Jon Savage
Hace 40 años que surgió el punk y Reservoir Books reedita England's Dreaming, el ensayo del escritor y periodista musical encargado de confeccionar uno de los textos más completos de este movimiento. Savage, que participa este fin de semana en el festival Primera Persona en La Casa Encendida de Madrid y en el CCCB de Barcelona, nos habla de los Sex Pistols y su entorno.
Este ensayo de casi 700 páginas fue publicado por primera vez en 1991 y en él Savage desgrana el surgimiento del movimiento punk y el auge y caída de los Sex Pistols. El escritor y también periodista musical aborda, a través de entrevistas con los protagonistas de la época, un retrato fidedigno de lo que ocurrió. Muy al principio del mismo escribe que entonces el Reino Unido era un "país reprimido y horrible", que no difiere tanto de lo que es hoy en día. "Todavía lo es, mira el Brexit. Ha habido un resurgimiento de la xenofobia, del nacionalismo inglés y del odio a la cultura", apunta. Al igual que, continúa, en los años 70 Margaret Thatcher puso en marcha "políticas conservadoras con el National Front, lo que los conservadores de UKIP han hecho ha sido retomar esas políticas sociales". Se han recortado las libertades y "dado los ataques que ha habido con los cambios estructurales, la forma de vida de los jóvenes ha sido eliminada. La juventud, nos guste o no, es el futuro y si un país no apoya a su juventud no puede haber futuro, de modo que en el Reino Unido ahora mismo no lo hay", critica Savage.
Pregunta.- No Future, como cantaron hace 40 años los Sex Pistols. La banda, que nació en un entorno hostil, consiguió triunfar. ¿Qué supuso el grupo para la música del momento?
Respuesta.- Los Sex Pistols fueron algo completamente nuevo. La música de los Who y Small Faces, que era un pop de Londres, fue cambiado por Johnny Rotten. Se enfrentaban a todo, les gustaba la confrontación. Vi a los Pistols y a los Clash con una semana de diferencia y al principio me gustaba más The Clash porque eran más fáciles de entender, era un rock muy directo y bueno. Los Pistols eran otra cosa, eran provocación y me gustaban pero también me sentía amenazado por ellos. La verdad es que era una respuesta interesante y por eso escribí un libro sobre ellos, porque trataba de entender esa dualidad de la respuesta. Y eso tiene que ver con la experiencia y la calidad de los músicos y los arreglos que hacían. En ese sentido Johnny Rotten fue extraordinario. Es difícil hoy en día acordarse de lo extraordinario que era antes porque ahora mismo es un chiste. Era un arquetipo del subconsciente británico, ese concepto que sale del subconsciente cultural aunque no sea en absoluto atractivo.
P.- En aquel momento estaban en auge los New York Dolls, los Clash, los Ramones, los Pistols... ¿Cuál fue la banda que mejor supo aunar el espíritu del momento?
R.- Los Ramones. Su primer disco fue increíble y lo cambió todo. Para mí, cuando lo escuché en 1976, fue perfecto. Ahora es difícil entenderlo porque parecen lentos y que las canciones no son agresivas pero en aquella época eran rapidísimos, no se había escuchado algo así. Era increíble cómo había guitarra en una de las pistas y en la otra el resto. La guitarra era ese ruido y las letras eran como slogans desagradables. Ese álbum lo cambió todo. De los New York Dolls me gustaba la idea pero los discos eran caóticos aunque David Johansen era un showman. Era difícil conseguir buenos discos de rock a mediados de los 70, salvo de glam rock, que era pop.
P.- Y, ¿los Clash?
R.- Me gustaron mucho el primer año pero, como les pasa a muchas bandas, se convirtieron en un grupo aburrido y tenían unos groupies horribles, muchos chicos que se volvían machitos. De muchas maneras necesitábamos a los Clash y a los Pistols, los primeros eran más humanos pero, paradójicamente, esa esa la razón por la que aún los Pistols siguen teniendo fuerza y los Clash no tanto. Los Pistols iban directos a la idea, eran más violentos.
Los Sex Pistols en su aventura a bordo del Queen Elisabeth en 1977. Foto: © Dave Wainright
P.- Dice que el mejor grupo que supo personificar el espíritu punk fue los Ramones y siempre se ha debatido sobre si el origen del punk se dio en Londres o en Nueva York. ¿Cuál fue la cuna realmente?R.- A mí no me resulta interesante esto porque lo viví como un movimiento internacional. Nadie es dueño del movimiento. Había gente con ideas en París, en Cleveland, en la Costa Oeste, en Londres y en Nueva York a mediados de los 70. Había una idea y era coger el rock y llevarlo a lo básico. Iba a ser el rock de los 70 con cuatro chavales y sus preocupaciones. Pero me molesta mucho la forma en la que el punk se convirtió en un chauvinismo británico, como si nos diese más importancia. Recuerdo que me fui a la Costa Oeste en el 78 y vi algunos grupos como los Weirdos y me parecieron fantásticos. Pensé que eran mucho mejores que cualquier grupo punk del Reino Unido pero a nadie le interesaba que les dijera eso. Me parece repelente porque al final la música hace que la gente sea nacionalista y no soporto el nacionalismo.
P.- Se está viendo el auge de ese nacionalismo hoy en día y la juventud no parece querer hacer ni cambiar las cosas. ¿A qué cree que se debe esta pasividad?
R.- Creo que hay dos problemas. Con internet hay mucha información y es muy difícil que te lean. Antes estaba todo más centralizado pero ahora se ha expandido y creo que tener tanta información hace que la gente sea más pasiva, se llama smog data. El otro tema es que los gobiernos, al menos en el Reino Unido, han estado luchando contra la cultura popular y juvenil. En los 60 había una cultura progresiva juvenil que funcionaba, no solo en la música sino en la política y los conservadores odiaban esto. Por eso escribí el libro 1966, porque fue algo importante, un momento de libertad real, no la libertad de la que se habla ahora que es la libertad de consumir, de entregarte a esos dueños esclavistas. El punk era libertad verdadera y lo que me interesaba porque es lo que quieren los seres humanos.
P.- Lo cierto es que el sueño de la cultura juvenil tuvo mucha influencia en la sociedad del momento. ¿Cuándo finalizó esta hegemonía juvenil?
R.- Creo que tenemos que remontarnos a lo que ha cambiado en la cultura juvenil. El gancho de la cultura juvenil, cuando yo era joven, era la música y cuando empecé a escribir para revistas, la música era para los jóvenes. Así era en los 50-60-70. Lo que pasó con la industria en los años 80 con la llegada de la tecnología fue que los discos empezaron a venderse a gente más mayor. De modo que la música, que era para la juventud, empezó a ser para todos los públicos, porque ese público joven ya había crecido. Por tanto, pierde su foco en los jóvenes. En segundo lugar la música se convirtió en algo desvalorizado porque pensaban que tenía que ser algo gratuito y me opongo a esto porque creo que hay que pagar por ella. No creo en eso de que en internet todo debería ser gratuito. Como escritor y creador no me gusta que me roben el contenido y creo que todo el mundo debería recibir un sueldo. Soy muy firme en ello porque me opongo a la forma en que estamos pagando a la gente de 20 años, o que no les estamos pagando. Si todos pudiéramos ver que la actitud de descargar gratuitamente está relacionado a que no recibimos un sueldo lo entenderíamos perfectamente. Si trabajas te pagan, si produces algo que la gente consume como producto cultural te pagan. Tan simple como eso.
P.- La música, por tanto, ¿ha perdido su valor?
R.- Si la música se ve como algo gratuito pierde el valor. La música solía ser diferente y ahora es todo lo mismo. Así que la forma en que la cultura juvenil se ha organizado ha cambiado porque ya la música no es tan importante. Los juegos lo son, por ejemplo. La era democrática de consumo está empezando a terminar. Lo que me preocupa es que la gente se está empezando a dirigir hacia las ideologías políticas totalitarias y nadie habla de ello.
P.- ¿A qué cree que se debe este cambio de pensamiento político?
R.- Es una reacción ante lo que la gente ve como democracias liberales. Si el consumismo democrático está acabando, ¿qué va a reemplazarlo, qué va a hacer la gente si no compra? Escribí en Teenage sobre tres tipos de culturas juveniles: La primera, la consumista, la del modelo americano que hemos vivido desde 1945, la segunda es la de volver a la naturaleza que fue popular a principios de los 20 y la tercera es la fascista y los movimientos militares fascistas. La gente tiene que empezar a pensar al respecto porque los jóvenes son quienes realizan los cambios y si no pueden consumir, ni ganar dinero, ni tener casas y si no se les permite participar en la sociedad, van a reaccionar y puede que no reaccionen en la forma que nos parece más agradable. Y ahí está Trump.
P.- Trump, el Brexit, las políticas de ultraderecha... ¿cómo ha podido suceder?
R.- Es un golpe de estado de la derecha realizado con métodos democráticos a base de algoritmos, analítica y redes sociales. Es un golpe, es antidemocrático y es la primera fase del fascismo.
@scamarzana