Care Santos

La escritora publica Media vida, novela ganadora del Premio Nadal, el retrato de una generación de mujeres que asumieron los cambios y las libertades de la Transición.

Reconocida apasionada del teatro, Care Santos (Mataró, 1970) elabora en su nueva novela, Media vida, ganadora del Premio Nadal 2017, un artefacto narrativo que bien podría ser una obra dramática en dos actos. Saltando en el tiempo entre los años 50 y los 80, la escritora narra el periplo vital de cinco amigas desde su infancia en lo más recio de la dictadura franquista hasta su madurez durante la Transición. "Media vida" que supone el retrato de una generación de mujeres que, partiendo de una brutal represión educativa e ideológica, asumieron los cambios y las libertades que traían los nuevos tiempos y se enfrentaron a la hipocresía de aquellos que pretendían conservar las viejas formas a cualquier precio. "Mis protagonistas son una reacción a las circunstancias que se han encontrado en la vida, contando con su formación represiva, todas ellas son una respuesta a sus circunstancias culturales y vitales".



Pregunta.- A este paso le quedan pocos premios por conseguir, ¿qué supone ganar el Nadal?

Respuesta.- Por supuesto, el Nadal no es un premio más, es un galardón que supone un respeto. Ya es un atrevimiento presentarse, pero si encima te lo dan... Me ha costado un mes creerme que lo haya ganado, porque es una lista que impone, escritores clásicos con los que una ha crecido, y pensar que vas a estar ahí, pues eso, impone.



P.- De nuevo viaja al pasado, aunque más cercano, en esta novela, ¿por qué ese mirar atrás constante, a qué responde?

R.- Hay una excusa, que es un poco la que mueve el espíritu de la novela, que es que la madurez o la llegada a esa edad de la "media vida", un momento en el que apetece echar la vista atrás, porque el pasado empieza a tener suficiente peso, suficiente importancia. Pero la verdad es que esto en mí no es aplicable, porque llevo mirando atrás desde que tengo uso de razón y no sé muy bien explicar por qué. Siempre me pregunto de dónde venimos, qué hubo antes, me pasa desde niña. Supongo que va en los genes.



P.- Tras abordar la generación de su abuela en Diamante azul, escribe ahora sobre la de su madre.

R.- Cierto, aunque no de una manera tan directa, porque no estoy hablando de mi familiar, sino más bien abriendo el punto de mira y abarcando toda una generación a la cual, en efecto, pertenece mi madre. Creo que las mujeres de esta época se merecen un homenaje, porque es una generación que ha recorrido un camino que ni sus madres ni sus hijas hemos tenido que recorrer. Se formaron en una educación y una visión del mundo completamente supeditada al régimen franquista, en una España gris, retrógrada y cerrada al mundo. Por tanto mucho más anticuada que la que recibieron sus madres, y también, como sabemos, mucho más anticuada que la que recibieron sus hijas. Ellas han tenido que recorrer, desde esa educación tan represiva hasta hoy, en que la sociedad ha cambiado de una manera total, un camino que ninguna generación de mujeres ha tenido que recorrer.



P.- ¿Ahora lo siguiente que toca es abordar su propia generación?

R.- Sí, ya lo voy pensando. Y también pienso que a nosotras nos pasa que fuimos las modernas siendo hijas, pero también somos las modernas siendo madres. Nuestras hijas también son más anticuadas que nosotras. Son curiosas estas claves generacionales. Creo que nos faltan unos años todavía para poder analizar eso, pero hablando con amigas de mi generación veo que todas tenemos la misma sensación.



P.- ¿La mujer de hoy ha superado la hipocresía de la sociedad, tan presente en la novela, o siguen quedando reductos donde hay que aparentar?

R.- Por fortuna la situación ha cambiado mucho hoy, pero esos años supusieron un retroceso muy grande en la historia de la mujer. Quienes querían despuntar a pesar de las leyes y la sociedad en la que estaban inmersas, o recurrían a la hipocresía o se ponían a toda la sociedad en contra. No podían escaparse, pero si lo hacían lo pagaban muy caro. Afortunadamente, como digo, hemos avanzado mucho y no nos parecemos a esta generación, al revés la hemos asustado un poco. Pero también hay que recordar que somos hijas de lo que ellas hicieron, de aquellas que lucharon y nos abrieron un camino para salir de esa situación.



P.- Toca en Media vida temas comunes en su obra como la importancia del paso del tiempo y la profundización psicológica en los personajes, ¿se lo plantea o es ya su estilo y sale solo?

R.- Me lo planteo y no me lo planteo. Yo empiezo siempre a escribir por la construcción de los personajes. Suele haber una idea, una pregunta, una tesis, pero lo primero palpable de mis novelas siempre son mis personajes, que trabajo mucho. Las únicas veces que he tomado cursos de escritura ha sido de literatura dramática, que me apasiona. En la novela, echo de menos la manera de tratar el personaje que tiene el teatro, donde al no existir la voz narrativa, son los personajes quienes llevan todo el peso de la trama. Ceo que hay que escribir como si el personaje te pidiera explicaciones sobre su actitud o sus sentimientos.



P.- Con la deriva del éxito de Diamante azul, la adaptación a la televisión de Habitaciones cerradas, los premios... ¿parece que va ganando terreno la escritora adulta frente a la juvenil?

R.- No, no, de ninguna manera, nunca dejaré de escribir para jóvenes. Lo que ocurre es que los proyectos para jóvenes son más breves y los escritores que escribimos para juvenil somos más promiscuos, nos vamos con la primera editorial que nos quiere. Esa dicotomía, el poder alternar, me encanta. Ahora mismo todo lo que tengo entre manos a corto plazo es para jóvenes, y no es una novela, son varias. Los lectores jóvenes son muy duros, jueces exigentes, pero me entusiasman.



P.- Hablaba cuando publicó Diamante azul de qué habría continuación, ¿está ya en ello?

R.- La habrá, la habrá. De momento estoy leyendo, documentándome, porque en la continuación voy a meterme en un tema con el que nunca me he atrevido, que en esta novela ya voy sobrevolando, que es la Guerra Civil. Quiero escribir sobre este episodio, si puede ser, de alguna manera que no se haya hecho 70 mil veces, solo 65 mil, porque se ha escrito mucho, pero me apetece y toca. A nuestra generación nos toca revisitar ese momento.