Yo también soy Sherezade
José de la Colina
13 enero, 2017 01:00José de la Colina
Aunque nacido en 1934 en Santander, José de la Colina ha residido en México desde 1941, pues sus padres, republicanos, ya en 1937 tuvieron que exiliarse al terminar la Guerra Civil, primero a Francia y República Dominicana y finalmente a México. No es extraño que el modo de hablar de ese país se cuele en sus escritos, o que entre sus amigos y compañeros literarios figuren Octavio Paz, Monterroso, Buñuel o Arreola (editor de su primer libro). Esta antología de más de sesenta microrrelatos viene precedida de un minucioso estudio de Fernando Valls en el que, aparte de desgranar sus avatares biográficos, enmarca y enraiza al autor en una tradición y en un contexto de influencias.El libro es un amplio muestrario de obsesiones, de ocurrencias variadas que nacen de un ingenio vivo, aunque más cerebral que apasionado o cálido. Esa "frialdad" la atenúa el sentido del humor de quien sabe reír y hacernos reír, por ejemplo, con las paradojas a las que aboca el psicoanálisis ("Un caso difícil"), o, simplemente, con lo poquito que a veces somos, una fantasmagoría, el abismo que media entre la Garbo real y la del celuloide en uno de los micros o el diluirse del personaje real/irreal de "Una pasión en el desierto". Y en medio de esa variedad temática, un asunto puntea y se repite en el conjunto: la Metamorfosis de Kafka y su Gregorio Samsa. De hecho, aborda a Samsa desde perspectivas diversas: desde la otra Biblia, desde Chang Zu, desde Hamlet, desde Cervantes (con aire de microQuijote), desde Samuel Butler, desde Pascal (el hombre como escarabajo pensante), desde Lewis Carroll (Mix de Alicia y Samsa), desde Lautremont, desde Beckett, desde el psicoanalista, o desde una supuesta esposa del personaje insecto, que declara en el juzgado.
El cine y la fascinación por la belleza femenina son otros dos acordes recurrentes en esta colección: la citada Garbo, Esther Williams, una adolescente Marilyn ciclista, una bailarina o una hermosa muchacha rubia que duerme relajada en el tren. De la Colina ahonda también en la mitología (sobre los oráculos que ridiculizan la vanidad humana, sobre Teseo u Orfeo, o sobre castigos que martirizan eternamente al hombre como en esa "Fotofija" de Frankenstein). King Kong y su captura se presentan como mito caído en desgracia. Amor, odio, venganza y memoria son ingredientes de "La tumba india" y, en general del libro.
Humor angustiado el que describe a un miniFranco contenido en una lata de sardinas "Marca La Ferrolesa": una sombra alargada para quienes padecieron el exilio. Mucho humor británico en ese mayordomo flemático que anuncia a los señores el inicio de la Segunda Guerra Mundial o en otro personaje que provoca un conflicto bélico por puro aburrimiento de sociedad. Conmueve ese Poe final alcoholizado o la hermosa historia del soldado de "Tres camaradas". Cervantes es, en estas páginas, a la vez Avellaneda, mientras que Alonso Quijano y Sancho son en realidad actores que van de posada en posada, representando novelas de caballería. La apelación a un cambio de vida queda patente en "La llamada" o en ese músico del Titanic de "A la deriva". Curioso y hermoso conjunto el de este Sherezade.