Jordi Bosch y Pere Eugeni Font en Grandes preguntas (Sala Muntaner, Barcelona)

Hay pasiones líquidas, casuales, abrumadoras, totales... La que une a Eduardo Mendoza con el teatro es irremediable y feliz. Surge, como él mismo explica en el prólogo de su Teatro reunido, que lanza Seix Barral el 26 de abril, gracias a su padre, que había sido actor en su juventud y que, según Mendoza, "iba a ver todas las funciones que se hacían en Barcelona", a menudo acompañado por el futuro escritor. No le llevó jamás a ver teatro infantil, sino a las que le gustaban a él, "que eran casi todas", del teatro romántico de Zorrilla a los Machado. "En este ambiente crecí", escribe Mendoza, antes de reconocer que leía mucho teatro clásico y moderno, y que incluso fue actor aficionado, aunque "por desgracia, o quizá por fortuna, no estaba dotado ni siquiera para hacerlo mal", así que su carrera sobre las tablas como intérprete fue más que breve, fugaz.

Gracias a Samuel Beckett

Comenta Mendoza el prólogo a su teatro completo que aprendió "casi todo lo que sé sobre escritura teatral" gracias a una obra de Samuel Beckett. Cuando aún se soñaba actor, decidieron interpretar Esperando a Godot de Beckett. El problema fue que sólo tenían un ejemplar, eran cinco actores y no tenían dinero para comprar más, así que Mendoza, que había hecho un curso de mecanografía, pasó a máquina el ejemplar que tenían con tres copias en papel carbón. Un trabajo descomunal en tiempos predigitales que le marcó, porque al copiar tuvo que poner atención en cada palabra: "Copiar a los clásicos es un ejercicio que deberían practicar todos los que quieren escribir" .Y se atrevió a escribir una pieza teatral. Probó con "una o dos obras de cosecha propia pero este impulso también se agotó en seguida". Lo cierto es que la producción teatral del último premio Cervantes no es muy extensa: traducciones, algunas adaptaciones y tres obras, Restauración, Gloria, y Grandes preguntas, de las que la primera y la tercera han sido representadas, y con bastante éxito además. Por lo que a las adaptaciones se refiere, Mendoza destaca la de El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, para una producción de Miguel Narros en Madrid, a mediados de los 90. Y así resume la experiencia: "Traducir es mi ocupación preferida, adaptar a Shakespeare, un reto, acepté. No quedé contento del resultado. Hablo de mi parte, no de la función, que fue un éxito".

Restauración

Restauración, la primera obra original para la escena de Mendoza, supuso un gran reto desde su origen pues se trataba de un encargo de su pareja, la actriz Rosa Novell, y debía escribirla en catalán, lo que, destaca ahora el escritor, "fue otro de los motivos que me impulsó a aceptar el encargo". Como muchos catalanes nacidos durante el franquismo, Mendoza es bilingüe, pero jamás aprendió el catalán como lengua escrita, así que el desafío era triple: "Tenía que escribir teatro, adaptarme a las limitaciones materiales de la producción y estrenar idioma". Para salir bien del envite contó con personas que revisaron "y adecentaron el original", y se sirvió del verso blanco "para disimular la posible falta de fluidez". Entonces, en 1989, el ya dramaturgo descubrió que el título, Restauración, era la clave que mantenía el argumento, ya que "todo se restaura, se recompone, se reinventa, desde el lenguaje hasta las costumbres de la sociedad". La obra se estrenó en el Teatro Romea, "quizá el más emblemático de Cataluña", y obtuvo muy buenas críticas.

Gloria

Peor fortuna sufrió su segunda obra, Gloria, pues no llegó a estrenarse jamás. El propio Mendoza recuerda lo sucedido en el prólogo a su Teatro reunido: "Todo estaba listo para empezar el lento proceso de preproducción, ensayos, etc., cuando el tinglado se vino abajo". Las causas no están claras, pero en el mundillo teatral con cierta frecuencia se desvanecen proyectos de enjundia, a pesar de que la obra de Gloria parecía tener todos los elementos necesarios para triunfar: una sala importante, una compañía reconocida, y una "comedia tradicional, de situaciones", que hablaba del paso del tiempo, de las ilusiones, de los recuerdos, "de las mentiras que nos cuentan los demás y de las que nos contamos nosotros mismos", relató entonces, a principios de los años 90, su autor.

Grandes preguntas

Grandes preguntas es la obra de la que Mendoza se siente más satisfecho, "o, para ser sincero, menos insatisfecho". La razón es que desde el principio fue "un juego entre amigos". Estaba destinado a un teatro pequeño, lejos de la pompa del Romea, y casi desde el principio Mendoza supo que lo iban a interpretar actores muy cercanos, amigos, lo que le permitió "escribir papeles a medida de las cualidades de cada actor". Recuerda el Cervantes que "mientras escribía podía imaginar el físico, la voz, el gesto, incluso el mundo interior de quienes habían de encarnar a los personajes". Ahora, para saciar la curiosidad de quién no pudo ver Restauración ni Grandes preguntas, o ni siquiera pudo leer Gloria, Seix Barral reúne estas tres obras con prólogo de Mendoza y un texto de Pere Gimferrer, procedente en parte del programa de mano del estreno original de la primera. Sobre ellas puntualiza el autor de La verdad del caso Savolta, que "abarcan una largo periodo de mi vida y están firmemente ancladas en Barcelona". Las adaptaciones y traducciones quedan en todo caso para volúmenes futuros. Lo que tampoco está claro es si volverá a escribir otra obra de teatro. De momento, Eduardo Mendoza confiesa en su libro que no tiene ningún proyecto, "ni siquiera en fase embrionaria", aunque eso no signifique "que el teatro haya desaparecido de su horizonte". @nmazancot