Ariana Harwicz

En persona, Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) se parece a su prosa intensa y torrencial. Se expresa enérgica, rodeada de notas que la ayudan a absorber, masticar y esparcir todo lo que la rodea. Si pesca una idea interesante, la apunta para seguir indagando en ella más tarde. Después de una pregunta dice "claro" y levanta la vista al techo. Esa invariable operación dura dos segundos, lo que tarda en elaborar una respuesta que proyecta firme. Así es la escritora acaba de aterrizar con su prosa salvaje en la editorial de nuevo cuño :Rata_, que se ha estrenado este otoño con varios títulos entre los que se encuentra Precoz, la última novela de Harwicz. La autora, considerada por muchos una de las actuales renovadoras de la narrativa en español, cierra con ella una suerte de trilogía de la que también forman parte Matate, amor (Lengua de Trapo, 2012) y La débil mental (Mardulce, 2015), y en la que vuelve a tratar la zona más oscura de la maternidad, aquella en la que esta se cruza con el erotismo.



La trama, que transcurre entre los viñedos de la zona rural francesa en la que vive la autora, nos presenta a dos personajes, una madre y un hijo, al borde de la marginalidad absoluta. Roban en los supermercados, visitan a menudo la comisaría en contra de su voluntad y son hostigados por los servicios sociales. No hay hábitos, disciplina ni roles definidos en esta pequeña unidad familiar dominada por el amor, el odio y un ¿antinatural? deseo carnal, que la autora explica así a El Cultural: "No hay un vínculo más siniestro y a la vez más hermoso que el que existe entre una madre y un hijo o una hija. Es una relación en la que está prohibido casi todo, empezando por la atracción sexual. Es curioso que una relación tan física como es la maternidad esté atravesada por el tabú más grande, lo que evidencia una tensión primigenia".



Tabúes, del qué al cómo

Aunque en Precoz esta relación no acaba consumándose en incesto ni en crimen, la novela transita por esa extensa franja comprendida entre la idílica maternidad de anuncio de pañales y la crónica de sucesos. "Este tipo de relaciones confusas, en las que no están muy claros los límites entre el amor maternal o paternal y el deseo son muchísimo más comunes de lo que parece", opina la autora. "Por fuera vemos relaciones que se ajustan a los estándares, pero en la intimidad del hogar el espacio está menos reglado y se producen situaciones fronterizas, sin contar los casos en los que se llega a extremos sórdidos".



El incesto está entre los primeros puestos de las desviaciones capaces de escandalizar a la opinión pública, aunque, acostumbrados ya a las decapitaciones, a las inmolaciones, a la sangre real en prime time, considera Harwicz que lo que se considera tabú se ha desplazado de los temas a las formas. "Muchos teóricos del arte dicen que ya no se puede escandalizar. Ya ha habido de todo en los museos: se ha defecado, copulado, se ha mostrado a un perro muriendo de hambre. El tabú ahora está en el cómo. En la manera de contar algo aún se puede generar una estética o una sintaxis que conmueva o escandalice", opina la escritora.



El deber de parir

A pesar de la lucha feminista, observa Harwicz que incluso en ambientes progresistas se suele preguntar a una mujer sin hijos por qué no los ha tenido. "No debería caber tal pregunta, debería estar tan fuera de lugar como preguntarle a una madre por qué decidió tener hijos. La mujer está acosada por la maternidad, aún se considera un deber".



El estilo de Harwicz, decíamos al principio, es intenso. Arrebatado, fragmentario, lírico y a la vez descarnado. En las cien páginas de Precoz no hay ni un solo espacio en blanco. El punto y aparte es la pausa más larga. Todo ello contribuye a crear sensación de velocidad. "Para mí el libro es como esa pequeña scooter con la que el hijo atraviesa los viñedos", señala la escritora.



La liga femenina

Se ha comparado a Harwicz con otras autoras argentinas de su generación, como Samanta Schweblin y Selva Almada. "Hay algo lindo en pensarnos escribiendo a la vez, cada una en su lugar, y siento mucha empatía con ellas, como si se tratara de una comunidad de mujeres apasionadas por la literatura. Pero nuestros libros no tienen nada que ver, ni en cuanto a temas ni en cuanto a estilo", matiza la autora de Precoz. "Es algo que me da alegría, porque las voces literarias tienen que ser distintas para poder existir". Suele pasar que a las escritoras se las emparenta sobre todo con otras escritoras -la crítica menciona especialmente a Virginia Woolf y a Sylvia Plath cuando habla de Harwicz-, pero no con escritores. ¿Machismo inconsciente? "Pienso que es un defecto del pensamiento y un lugar común. Entiendo que es un halago hacia mujeres consideradas fuertes, pero a los hombres no les sucede eso. Es como cuando me preguntan si por el hecho de ser mujer tengo obsesiones femeninas. En esos casos no me apetece ni contestar".



La siguiente novela de Harwicz se llamará Racista y transcurre, sin nombrarla -como ocurre en Precoz-, en un área limítrofe entre las afueras de París y la Francia rural. Por primera vez en un libro de esta autora, el protagonista será un hombre: un profesor al borde de la jubilación que es tildado de xenófobo por el contenido de sus clases, en el contexto inmediatamente posterior a la oleada de atentados perpetrados por yihadistas, es decir, en la Francia de hoy mismo.



@FDQuijano