"Espero de una obra literaria una novedad para mí, algo que, aunque sólo escasamente, produzca un cambio en mí; algo que me vuelva consciente de una todavía no pensada, todavía no consciente posibilidad de la realidad; una nueva posibilidad de mirar, de hablar, de pensar, de existir. Espero de la literatura que rompa todos los aparentemente definitivos conceptos del mundo". Cincuenta años separan al escritor austriaco Peter Handke (Griffen, 1942) de esta frase que todavía resume y condensa su visión de la literatura como elemento de salvación vital y de descubrimiento del mundo. Cinco fructíferas décadas que quedan reflejadas en una copiosa producción literaria compuesta por 54 obras narrativas, ensayos y poemas, 18 obras de teatro y 8 películas guionizadas o dirigidas. Eclecticismo y profusión, que reflejan una visión personal del mundo, pues según asegura el escritor, "no tengo nada que decir, por eso escribo".
"Hay una gran diferencia entre hablar y escribir, la escritura es para el mundo, expresa lo que uno no puede decir de forma clara", prosigue Handke en su encuentro con los medios en el Instituto Goethe de Madrid. "Aunque a veces sí puedo decir algo de forma más directa, y entonces el teatro es lo apropiado". Las palabras de Handke cobran sentido cuando uno le escucha hablar, críptico, como a regañadientes, basculando entre la timidez y el desinterés. Sobre la actualidad política, española y europea, descarta pronunciarse alegando que "no soy un autor de la actualidad, no soy un periodista ni un actor político". Aunque sí ha reconocido haber leído en el periódico sobre la independencia de Cataluña, "eso da miedo", asegura rotundo. "¿Por qué da miedo? Buena pregunta, pero no tengo respuesta". Quizá el escritor teme significarse debido a sus malas experiencias del pasado, cuando fue sometido a una caza de brujas a raíz de sus posicionamientos sobre el papel de los serbios en la guerra de los Balcanes, polémica recurrente que le hizo renunciar a reconocimientos como el Premio Heine en 2006 y el Ibsen en 2016.
Un reconocimiento es, precisamente, el motivo que trae a Handke a España esta vez. El escritor ha venido para ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá, algo que siente "como un honor y a lavez una enorme responsabilidad hacia la lengua española". El acto, que tendrá lugar este miércoles, 24, se une a un simposio en el que expertos conocedores del autor como Karl Wagner, Miguel Morey o Eustaquio Barjau, su traductor habitual desde hace más de dos décadas, ahondarán en la obra del escritor. Los actos se completan con el visionado mañana de la película El cielo sobre Berlín dirigida por Wim Wenders con guion de Handke, y el jueves con la representación teatral Los hermosos días de Aranjuez, en el Teatro Real Carlos III de dicha localidad. El laudatorio será pronunciado por el profesor de Filología Alemana de la Universidad de Alcalá Georg Pichler, que asegura que "la elección de Handke se debe a su especial vinculación con España, país donde era muy conocido ya en los 70 gracias a los textos publicados por Alianza (que ha venido editando fielmente sus textos, como Por la sierra de Gredos en 2003) y a su teatro representado por José Luis Gómez. Además, su obra trata en profundidad el paisaje peninsular, la meseta castellana, y es un gran conocedor de la literatura de Cervantes, Machado o Lorca".
Todos estos actos coinciden también con la publicación en nuestro país del libro Peter Handke y España (Alianza editorial), que incluye fragmentos de sus obras en los que el autor ha plasmado su visión de este país, y que se completa con entrevistas como la de su traductor en español Eustaquio Barjau y con textos de escritores como Enrique Vila-Matas, Juan Villoro, Ray Loriga, Félix Romeo, José Luis Pardo o Miguel Morey, entre otros. Además, la editorial Nórdica también ha editado recientemente Contra el sueño profundo, un compendio de 27 artículos de "crítica práctica", fechados entre 1967 y 2006, donde el autor se explaya sobre política, los Balcanes, cine, arte o literatura.
Babel, un tesoro
Siempre a contracorriente, el escritor admite su amor por nuestro país, donde "he disfrutado momentos místicos en muchos lugares como Ávila, Soria o Linares" (primer lugar al que llegó por error en 1989 y donde permaneció algunos meses), como ha dejado plasmado en obras como Ayer, de camino (Alianza, 2011). Sin embargo, el escritor rechaza poseer un "alma española que no existe". "Existe un alma universal, y las versiones de cada uno. Yo no aspiro a ser un escritor internacional, sino uno universal con mi propia versión, que es la lengua alemana", explica. En este contexto, Handke opina que tampoco existe la literatura nacional como tal, sino que la literatura universal surge de las diferencias entre los idiomas. "Cada lengua tiene su versión distinta de lo que es el ritmo del alma. El lenguaje de Cervantes tiene un alma distinta al de Goethe o Simenon, cada lengua tiene un alma distinta", ha asegurado, al tiempo que criticaba el intento actual de internacionalizar la literatura: "se escribe de forma parecida en Nueva Zelanda, Los Ángeles u Oslo. Siempre he pensado que la destrucción de la Torre de Babel no fue ninguna catástrofe, sino uno de los mayores tesoros de la humanidad por permitir la existencia de miles de lenguas".
Preguntado por la felicidad, por la alegría, el autor de Ensayo sobre el lugar silencioso (Alianza, 2015) ha revelado que nunca en su vida ha tenido más anhelos que "sueño y trabajo", antes de opinar que a sus 74 años "la alegría se me ha vuelto un poco sospechosa. Si la gente quiere ser alegre a esta edad que se compre unas zapatillas Adidas", ha sentenciado serio. Del mismo modo, explica que él no es ni optimista ni pesimista, porque "todo eso no tiene nada que ver con la literatura", y que sí acepta la alegría, pero solo si es el resultado de "un largo y duro camino. La gente alegre de entrada me pone de los nervios". Tras más de 50 años pluma en mano, Handke afirma no apreciar cambio en su escritura desde los años 60 hasta hoy, "la diferencia la tienen que detectar los lectores", entiende. Aunque asegura que con la edad ha desarrollado una gran desconfianza por las frases cortas. "Desconfío de las frases cortas y hoy hay muchos libros con frases cortas, en cada dos frases hay un párrafo. Así no se puede leer", concluye.