Marcos Chicot
El escritor publica El asesinato de Sócrates, un thriller histórico ambientado en la Grecia clásica, con el que ha conseguido ser finalista del Premio Planeta 2016.
Pregunta.- Comenzó a publicar a finales de los 90, ¿por qué ese salto hasta el 2013 con El asesinato de Pitágoras?
Respuesta.- En realidad nunca he dejado de escribir, pero a la vez trabajaba como economista y como psicólogo clínico. Siempre he estado escribiendo, no ha habido un año que no lo haya hecho. Me ocupé mucho tiempo de una novela histórica que supuso mi novela de aprendizaje sobre cómo escribir este género, pero que nunca he publicado. El gran cambio se produjo con el nacimiento de mi hija, que me motivó a dejarlo todo y a intentar escribir la mejor novela que pudiera para intentar proporcionarle un buen futuro.
P.- ¿Cómo fue ese momento en que decide apostarlo todo por la literatura? ¿Cuál ha sido el resultado?
R.- Dejar mis trabajos por la escritura era una apuesta arriesgadísima, una locura. Todavía no tengo la certeza de que haya sido una decisión acertada. Con el libro sobre Pitágoras tuve bastante éxito, funcionó muy bien en España y se está expandiendo a multitud de países como Italia, Grecia o Polonia. Estos años me ha permitido pagar las facturas, compensar el tiempo dedicado, y empezar a crear un pequeño fondo de futuro para mi hija. Este premio es un nuevo éxito en ese sentido.
P.- Asegura que el libro pretende enganchar al lector pero a la vez que este aprenda. Es raro ese poso educativo, ¿cómo se equilibran entretenimiento y enriquecimiento?
R.- Considero que no puedes exigirle ningún esfuerzo al lector. Mi premisa es que mis novelas sean entretenidas, que el lector se enganche, no encuentre un momento de dejar la lectura y acabe con ojeras. Ese objetivo es irrenunciable, pero a la vez, lo que quiero es ofrecer conocimiento. Recrear un personaje central, en este caso Sócrates, y que se conozcan sus hechos principales y su manera de pensar. Y también recrear su mundo y su entorno. El contexto histórico no quiero que sea un mero decorado de la trama, sino recrearlo de una forma completa, que el lector aproveche.
P.- ¿Pero cómo consigue incluir todos estos elementos históricos y a la vez dotar de vida a la novela, mantener el interés del lector?
R.- Pues quiero contar muchas cosas pero tengo que hacer que encajen en la trama. Por ejemplo, me encanta la cerámica griega, pero no puedo hablar de ella sin más. Entonces introduzco un personaje que sea ceramista que le explica todo a su hijo. Así puedes meter todo. Por ejemplo, llevo a otro personaje a los Juegos Olímpicos, donde compite con su principal enemigo, lo que crea una situación emocionante, y ya que estas ahí recreas el santuario de Olimpia, las pruebas... Entonces el lector está viendo la vida y las emociones del protagonista pero cuando acaba el libro, en cada página habrá leído una pincelada que sumada al resto formará un cuadro completo. Y sin darse cuenta, sin esfuerzo apenas, tiene en su cabeza un fresco completo de la Grecia clásica. Además todo está tratado de forma muy rigurosa, no me concedo ninguna licencia literaria en ese sentido. Si mintiera, me inventara algo o fuera un poco laxo en alguno de los elementos, para mí la novela en ese sentido se desmoronaría, perdería todo su valor.
P.- ¿Por qué la Grecia clásica, por qué llevarnos a esa época que es recurrente ya en su literatura?
R.- Es recurrente y posiblemente seguiré viajando por ella. Nuestra cultura nació ahí, prácticamente de la nada. En un momento determinado hubo una explosión repentina de conocimientos. Parece como si viniera alguien y les hubiera otorgado una iluminación superior en todos los campos. Crean la primera democracia, la medicina con Hipócrates, la historia con Tucídides, pintura, escultura, arquitectura, Fidias, Mirón, Policleto... Algo que después se pierde, y hasta 2000 años después, en el Renacimiento, no somos capaces de volver a llegar al mismo nivel de evolución.
P.- Se inspira en esa imagen benéfica de la Grecia clásica como cuna de la cultura occidental, pero a la vez muestra sus defectos como sociedad, que eran varios y graves.
R.- Es cierto, también intento desmitificar en este libro lo que era la Grecia clásica, por ejemplo, la Atenas clásica, que hoy vemos como una maravilla de democracia y filosofía. Atenas era un imperio que tenía sometidas a otras 200 ciudades, y como alguna se rebelara y dejara de darles dinero, mataba a todos los hombres y esclavizaban a mujeres y niños. Eran bestiales. Con el dinero de esas 200 ciudades ¿qué hacían?, el Partenón, la Acrópolis, y dedicarse toda la ciudad a pensar, a la filosofía, y como además eran muy listos, pues claro, fueron maestros.
P.- Uno de los ejes de fondo es la Guerra del Peloponeso, que enfrenta dos visiones completamente antagónicas del mundo, porque hablábamos ahora de Atenas, pero está Esparta. ¿Qué lectura podemos extraer en nuestra polarizada sociedad actual sobre ese choque fratricida que ya sabemos cómo acabó?
R.- Este periodo está concentrado en muy pocas décadas porque esa sociedad se va destruyendo políticamente con los 27 años de guerra entre Atenas y Esparta, que refleja la novela desde ambos puntos de vista. Pero está demostrado que el hombre no aprende. Han pasado 2500 años y eso ha ocurrido una y mil veces, el enfrentamiento entre dos sociedades hermanas pero con puntos de vista o deseos contradictorios. La única manera de que se avance es con instituciones y leyes inviolables. En los momentos de paz, en los cuales impera más el sentido común, se deben crear normas e instituciones en previsión de que vuelva a ocurrir una situación de tensión. Siempre desde la reflexión y la calma, porque cuando llega el momento de la pasión y no hay diques que contengan, se da el desborde de la violencia.
P.- Siendo Sócrates protagonista, se da por hecho el peso de la filosofía en el libro. Ahora que está desapareciendo a nivel educativo, ¿es una forma de reivindicar esta disciplina?
R.- Si dices que vas a hablar de filosofía para el 99% de la gente es un coñazo. Pero yo no pretendería escribir un libro de filosofía. Lo que hago es escribir una novela donde hay un personaje que es filósofo, y tú como lector ves su vida y ves por qué hace ciertas cosas y entonces lo comprendes. Pero porque es un personaje real, un personaje que ves como padre, como marido, como amigo, como combatiente que lucha a muerte. No solo lees sus discursos o los diálogos platónicos, porque sería mortal ponerte a hablar solo de eso. O construyes un thriller, donde si los encajas bien te caben todos los elementos, o sino el libro es un rollo. Estudiar filosofía de memoria es mortalmente aburrido, ojala hubiera un thriller para cada filósofo y para cada materia importante. Los libros de texto tendrían que ser en muchos casos en forma de novela, algo que pudieras leer y con ello saber todo lo que tienes que saber y además entretenerte.