Ian Morris

Tras preguntarse -y tratar de responder- por qué manda Occidente en el mundo, el historiador Ian Morris vuelve a la carga con otra pregunta de gran alcance: ¿Qué hace evolucionar a nuestro sistema de valores? Su respuesta es original: los sistemas productivos. Es decir, lo que se considera bueno o malo, justo o injusto, es un código que se va adaptando según convenga de acuerdo con el modo en que obtenemos los recursos y la cantidad de energía a nuestro alcance. Es imposible dar respuesta a semejante cuestión desde una única disciplina, por eso Morris adopta como de costumbre en Cazadores, campesinos y carbón (Ático de los libros) un enfoque transversal que combina la historia con la economía, la ética, la sociología y la antropología.



En función de esta teoría, Morris distingue tres tipos de sociedades: las de los cazadores-recolectores, las de los agricultores y ganaderos, y las que utilizan combustibles fósiles como principal fuente de energía, es decir, lo que hoy conocemos como "civilización occidental".



Morris, doctor en Historia por la Universidad de Cambridge, describe estas sociedades según sus niveles aceptados de cuatro parámetros principales: desigualdad política, desigualdad económica, desigualdad de género y violencia. Según su análisis, mientras que la desigualdad política es vista como algo malo en las sociedades cazadoras-recolectoras y en las que se basan en los combustibles fósiles, en las sociedades agricultoras se considera positiva porque refuerza la jerarquía social necesaria para que ese tipo de sociedad funcione. Por otra parte, la desigualdad económica es mejor consentida por los usuarios de combustibles fósiles que por los cazadores-recolectores, pero sucede al contrario con la desigualdad de género y la violencia.



Este libro tiene su origen en dos conferencias que impartió Morris en la Universidad de Princeton en 2012. Después rebatieron sus teorías la escritora Margaret Atwood, la filósofa Christine M. Korsgaard, el experto en cultura clásica Richard Seaford y el sinólogo Jonathan D. Spence. Morris cede a cada uno de ellos un capítulo de su libro para que expongan sus objeciones, si bien se reserva el último turno de palabra para contestar a sus críticas y reafirmarse en sus tesis.



Pregunta.- ¿Cuándo empezó a pensar en su teoría de que los valores morales están conectados con los métodos de producción de energía?

Respuesta.- Fue mientras escribía mi libro Por qué manda occidente... por ahora, donde tracé la historia de la obtención de energía y otras formas de dsarrollo social en Oriente y Occidente. Esa fue la primera vez que me di cuenta de que los grandes avances en la captura de energía, de la recolección (vivir de plantas y animales salvajes) a la agricultura y la ganadería (vivir de plantas y animales domesticados) y luego a los combustibles fósiles (aumentando las plantas y los animales con carbón, gas y petróleo), coincidieron con grandes cambios en el pensamiento moral. Solo entonces se me ocurrió que todo ello se explica con mi extraño encuentro con el señor George en 1982.



Morris se refiere a un campesino del pueblo de Assiros, en Grecia, al que vio pasar montado en un burro mientras su esposa caminaba detrás cargando con un pesado saco a la espalda. Un miembro de la expedición arqueológica de la que Morris formaba parte le preguntó al campesino por qué iba él en el burro y su mujer a pie. El tal señor George respondió con naturalidad: "porque ella no tiene burro". Dice Morris que aquella fue su "primera experiencia antropológica clásica de choque cultural", y asume que aquel comportamiento era la norma en Assiros.



P.- ¿Ha pensado que el comportamiento del señor George hacia su esposa pueda ser una excepción o exageración de la norma de aquel pueblo y, por lo tanto, no representativo de su sistema de valores?

R.- Siempre es posible; cada uno es diferente, y cuando hablamos de los valores de una sociedad particular estamos haciendo la media de todas las peculiaridades que nos hacen humanos. Pero hasta donde sé, el señor George era un tipo bastante normal en Assiros. Algunos hombres del pueblo eran conocidos como abusones, borrachos o maltratadores, mientras que otros eran considerados honorables, pero no recuerdo a nadie alabar ni criticar al señor George.



P.- Si cada época tiene los valores morales que necesita, es decir, si son adaptativos, ¿significa esto que no hay valores morales absolutos?

R.- Creo que aquí la cuestión debe ser qué estándar usamos para juzgar los valores en términos absolutos. Una de las grandes ventajas de la religión es que aporta un estándar compartido, y una de las cosas inquietantes de la evolución es que elimina esos estándares. Hay ideas que claramente podemos llamar valores humanos, en el sentido de que son considerados buenos por prácticamente todo el mundo: ideas como el amor, la justicia, la decencia, la generosidad, la honestidad, y probablemente muchos más. Pero luego viene el problema de decidir qué significan exactamente estos principios.



P.- Como dice Korsgaard, si la gente descubre que los valores con los que rigen sus vidas no son verdades absolutas, sino resultado de una evolución o de una convención con fines prácticos, ¿no dejarían de creer en ellos?

R.- Eso es lo que yo llamo la teoría de los valores del "mago de Oz": que si la gente aprende que hay un pequeño anciano detrás de la cortina manipulando todas las palancas, todo se derrumbará. Pero la realidad es que eso no sucede. Los sabios han especulado sobre la base científica de los valores por lo menos desde Platón y Aristóteles sin que todo el mundo se haya vuelto psicópata. En este aspecto creo que la evolución proporciona gran parte de la respuesta: hemos evolucionado hasta tener valores como la justicia y la decencia porque eran los valores que mejor permitían a una persona pasar sus genes a la siguiente generación. Es posible ser demasiado decente y justo, en cuyo caso otra gente más egoísta que tú se aprovechará de ti y tú tendrás menos éxito en la vida; pero también es posible, por supuesto, no ser lo bastante decente y justo, en cuyo caso la gente tenderá a evitarte (aunque, por supuesto, todos podemos pensar en unas cuantas personas realmente horribles que a pesar de ello prosperan). Creo que el profesor Korsgaard se equivoca al pensar que una explicación científica de por qué interpretamos nuestros evolucionados valores como lo hacemos llevará a todo el mundo a comportarse de un modo completamente distinto.



P.- Usted argumenta que los valores humanos van a evolucionar tan rápido como lo está haciendo la tecnología y las sociedades. ¿Qué tipo de valores cree que van a cambiar más y en qué sentido?

R.- Creo que esta es hoy la cuestión central de la política occidental, y esencialmente se reduce a una discusión sobre lo que une y lo que divide a la gente. Una teoría dice que la nacionalidad, el género, la religión, la orientación sexual y todas las demás formas antiguas de dividir a la gente están perdiendo importancia y que todos nos estamos convirtiendo en ciudadanos globalizados del mundo, pero la gente que piensa que esto es bueno tiende a ser la mejor educada, la más móvil y a menudo la mejor pagada. La otra teoría dice que las ideas tradicionales acerca de la nacionalidad, el género, la religión, la orientación sexual y otras categorías son buenas, y que el verdadero peligro es que una pequeña élite globalizada ha dado la espalda a la tradición y está explotando a todos los demás. Realmente esto se reduce a dos maneras de interpretar lo que significan la comunidad, la igualdad, la ecuanimidad y la justicia. Nadie sabe cómo terminará esto, pero creo que los patrones a largo plazo de la historia sugieren que la globalización va a ganar, y que en el siglo XXI veremos desaparecer las viejas divisiones, pero una nueva nueva división se hará más fuerte: aquella entre una élite internacional y altamente tecnológica y el resto de la gente.



P.- Sus críticos arguyen que su enfoque simplifica la Historia al considerar solo tres tipos de sociedades y al utilizar las estadísticas para calcular el desarrollo social en tiempos remotos. ¿Cómo se defiende de esta acusación?

R.- Creo que estas críticas están un poco confundidas. Todo lo que decimos sobre el pasado está simplificado. La cuestión real es si reducimos las cosas al nivel correcto para resolver problemas que nos interesan. Podemos subdividir las sociedades en un número infinito de categorías diminutas, pero entonces nos ahogaremos en detalles; o podemos dar un paso atrás y decir que toda la gente es igual, así que no necesitamos ninguna subdivisión, pero entonces nos perderíamos patrones importantes. Si alguien cree que dividiendo las sociedades en cuatro, cinco o dos o una categoría podemos extraer más sentido de las evidencias del que yo he conseguido dividiéndolas en tres grupos, deberían hacerlo y demostrarlos; y si creen que los enfoques puramente cualitativo funciona mejor que los cuantitativos, deberían demostrarlo también. Tal como yo lo veo, así es como el estudio académico avanza: una persona intenta responder una pregunta y entonces otra llega y trata de responderla mejor.



Gráfico en el que Morris compara los valores de las sociedades cazadoras-recolectoras, agrarias y consumidoras de combustibles fósiles

P.- Un gráfico del libro revela algo sorprendente: que los valores de los consumidores de combustibles fósiles se acercan más a los de los primitivos cazadores-recolectores que a los de las sociedades agrarias. ¿A qué se debe?

R.- Sí, creo que es un resultado interesante que contradice la intuición. Podríamos esperar que cuanta más energía capture una sociedad y más compleja se vuelva, se haga también más desigual, pero eso no es lo que ocurre. Creo que depende de qué tipos de organización funcionan mejor. Tanto en las sociedades cazadoras-recolectoras como en las de combustibles fósiles, interpretar la justicia como que todo el mundo es bastante igual y que debería ser tratado de manera más o menos igualitaria tiende a funcionar bien. En cambio, las sociedades agrarias que tratan de forma diferente a campesinos y aristócratas, a reyes y esclavos, a hombres y mujeres, tienden a sobrevivir y las que no lo hacen, no.



P.- En el capítulo 5 sobre los valores del futuro, presenta varios escenarios posibles: 1) que China adopte los valores occidentales; 2) que Occidente adopte los valores chinos; 3) que haya muchos sistemas de valores al mismo tiempo porque no habrá una nación hegemónica. ¿Por cuál de los tres apostaría?

R.- Yo apostaría cautelosamente mi dinero al primer escenario. Lo que normalmente llamamos "valores occidentales" son en realidad los valores que funcionan mejor en los sistemas que consumen combustibles fósiles; y cuanto más se acerca China (u otras sociedades asiáticas) hacia este sistema de valores, es más probable que prospere en un mundo de combustibles fósiles. La razón por la que soy cauto en esto, sin embargo, es que creo que el mundo de los combustibles fósiles está llegando a su fin. No podemos seguir emitiendo carbono a los niveles actuales, y se están haciendo avances extraordinarios en el campo de las energías renovables. Muchos analistas industriales son optimistas y piensan que en la década de 2020 o 2030 la electricidad obtenida de la energía solar o incluso de la eólica será más barata que la del carbón, el gas y el petróleo. Y eso creo que nos lleva a la pregunta más interesante de todas: si los sistemas de valores realmente cambian según la cantidad de energía a nuestra disposición, ¿cómo nos comportaremos cuando vivamos en un mundo de energía ilimitada y limpia?



@FDQuijano