José Luis Sampedro. Foto: You Tube
En una sociedad desorientada y en crisis, José Luis Sampedro (1917-2013) se convirtió en la voz de los sin voz, en un indignado más. En vísperas de su centenario (nació el 1 de febrero en Madrid), amigos y cómplices, economistas, editores y novelistas, rinden homenaje al narrador, al humanista, al referente ético... y ofrecen, a su manera, razones para leerlo. Mientras, la Biblioteca Nacional inaugura "Las lecturas de JLS", y sus libros vuelven a tomar las calles.
Seductora sonrisa etrusca, por Manuel Vilas
Leí La sonrisa etrusca siendo un crío y me entusiasmó. Recuerdo que se trataba de una historia muy sentimental sobre un anciano que había sido partisano en su juventud y que debía abandonar su tierra calabresa para ser tratado de un cáncer en una gran ciudad. Me conmovió, porque lo asocié además con una novela de Miguel Delibes, ya que compartían una visión similar, conmovedora pero sin sentimentalismos. Del Sampedro economista me gustaría resaltar cómo se propuso humanizar esa ciencia y ofrecer esperanza, con cifras, a un mundo que estaba sumido en una profundísima crisis de valores. Sin embargo, por lo que al Sampedro novelista se refiere, me temo que fue devorado por el referente moral que también fue, en una época en la que la sociedad española necesitaba ejemplos éticos como el que representaba. Parecía un intelectual de izquierdas pero lo era en un sentido más ético que político, y tan transversal como Bauman, por ejemplo.Una lección de vida permanente, por David Trías
Conocí a Sampedro en su última etapa, cuando publicamos una de sus novelas más audaces, El amante lesbiano, que editó Angel Lucía, su cómplice y amigo, y uno de mis maestros. Luego tuve la suerte de editar personalmente La ciencia y la vida, un libro de conversaciones a dos voces con Valentín Fuster. Sampedro era muy llano, delicado y atento y le gustaba mucho la gente joven. Como autor, atendía las sugerencias que sus editores le hacíamos y respetaba el trabajo de ilustradores, portadistas. Generoso y humilde, era en sí mismo una lección de vida permanente y mostraba su humanismo en las distancias cortas. ¡Cómo olvidar su sentido del humor, su ternura, tan fuertes como su audacia y su rebeldía! Por eso, con Olga Lucas, su viuda, queremos que su memoria literaria y humana siga viva.El río que me llevó, por Eduardo Martínez de Pisón
Mi interés por la obra de Sampedro nace de mi trabajo: soy geógrafo, así que me apasionó El río que nos lleva, un relato fascinante sobre los gancheros del Tajo. Por esa misma época, principios de los 60, recorrí palmo a palmo los paisajes del libro, el Sistema Ibérico y el Alto Tajo, que tan bien describe. Me interesaron además los aspectos entológicos del libro, y su capacidad para recrear un mundo arcaico y hermético que aún perduraba y que yo mismo llegué a conocer muy bien, ya que dirigí un trabajo sobre aquella zona. Con el tiempo se lo dije, le expliqué lo muchísimo que había aprendido con su novela sobre el conocimiento del terreno, el marco físico y humano, y sobre el paisaje. La verdad es que como narrador arrancó con algo muy bello (El río que nos lleva fue su segunda novela) diciendo lo que era la España interior, con muchísimo sentimiento y muchísima emoción.Encuentro entre dos vidas, por Óscar Esquivias
Sampedro me resultaba extraordinariamente simpático, por su nobleza, por su claridad de ideas, por la sinceridad y valentía con las que las exponía (y la gentileza: era una persona muy educada, que intervenía en cualquier polémica con sabiduría y con cortesía). Como escritor, me maravillaba su conocimiento de los personajes. La novela que más me gustó de él fue La sonrisa etrusca. Creo que es la más humana y sentida de las suyas (de las que yo conozco) y que acertó a plasmar con mucha verdad ese encuentro entre dos vidas, una que se agota y otra que nace. Otras novelas me parecen menos vivas, pero siempre muy bien hechas, profesionales, muy documentadas.Un escritor luminoso, por Soledad Puértolas
José Luis Sampedro aportó una visión humanista, profundamente humanista de la escritura. Era de esos escritores que creen en el ser humano. Un escritor constructivo, luminoso, lo que no es tan habitual, y menos en una época en la que predominaba una visión negativa, pesimista del ser humano. Aunque no era un ingenuo. El libro que más me interesó de él fue El río que nos lleva, y también La sonrisa etrusca. Cuando yo llegué a la Academia él ya venía poco, pero tuve la oportunidad de ver cómo se relacionaba con el resto; era todo comprensión, elegancia, un hombre de antiguos modos y a la vez sumamente moderno. Y, muy importante, un hombre que sabía escuchar. De ahí su sintonía con los jóvenes.Un economista dividido, por Gabriel Tortella
José Luis Sampedro fue un excelente economista, sobre todo como ensayista, un poco al estilo de Galbraith. En realidad contribuyó a hacer de la Estructura Económica una asignatura más moderna que la mezcla de economía descriptiva y geografía económica que era cuando él comenzó a dar clase en la Universidad hacia 1950. Su libro Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967), que reelería ahora con mucho gusto, constituyó una gran novedad, ofreciendo una panorámica de los principales problemas mundiales del tiempo, y tuvo mucho éxito. De todo lo que leí de él es lo que más impresión me ha hecho.Pero era una persona dividida. Emprendió seriamente una carrera de novelista y ensayista, y adoptó un atuendo más bohemio y contracultural. Yo creo que como economista dejó de contar por entonces. Cuando en 2010 leí una entrevista suya en que abogaba por la banca pública y atacaba a la privada en plena crisis y debacle de la única banca pública que había en España, que eran las cajas de ahorro, de las que ni hacía mención, me quedé estupefacto. Y él tenía que saber banca, porque estuvo muchos años ligado al Banco Exterior, banco público por cierto que fue privatizado en los años 80.