Fotografía de la campaña #FILPorLaCiudad

Cada vez que llegó a México estoy seguro de los cosas: veré el Popo desde el aire, mientras el avión aterriza en el oscurecer, y -ya en el aeropuerto y en la inevitable visita a la librería de la terminal internacional- veré, una vez más, las cubiertas del inevitable y necesario Carlos Monsiváis, un ídolo presente después de años de fallecido. Voy rumbo al Hilton de Guadalajara, el Hollywood tapatío donde las estrellas de la literatura se pasearán por su lobby como pavos reales dispuestos a ser devorados en estos días de Acción de Gracias.



En el Hilton, no hay todavía movimientos. Tres o cuatro adelantados, como nosotros, como Carlos Granés y yo, entramos en el templo de las vanidades de la FIL de Guadalajara. Y hasta aquí llegan los ecos de dos polémicas surgidas en España en el último mes: la de Cervantes, con el profesor Rico, de albacea, y el novelista Pérez-Reverte, por libre, y que estará presente en la FIL desde el sábado próximo; y la de Bolaño, tan fresca, donde las viudas revolotean en torno a herencias intelectuales y papeles que, en realidad, a mí, lector de los detectives y de aquel nocturno chileno, no me parecen tan importantes. Ni siquiera Bolaño me parece un valor obligatorio, tan fuera de lugar como tantos otros hinchados por la propaganda editorial y la sordidez crítica. Lo de las viudas es un torneo perenne en el que nunca se sabe cuál es la que va triunfar, si María Kodama o Blanquita Asturias, si Georgette o María Asunción Mateo, que no sé por qué carajo me tengo que acordar yo de ese nombre. Digo que esa pelea es una constante y nunca se saca nada en claro. Norah Borges en el momento supremo: "Esta china viene a quedarse con todo". Voilà. Ahora está también en pleitos para que le toquen a Borges, que es también latinoamericano, aunque nada profesional, al que le aterraba que se lo recordaran.



Pero, en fin, aquí, en la FIL, América Latina, esa entelequia intelectual y geográfica que navega hacia adelante en una deriva intelectual masiva: América Latina, la sirena, la invitada de honor de la FIL en su 30ª convocatoria.



La FIL entonces: una gran obra impuesta a base de hechos, año tras año, hasta hacer inmenso y universal un espacio de libros donde la gente se mueve todo el día, miles de gentes, como en una fiesta de bailes y libros que siempre termina con la apoteosis del último año ganándole al anterior en espacio, gentío, pasión de libro y lectura, presencia de escritores y editores, de la industria y la intelectualidad del libro y el mundo de la edición. Iremos al ambiente, sacaremos a la luz algunas cosas que nunca se dicen, y que son crónicas de los otros, los que nunca figuran en los grandes reportajes del cañón y las jerarquías inventadas. Vendrá eso sí, el Chacal, seguramente a observar y "comprar" escritores y libros. Hasta ahí hemos llegado. Y todo serán rumores y afanes por ganarse el cielo falso de una gloria todavía más falsa: la del espectáculo momentáneo, la del hipido mediático, la del contrato millonario inventado. Muchos son, pero poco los escogidos.



"No se habrían entendido", me contesta en el avión, mientras hablamos de chismes editoriales, Malcolm Otero Barral, "el nieto" para mí y otros barraliamos fieles. Le había preguntado qué hubiera pasado de encontrarse bajo el mismo torneo medieval el mítico Barral y el famoso Chacal: "Nunca se hubieran entendido". También lo creo.



Vendrán 600 escritores de América Latina y de España: eso es parte de la FIL de Guadalajara este año. He llegado antes, como los años anteriores, pero no por mucho madrugar, se duerme menos a la hora del tequila y las excursiones a Zapopan y Tlaquepaque. ¡Ay, Jalisco, no te rajes!



Jaime Hernández, el escritor mexicano que vive en Madrid y se sabe a Rulfo de memoria, me dijo un día que María Félix, la diosa temible, decía a sus amistades que su marido de entonces, Jorge Negrete, nada más y nada menos, era pedorro compulsivo y tenía halitosis. No creo que este FIL discuta estos pormenores íntimos de los dioses muertos. Más bien pasará el tiempo convulso con las firmas de escritores y escritores que luego contarán que han firmado más de mil ejemplares de sus libros: ojos que te vieron ir por esos mares adentro.



El Tótem viene también el sábado. Ya está en el Distrito Federal, de reuniones y "en pensamientos políticos". Sobre todo ahora, cuando ha usado el título de Spengler para decir por escrito algo que los mexicanos saben a la perfección: que Occidente está jodido y chingado. El Tótem es Vargas Llosa, la cumbre hoy por hoy, literaria y mediática de esta entelequia que celebraremos en estos días que empiezan ahora mismo. El carnaval inevitable de los libros, editores y escritores de América Latina.