Image: Mario Muchnik: A nadie le interesa ya escribir un buen libro

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Letras

Mario Muchnik: "A nadie le interesa ya escribir un buen libro"

El veterano editor y fotógrafo recibe un doble homenaje en el Instituto Cervantes: deposita un legado en la Caja de las Letras y dona una selección de retratos fotográficos de escritores

24 mayo, 2017 02:00

Maestro de editores, amigo personal de escritores como Julio Cortázar, Italo Calvino o Ernesto Sábato y "padrino" en España a través de su editorial Muchnik Editores (hoy El Aleph) de nombres como Primo Levi, Elias Canetti, Bruce Chatwin o Susan Sontag; Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931) se encuentra a sus 86 años hastiado de la literatura, a la que ha dedicado toda una vida. Décadas de entrega por las que el Instituto Cervantes le ofrece este miércoles un doble homenaje que consiste en el depósito por parte del editor y fotógrafo de un legado en la Caja de las Letras de la institución, y en la donación de una selección de 133 retratos de escritores y de imágenes de viajes de su ingente colección fotográfica, que en podrá verse expuesta en el Cervantes de París a comienzos del año próximo.

Tras exprimirse en cinco libros de memorias, donde da cuenta de su agitada vida personal y profesional, los últimos Ajuste de cuentos (El Aleph, 2014) y Oficio editor (El Aleph, 2011), Muchnik afirma: "Tengo ya tan poco que decir". Sin embargo, una vez comienza a hablar continúa manteniendo dos de sus rasgos característicos, no se calla nada de lo que piensa y no deja títere con cabeza.

Pregunta.- ¿Qué supone para usted dejar su legado en la Caja de las Letras del Cervantes?

Respuesta.- Te voy a ser sincero. No supone. Después de tantos años de hollar este valle de lágrimas, pero sobre todo de mocos, yo me tomo estas cosas con un grano de sal, con una capa de sano escepticismo. Cuando me hablan de este tipo de cosas, me pregunto ¿qué queda de todo esto? Si ni interesa a mi propia familia, ¿a quién va interesar? Por eso las cosas que meto en la caja tienen que ver con objetitos de la vida cotidiana, una flauta, una caja de música, cosas por el estilo que no tiene trascendencia más que para mí o mi familia a nivel personal y sentimental. No significa nada más.

P.- Hablando del interés, ¿usted considera con la trayectoria que tiene, enfrentando el presente con el pasado, que se está perdiendo interés en la cultura a nivel social?

R.- Totalmente. La propia sociedad ha perdido interés a nivel cultural y el interés en la cultura. Es exactamente así. Vivimos en una sociedad que empuja a no pensar. Pero no busco culpables. Yo mismo estoy perdiendo todo el interés en la especie a la que pertenezco. Es muy difícil mantener una posición ecuánime y razonable ante una especie que está empeñada en sacrificarse ante los dioses del rock n roll y cosas de ese tipo. Yo ahora estoy leyendo muy lentamente. Siempre tengo un libro de fondo, que son los poemas de Dylan Thomas, y los estoy leyendo sencillamente porque forman parte de mi vida espiritual. Para mí corre más vida por las venas de un Dylan Thomas que nunca llegué a conocer que por las venas de la gente de hoy.

P.- ¿Cómo percibe ese cambio del que hablamos a nivel social? ¿Qué diferencia, por ejemplo, el mundo de la edición de antes y de ahora, o el mundo del lector? ¿Qué ha cambiado?

R.- Todo. Todo ha cambiado, en primer lugar, que a nadie le interesa ya leer. Cada vez es menos la gente que lee, y es inútil que te cuenten historietas, la verdad es que a la gente lo que le gusta ahora es o no leer o leer en pantalla. Hay unos pocos privilegiados que logran hacerlo, pero yo no lo consigo. ¿Y entonces qué pasa? Pues que uno deja de leer. Yo he dejado de leer, mis amigos más queridos leen poco y cada vez menos. Eso es así. Es una constatación. Hay muchas cosas que se conjuran para que la literatura pase a mejor vida. La lectura es una especie de disciplina perdida en los meandros de los intereses de la juventud de hoy en día. Se interesan por la música, por el fútbol, pero no por la literatura. Y yo nací para otra cosa, para otra época. No tengo excusa, pero tampoco pido perdón.

P.- ¿No es un poco paradójica esa pérdida del interés por la lectura ahora que hay muchísimos más libros editados y más accesibilidad a cualquier texto?

R.- Hay muchísimos libros, sí, pero la mayoría son libros espantosos, que los abro y resulta que me defraudan en la página dos, digamos, porque quiero ser clemente. Es así. Yo no puedo plegarme a esas moditas que duran una semana, no es lo mío. Yo ya no tengo interés en lo que se publica, se edita, se lee o se regala para Navidades. Cuando cae bajo mis ojos y mi nariz Guerra y paz estoy en un mundo que me interesa. Pero no porque sea el mundo de Napoleón o del zar, sino porque hay un momento en que, por ejemplo, unos perros corren tras una loba que escapa de ellos y esta los mira de reojo. Nadie ha escrito jamás algo más verídico sobre un animal que corre porque teme por su vida. Yo no conozco nada que se le pueda comparar. No me intereso por los libritos estos de mierda que te dan para que leas yo que sé qué cosa. No, yo leo cosas que tienen un interés intrínseco para mí, y al que no le guste que viaje en taxi. La edición se ha vuelto una feria de vanidades y un modo torpe de enriquecerse. Es así en todas partes. Ahora con la Feria del Libro saldrán 400 nuevas novelas, la mayoría breves y de lectura fácil, es decir, malas. ¿Y eso qué aporta?

P.- Entonces, ¿podríamos decir que a nivel literario triunfa definitivamente hoy en día el valor económico sobre el valor cultural?

R.- No es exactamente de hoy, pero sí que es hoy más acusado. Ahora hay una ansiedad muy peligrosa. Se piensa que todo libro tiene que ser un éxito y vender muchísimo. No tiene por qué ser así forzosamente. Cada libro tiene su propio recorrido. Hay algunos que vendiendo 500 ejemplares ya han cumplido su función. No hace falta que vendan más. Pero es cierto que en la actualidad vale más hacer dinero que editar un buen libro, que yo no sé si interesa a algún editor hoy en día. Pero es que, además, y esto es más grave, ya no interesa a nadie escribir un buen libro. El ámbito literario está lleno de gente que conoce muy bien las reglas de la gramática y otras cosas que tal vez yo domine menos, pero esa gente se queda impasible ante las cosas más terribles y las más graciosas. Es un jueguito que a mí no me convence.

P.- ¿Qué diferencia a los escritores de antes y de ahora, por qué no existen hoy autores con ese peso a nivel cultural y social?

R.- Porque la sociedad no es capaz de incubar a esos nuevos escritores, que ahora son unos chantapufis, que es uno que no se da maña, que no sabe, que tropieza con sus propios zapatos. Antes era todo muy diferente, claro. Con el escritor ocurría como con el médico, el que quería ganar mucho dinero inspiraba desconfianza. Pero ya no es así y es todo por lo mismo que hablamos. El maleamiento de la literatura se produce cuando hay editores dispuestos a pagar anticipos millonarios para asegurarse un mercado. He visto corromperse a autores que publicaron una primera novela estupenda, y que, después del éxito y el dinero, escribían con la mano izquierda extendida. Hoy, la mayoría de los escritores deciden qué escribir en función de lo que les ofrecen. Y así estamos como estamos.

P.- Reitera constantemente una visión pesimista de la literatura y el mundo editorial, si tan mal está el presente, ¿qué futuro le augura?

R.- Si reflexionamos un momento nos damos cuenta de que lo que estamos viviendo no es el siglo de oro que nos venden ni mucho menos, y que al proyectarnos hacia delante podemos intuir que estamos viviendo el principio de una catástrofe. Una catástrofe que consiste en que ya no se lean los buenos libros. Se leen en general libros muy malos, libros sin interés. Es un mundo en el que la literatura se pierde por el camino, y no hay perdón en un mundo así. Me gustaría hablar de otra manera, claro. Pero cuando leo otra vez Guerra y paz veo lo que es escritura, lo que es un escritor con imaginación y que domina la realidad, no que se siente dominado por ella. Y percibo, a mi pesar, que eso está desapareciendo.

P.- La segunda parte del homenaje consiste en una exposición de fotografías suyas, ¿cómo ha realizado la selección?

R.- Pues como siempre, he escogido las fotografías de más calidad y las que son menos íntimas. He hecho muchas fotos, debo tener 50 mil negativos como mínimo, y en esta selección alterno fotos muy divertidas con otras dramáticas. Lo importante es que esas imágenes recortan un trozo de la vida real y lo ponen ante tus ojos bien enmarcado. Además, son fotos antiguas, algunas de los 60, y no han perdido todos los matices del gris, que en mis fotos intento que reproduzcan al color y no sean sombras. Los fotógrafos sabemos lo que son los matices del gris. Para mí lo que vale es el blanco y negro por el dramatismo que imprime también a lo cómico, a lo grotesco, que es una de las grandes formas artísticas que hoy en día está también desprestigiad y no le interesa a nadie. Casi como la literatura. Cuando hay un contraste de grises bien conseguido, no hay nada que temer.