdades que la explosión demográfica, las guerras y las crisis medio ambientales están provocando en algunos países. "La conjunción contradictoria entre el crecimiento demográfico y el estancamiento económico constituye la causa fundamental", escribe. (p. 17)Pesimista, pragmático y bien documentado, Naïr ofrece en esta investigación la aportación académica más completa realizada hasta el momento
Cierra la presentación con una crítica más que justificada a la UE: "Carece de respuestas a los desafíos que plantea este entorno geopolítico y geoeconómico. No tiene visión estratégica ni a largo ni a medio plazo. Deja al mercado gestionar automáticamente la demanda migratoria y no quiere asumir la responsabilidad política y moral para con los refugiados. Su impotencia y falta de visión en materia de previsión y gestión de las migraciones beneficia a los movimientos xenófobos". (p. 22)
El maná que han encontrado tirios y troyanos sin escrúpulos -mafias las llamamos, aunque la realidad es más complicada- lo explica en el capítulo 10: "La razón (del éxito mafioso) tiene que ver con la debilidad estructural de la UE..., las lagunas legislativas y las diferencias entre las legislaciones nacionales" denunciadas hasta por Europol (p. 115). Las principales víctimas son siempre las mujeres y los niños, porque "el mundo del éxodo no es el mundo de la solidaridad". (p. 128)
Quizás la Europa de los valores -lo más importante que ha dado el viejo continente al mundo desde la II guerra mundial- haya fallecido en 2015. Quizás el mensaje de Europa al mundo haya desaparecido ante la tragedia de sirios, iraquíes y afganos. "Será difícil hacer olvidar estos hechos y nadie sabe cuáles serán las consecuencias", advierte (p. 86).
Desde los primeros capítulos deja clara la necesidad de revisar los conceptos de refugiado e inmigrante, pero advierte contra el riesgo de que, al modificar la Convención de Ginebra, en vez de reforzar la protección de las víctimas, se debilite en el contexto regresivo de hoy, como lo ha hecho en cada cumbre europea, referéndum y elecciones de los últimos meses. Consciente de las contradicciones y de las dificultades de cualquier estrategia, Naïr, pesimista pragmático y bien documentado, concluye con una advertencia que los abanderados de la amenaza bárbara utilizarán a su favor: "Los valores del humanismo ilustrado se desvanecen poco a poco, recordando el eclipse de la democracia de los años treinta del siglo pasado. La punta de lanza de este repliegue está constituida hoy en día tanto por los movimientos xenófobos y racistas de extrema derecha como por la política oficial de algunos gobiernos de los países del Este" (p. 163).