Rüdiger Safranski ayer en Madrid junto a un retrato de Goethe. Foto: Instituto Goethe
El filósofo alemán Rüdiger Safranski (Rottweil, 1945), biógrafo de Schiller, Goethe, Heidegger o Nietzsche, y uno de los pensadores más destacados de Europa, está estos días en Madrid para celebrar el 60° aniversario del Instituto Goethe en España. Ayer, poco antes de participar junto a José Luis Villacañas en una mesa redonda sobre Nietzsche, atendió a El Cultural durante casi una hora. De Safranski, muy conocido en Alemania por sus intervenciones televisivas en el "Cuarteto filósofico", programa que durante más de una década dirigió con Peter Sloterdijk, se volverá a hablar el próximo 28 de febrero, cuando Tusquets publique en España su último libro, titulado Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir.Pregunta.- En su nuevo libro aborda el tiempo desde un punto de vista fenomenológico: cómo experimentamos el tiempo en realidad. ¿Es mucha la diferencia entre el tiempo real y nuestra percepción?
Respuesta.- Sí, naturalmente. Una de las claves del libro es la tensión entre el tiempo que nosotros vivimos y el tiempo que marca el reloj. Aunque a veces vivimos el tiempo directamente como es. Yo comienzo el libro hablando del aburrimiento. Cuando uno se aburre vive el tiempo directamente, por eso merece la pena aburrirse. Yo lo recomiendo. Si la gente dejase discurrir más el tiempo se daría cuenta de lo valioso que es. El tiempo de la sociedad es el que marca el reloj, pero el reloj es solo una máquina, aunque sea la máquina más importante de la sociedad moderna.
P.- Ha venido a España a hablar de Nietzsche. ¿Cuál es el rasgo de su obra por el que ocupa un lugar central en la historia de las ideas? En su biografía se refería al "desequilibrio" que había entre su vida y su obra, al contrario, por ejemplo, de Goethe.Hay mucho material en el nazismo, es cierto, pero a veces es cómico ver cómo los autores se lanzan como moscas sobre ese tema"
R.- Es que ese desequilibrio en Nietzsche, muy pronunciado, es importante para entender su pensamiento. La obra de Nietzsche es parte de su vida. En su obra Nietzsche se va creando como hombre. Y se crea a sí mismo en las figuras que utiliza. El espíritu libre, Dioniso, Zaratustra, son figuras que él inventa, que hace hablar, y que a él mismo le hubiese gustado ser. Él siempre supo que era distinto, pero no sabía exactamente por qué. Y se puso a buscar. La catástrofe de Nietzsche, su caída en la locura, ocurre cuando él ya no sabe diferenciar entre su obra y su persona. Se mete en el mundo de las figuras. Y ahí están esas últimas cartas que escribe desde Turín, firmadas como Dioniso contra el crucificado. Nietzsche es un ejemplo genial de cómo la obra adquiere poder sobre el autor; en su caso, prácticamente se lo come.
P.- Se ha ocupado en sus libros de grandes hitos del pensamiento alemán, cuando Alemania, o el mundo en lengua alemana, era un referente cultural. ¿En qué se ha transformado ese liderazgo?
R.- Los altos momentos que ha vivido Alemania, con el idealismo o el romanticismo, con Nietzsche o con Schopenhauer, ni se dan ahora en Alemania ni en ningún otro sitio. España tuvo a Cervantes y hoy no veo a nadie como Cervantes. En torno al siglo XIX surge en Alemania una cantidad muy importante de genios, como en la Italia del Renacimiento. Y surgen en el pensamiento, pero también en la música o en la literatura. Podemos preguntarnos por qué surgieron tantas personalidades excelsas, pero dudo que hallemos una respuesta convincente. Hoy la cultura alemana es una cultura normal, ni muy mala ni muy buena.
P.- Hay quien dice que culturalmente Alemania nunca se ha recuperado de la segunda guerra mundial. ¿No está de acuerdo?
R.- Durante los doce años de nazismo muchos intelectuales judíos tuvieron que exiliarse o fueron asesinados, y la reconstrucción cultural ha tardado su tiempo y ha exigido esfuerzos. Hoy, ya le digo, la cultura alemana es normal. Y se nutre mucho, quizás demasiado, de temas relacionados con la época nazi y sus consecuencias. Hay mucho material ahí, es cierto, pero a veces es cómico ver cómo los autores se lanzan como moscas sobre ese tema.
P.- ¿Existe algo que podamos llamar "espíritu alemán", como el "alma rusa"? Usted lo ha asociado a Goethe, su más perfecta encarnación.
R.- De Alemania lo más característico es la relación neurótica que tiene con su historia. Quizás esto sí es propio. Por ejemplo, a los alemanes les gusta el romanticismo, pero siempre añaden que hay que tener cuidado, porque un romanticismo mal entendido puede llevar por caminos erróneos. Tomemos a Heidegger como ejemplo. Un gran filósofo y un hombre convencido de que el Nacionalsocialismo era la solución. Realmente lo estaba. Uno puede ser un gran filósofo y un nazi convencido durante 12 años: es evidente en su caso. Sin embargo, para muchos aún pesa hoy más que su filosofía, su apoyo a los nazis. Y aquí creo poder responder a su pregunta: el espíritu alemán tiene hoy que ver con un exceso de moralismo. El problema del moralismo es que es culturalmente infructuoso.
P.- ¿Por qué no se retractó Heidegger tras la guerra? ¿Fue pura soberbia?
R.- Él siempre dijo que había cometido un error político. Lo que no reconoció nunca es que él estaba a favor de Hitler y del nazismo porque lo consideraba una revolución profunda que, a su juicio, Alemania necesitaba. Es decir, estaba entusiasmado también desde un punto de vista filosófico. Eso no lo reconoció nunca, claro, porque de haberlo hecho mucha gente hubiera invalidado también su filosofía. Hannah Arendt sí que llegó a decir que a Heidegger se le habían ocurrido ideas filosóficas alrededor de Hitler y de su movimiento. Eso ella no lo podía entender. Dicho esto, a mí me resulta mucho más interesante seguir ahondando en Heidegger el filósofo, a pesar de sus convicciones nazis, que ahondar en este o aquel filósofo contemporáneo, que seguramente será aburrido, y además ya sé lo que me va a decir.
Europa necesita estados nacionales razonables, democráticos y soberanos. No se debe dejar llevar por la neurosis identitaria alemana"
R.- Pero no ocurre solo con el romanticismo. Ahora estamos celebrando en Alemania el aniversario de la Reforma. Como Lutero tenía una personalidad muy fuerte, hay muchos suplementos culturales dedicados a reflexionar sobre la relación entre Lutero y Hitler. Los alemanes estamos un poco tocados... El nacionalsocialismo se ha convertido en las mentes alemanas en una pared de fuego que no puedes saltar. Como si no se pudiera estudiar la historia de Alemania sin buscar su relación con Hitler. Eso ha generado un gran bloqueo en lo espiritual. Esa es la mayor consecuencia cultural del nacionalsocialismo. Pero esta relación que tiene Alemania con su historia y su identidad ha tenido otra consecuencia, y es que la política alemana se ha metido de lleno en Europa. Así creíamos dejar atrás este problema identitario. El problema es que se ha obligado a otras naciones que no tienen esa relación tan extraña con su identidad a prescindir también de parte de su identidad nacional. Esto está teniendo consecuencias que me parecen graves. Los países europeos quieren mantener su identidad nacional. Por eso mi esperanza es que desaparezca esa peligrosa idea de crear los Estados Unidos de Europa. Yo creo que en Europa necesitamos estados nacionales razonables, democráticos y soberanos. Pero Europa no debe dejarse llevar por la neurosis alemana.
P.- El alemán es uno de los idiomas a los que más obras extranjeras se traducen, muy lejos de, por ejemplo, el inglés, aunque en esa lengua hay muchos más lectores. ¿Tiene que ver esto también con ese interés por hacer de Alemania un país más permeable, en este caso culturalmente?
R.- Al alemán es cierto que se traduce muchísimo, y eso por supuesto es bueno. Lo malo es que cualquier novela americana de poca monta recibe mejores críticas que una novela alemana igual o mejor. Tendemos a infravalorar las culturas propias. Eso sin perder de vista que la cultura propia alemana no es que sea hoy particularmente embriagadora.
P.- ¿Qué espera de las elecciones en Francia y Alemania?
R.- En Alemania no va a ser demasiado interesante. Allí casi todos los partidos son ya socialdemócratas. Hay una pequeña diferencia entre Schulz y Merkel, pero de matiz. Alemania sigue siendo un país relativamente estable en lo político. Pero si llegase una nueva oleada de refugiados, por ejemplo otro millón, como el pasado año, entonces la cosa quizás pudiera cambiar, o desestabilizarse. Lo bueno es que vamos a terminar 2017, creo, con una idea al menos aproximada de lo que nos espera en Europa los próximos años.
P.- Ha hablado de la relación neurótica de Alemania con su pasado, pero a veces esa relación neurótica parecen tenerla los otros europeos con Alemania. ¿No le parece que se exagera por ejemplo la presencia de la extrema derecha en su país, que parece mucho menor que en Francia?
R.- Naturalmente, eso ocurre. AfD es un partido conservador de derechas, pero no es un partido de extrema derecha. Los propios alemanes también le dan mucha importancia a este partido, diciendo que es peligroso. Pero a mí no me lo parece, la AfD no es un partido nazi. En un país donde hay una izquierda tiene que haber también una derecha. Eso es la democracia. La CDU se ha ido decantando a la izquierda, y hoy entre el SPD y la CDU hay muy pocas diferencias. Es normal que si todos se han desplazado a la izquierda quede en la derecha un espacio libre, que aquí ha ocupado la AfD. Si no existiera la AfD nos tendríamos que preguntar dónde se esconde la derecha alemana. Pero soy comprensivo con los europeos. Y entiendo que aún recuerden aquel partido de extrema derecha alemán que cayó sobre el continente y lo empujó a la guerra. Entiendo que salten las alarmas.
@albertogordom