Son una muestra, a escala microscópica, del subsuelo editorial español. Juntas forman un variado conjunto que va de la gastronomía al periodismo, y de la poesía al rock & roll. Son diecinueve editoriales caseras, minúsculas, que en ocasiones no publican más de tres libros al año, pero que gracias a una innovadora plataforma de distribución, una suerte de cooperativa cultural llamada Librerantes, están logrando subsistir. Os contamos cómo lo hacen. Y analizamos de paso esa parte de la industria que pone a tiempo los libros en manos del lector.

El primer escollo surge al intentar definirlo. ¿Qué es Librerantes? Si uno pregunta a algunos de los diecinueve sellos que lo integran, escuchará palabras como "comunidad", "cooperación cultural", "personalidad", "cercanía", "amor al libro", "atención a los detalles", "independencia" o "compromiso literario". Raquel Blanco, su creadora, da otra clave: "Librerantes es algo que me he inventado yo, y que podría haber salido fatal". Pero el caso es que va saliendo. En rigor, se trata de una distribuidora, pero a Almacén de Análisis, Continta me tienes, Ediciones el Salmón, Frontera D, Incorpore, Lemotbulle, Libros de la Resistencia, Lupercalia, Malasangre, Micromegas, Negratinta, Newcastle Ediciones, Palimpsesto, Principia, Recalcitrantes, Sabina, Uve Books, Varasek y OpusWine les aporta algo más. Ese algo más se resume, según dicen, en las palabras entrecomilladas más arriba.



El 5 de mayo de 2015, Blanco, que había trabajado para otras distribuidoras, dio de alta la empresa. Lo primero que hizo fue llamar a unos cuantos libreros "elegidos". "Les pregunté qué echaban en falta en las distribuidoras convencionales. Y vi que la mayoría se quejaban de que los grandes distribuidores los abrumaban, los ahogaban con libros de los que apenas les daban alguna información".



Blanco vio entonces el nicho de mercado: algo así como distribuir libros al por menor, encontrando a cada título su "lugar natural". Y explicarlo. Es ahí, de hecho, donde incide siempre en la primera reunión con los editores interesados en unirse a Librerantes. "Les digo que conmigo no van a estar en todas las librerías, pero que, en las que estén, estarán por algo, porque este o aquel libro debe estar en esta o en aquella librería", afirma.



Más pequeños y heterogéneos

Valentina Lara, editora de Lemotbulle, valora de Librerantes ese "sentido común" al relacionarse con los libreros. Lemotbulle da una idea de lo heterogéneo de estos sellos: su territorio es el de los "inventos poéticos", más allá del libro: insertan poemas en los objetos cotidianos, como en su "kit para un naufragio", compuesto por un "barco poema", un mensaje en una botella y una chapa salvavidas, todo recubierto de versos.



Librerantes cobra un 50% de las ventas de sus libros a las microeditoriales, con quienes se reparte el porcentaje del librero

Cuando Blanco se refiere a las editoriales con las que trabaja, habla, como si fuese un editor independiente, de su "catálogo". Si se le menciona Contexto de editores (Libros del Asteroide, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso) como posible proyecto semejante (aunque no es una distribuidora), se echa a reír: "Nosotros somos mucho más pequeños. No llegamos a todos los sitios y, además, mis editoriales no podrían trabajar con distribuidoras más convencionales, como UDL". Blanco dice sacar de Librerantes "el dinero justo para vivir", y se conforma, dice, con que las editoriales no le hagan perder dinero con los envíos.



UDL Libros es la distribuidora de Contexto, una referencia de los sellos independientes. Desde su sede de Azuqueca de Henares salen a diario miles de libros. UDL -como otras de tamaño medio, como Logintegral- lleva a cabo desde hace años una labor indispensable para las editoriales españolas medianas. Trabaja con unas 100 editoriales, distribuye a 2.500 librerías directamente y a más de 5.000 mediante acuerdos con distribuidores de toda España. Librerantes trabaja con algo menos de cien librerías y, como se ha dicho, con diecinueve ‘microeditoriales'.



Blanco reconoce que no podría llevar más de veinte sellos, pues de momento, y salvo la colaboración puntual de algunos amigos, está ella sola. "Lo que ofrecemos a cambio de no llegar a todas partes -cuenta- es una atención personalizada a cada libro. Por eso muchas de mis editoriales, cuando crezcan, se irán. Es lo normal y yo lo entiendo".



El método de las distribuidoras es el siguiente: dejan en préstamo los libros a las librerías, y éstas pueden devolver el 100% de esos envíos; es decir, todo lo que no vendan.Librerantes -como el resto- cobra un porcentaje, en su caso un 50%, de los libros que consiga vender. "Trabajamos con muy poco margen", afirma Blanco. El porcentaje de los libreros -que ronda el 30%, salvo en los grandes grupos como la FNAC o Casa del Libro, que puede alcanzar el 40%- se lo reparten a partes iguales con la editorial. De las distribuidoras depende si repercuten o no el porcentaje del librero en la propia editorial.



Márgenes inasumibles

En general, el margen depende de muchos factores (en la feria del libro aumenta, por ejemplo), pero es habitual que una distribuidora se lleve alrededor del 60%. Viendo este porcentaje, uno se hace una idea de la posición central que ocupa la distribución en el engranaje editorial. "Ninguna editorial, por mucha imaginación que le eche, podría subsistir si los libros no son distribuidos por un especialista", asegura Enrique Mercado, de Varasek, sello dedicado a "poesía, viajes y rock & roll".



"Con Librerantes no existen devoluciones injustificadas, no hay burocracia empresarial" , dice Ricardo Moreno (Lupercalia)
La relación editor-distribuidor tiene un reverso menos amable, y del que algunos pequeños editores se quejan: cada devolución que se produce resta una venta al final. Esto a menudo condiciona la supervivencia de los sellos modestos. Lo explica con claridad Ricardo Moreno, de la editorial alicantina Lupercalia: "Supón que tienes un título a la venta a diez euros. Puedes haber vendido 100 ejemplares de un título. Es decir (suponiendo un margen del 50% para la distribuidora), son 1.000 euros, menos 500 euros, al final a ti te quedarán 500 euros. Con esos 500 euros pagarás tus gastos, imprenta, autónomos... Pero puede pasar, y ocurre a menudo, que haya 150 ejemplares devueltos de otra librería. Entonces no te deben 500 euros, tú les deberás a ellos al final 50 libros, es decir: 250 euros".



Devoluciones injustificadas

El editor de Malasangre, Alfonso Fernández, señala otro problema: "Las distribuidoras al uso suelen exigir un número de ejemplares y una frecuencia de publicación que nosotros no podemos ni deseamos tener".



Según Moreno (Lupercalia), con Librerantes "no existen devoluciones injustificadas. Los libros se colocan en las librerías con precisión y se cuidan y no hay masificación ni burocracia empresarial. Y muy importante: no se acaba debiendo dinero a la distribuidora". Moreno trabajaba antes con una distribuidora más potente que a punto estuvo, dice, de costarle la editorial. "Las pequeñas editoriales y las distribuidoras convencionales funcionan con un voltaje muy diferente. En mi opinión, es imposible que funcione, porque al final las distribuidoras y el mercado acaban friendo a las editoriales y arruinándolas".



Sandra Cendal, junto a Marina Beloki editora de Continta Me Tienes (un sello especializado en el ensayo sobre arte y pensamiento contemporáneos, centrado, aunque no sólo, en la literatura escrita por mujeres, y en cuyo catálogo figuran nombres como Angélica Lidell o María Folguera), se queja de la "burbuja" que, a su juicio, existe en el mercado editorial: "Los libros se dejan en depósito en las librerías y no se liquidan hasta entre 3 y 6 meses después. Esto genera una falta de liquidez en lo inmediato y también una gran incertidumbre".



Los grandes grupos gestionan su propio aparato de distribución. Penguin Random House, sólo en España ocupa a doscientas personas

La inseguridad condiciona el día a día de estas microempresas. Juan Luis Gavala, de la editorial sevillana Palimpsesto, muy inclinada a la edición electrónica, señala que estuvo a punto de cerrar precisamente por la presión del mercado: "En nuestro caso, que hemos pasado por dos grandes distribuidoras con una muy mala experiencia profesional y personal, esta era la última oportunidad que le dábamos a un sector en el que si no entras en una serie de números (grandes tiradas, continuas novedades...) y mecanismos, eres absolutamente marginado, apartado, olvidado y por supuesto lanzado a la ruina".



Que Librerantes sobreviva es aún más meritorio dada la situación actual del mercado. Como explica Mónica Díaz, directora general de UDL, hace años lo normal era que una editorial tuviera diez o doce distribuidores pequeños, regionales, para cubrir todo el país. Esto abría no pocas posibilidades a las pequeñas empresas: "La mejora de las comunicaciones potenció la centralización y ahora lo más habitual es que las editoriales tengan un único interlocutor que gestiona toda su distribución", cuenta Díaz.



Los grandes grupos gestionan ellos mismos todo su aparato comercial. En el caso de Penguin Random House, por ejemplo, un equipo de unas cincuenta personas se ocupa de las ventas, y más de cien de la logística, un modelo que se replica en cada país en el que están. "Nosotros tenemos ya unas redes comerciales gigantescas, y no podemos permitirnos dejar a terceros la labor de distribuir los libros", explica Patxi Beascoa, director comercial del grupo.



El principal interés de Librerantes es comercial: son las librerías, no los medios, aunque muchos sellos dicen que ambas cosas van unidas: los libreros colocan mejor en el escaparate lo que sale en los periódicos y en los suplementos, puesto que es, dicen, lo que piden los clientes. "Se trata de difusión, al fin y al cabo", comenta Gavala.



Apoyo a las librerías

Todos los pequeños editores aseguran que han aumentado sus ventas desde que cuentan con una distribuidora común. La mayoría son microempresas en las que una o dos personas hacen todo, de la edición a las relaciones con la prensa; y solo cuando repararon en la importancia de la distribución, decidieron externalizarla.



Las editoriales de Librerantes comparten gastos para tener presencia en ferias y encuentros y disponen de un servicio de venta online común
Fernández, de Malasangre, reconoce que antes de trabajar con Librerantes su propuesta literaria, aunque era igual que la de ahora, estaba limitada por su falta de medios "hasta el punto de acercarnos al trabajo amateur". En el año y medio que lleva en marcha, Malasangre ha publicado cinco títulos. En su catálogo -como en el de muchas de las editoriales de Librerantes- no hay una marca genérica o estética demasiado definida, afirma Fernández, lo que hace importante el trabajo "libro por libro" de la distribuidora.



Lo que Blanco hace con las librerías se traduce también en un funcionamiento original de la web: al lado del catálogo online, ya irrenunciable, en la página de Librerantes el cliente tiene la opción de comprar por internet un libro del catálogo en la librería que le guste. "Así fomentamos el lado digital sin olvidarnos del físico ni de los libreros", dice. Una vez que se hace el pedido, Blanco se pone en contacto con la librería, que envía por correo el libro al comprador.



Los responsables de Uve Books llevaban un año y medio editando cuando decidieron dar el paso y unirse a Librerantes. Como tantos noveles, al principio creyeron que con editar bien sería suficiente. Sandra Márquez -editora junto a Marino Costa-, formada en la confección de libros de arte, trabaja con pintores, grabadores e ilustradores en ediciones muy cuidadas de clásicos del siglo XIX y principios del XX. En su catálogo están desde las Leyendas de Bécquer o los poemas de Rubén Darío a El gran Gatsby de Fitzgerald o los cuentos de Perrault. Con esa manera de editar, su tiempo, recuerda ahora, se iba por completo en los "pequeños detalles", tanto que no tenía tiempo para ocuparse de otra cosa.



Otra de las peculiaridades de Librerantes es que ha situado a todas estas editoriales en un mapa común. Y con proyectos concretos como "Los Jueves Librerantes", de los que ya se han celebrado diez. Por cierto, casi nunca caen en jueves.



"Una vez al mes nos reunimos -cuenta Blanco-, no sólo gente de Librerantes, sino del mundo del libro en general. Lo hacemos con una temática concreta; por ejemplo, para hablar de libros sobre navegación, libros sobre lo insólito... esto sirve para hacer grupo, que es algo fundamental, pues hasta ahora estas editoriales, que están repartidas por España, apenas se apoyaban entre sí".



"A cambio de no llegar a todas partes ofrecemos una atención personalizada. Pero mis editoriales, cuando crezcan, se irán", dice Raquel Blanco

También organizan presentaciones conjuntas de libros y la presencia en las ferias literarias de diferentes ciudades de España. "Compartimos gastos para tener presencia en ferias y encuentros, disponemos de una página web común y de un servicio de venta online gestionado por Librerantes", dice Alfonso Fernández. Además, añaden Albert Coma y Meritxell Martínez, editores de Incorpore, "se simplifican muchísimo las gestiones, pues no nos vemos obligados a verificar depósitos, hacer los envíos, gestionar los cobros..."



Edición sin prisa

Blanco pone a Varasek como ejemplo de editorial que, entre todas las suyas, publica mucho más al año que la media: en 2016 editó ocho libros, entre ellos La práctica de lo salvaje, de Gary Snyder, que tuvo cierta repercusión (UDL, por volver a la comparación de antes, trabaja con editoriales que publican más de cien libros al año, pero también con sellos que publican únicamente tres títulos anuales). Un ejemplo quizás más representativo es el de Incorpore, que el año pasado publicó tres títulos. Incopore es, dice Meritxell Martínez, una editorial "esquizofrénica", que habita dos lenguas y dos países (el francés y el español, Francia y España). Con Albert Coma, ha volcado al español a autores franceses como Bernard Noël, y a otros clásicos "injustamente olvidados" -al menos por estas latitudes- como Jean-Noël Vuarnet, contemporáneo y amigo de Deleuze y Cioran.



El "catálogo" de Librerantes arroja una muestra ecléctica de la edición de libros en español: gastronomía (OpusWine), periodismo (Frontera D o Negratinta), arte contemporáneo (Newcastle o Micromegas), literatura y feminismo (Continta me tienes, Recalcitrantes o Sabina), poesía (Lemotbulle), ensayismo crítico (El Salmón), literatura española (Lupercalia), ciencia (Principia) o clásicos y de arte (Uve Books), entre otros sellos más generalistas.



La parte realista del negocio

Blanco, que tiene colgado ya el cartel de "completo", comenzó aceptando todo lo que le llegaba, aunque ahora se permite hacer una selección. "Fui viendo poco a poco el tipo de editoriales que quería. Cada libro tiene que tener sentido, y ciertos libros solo tienen sentido en ciertas librerías", cuenta.



¿Qué errores cometen habitualmente los editores primerizos? ¿Es la distribuidora la plataforma encargada de corregir al menos algunos de ellos? "A veces traen un exceso de idealismo -responde Blanco-. No hacen promoción, no la creen necesaria y entonces no llegan a la prensa. Lo mismo ocurre con las librerías. Luego hay pequeños editores que no dan el nivel; les gusta leer, y poco más. Y no se imaginan que una editorial es, sobre todo, un negocio y que en un negocio hay que ser realista. Yo siempre se lo digo: esa parte realista del negocio la represento yo, la distribuidora, que es la que se encarga de vender los libros".



@albertogordom