Ray Loriga. Foto: Lisbeth Salas
Ray Loriga (Madrid, 1967) ha estado tres años sin teléfono móvil. "Tres años felices". Ahora, un poco por obligación, acaba de comprarse uno con teclas, de los de toda la vida, que ahora llaman "para personas mayores" y se venden a veinte euros. Y, por supuesto, de redes sociales "cero", niega como un resistente exhalando el humo de su eterno cigarro. La postura del escritor, que se convirtió con Lo peor de todo y Héroes en una rockstar de la literatura (cuando las editoriales montaban giras a lo grande por toda América), es consecuente con el argumento de Rendición, el libro con el que ha ganado a sus 50 años el Premio Alfaguara -que recoge este viernes- y que acaba de salir a la venta. La novela es una distopía en la que el gobierno, en guerra con un enemigo desconocido, ofrece refugio a la población en una ciudad de cristal protegida por una cúpula transparente y en la que no existen los secretos ni la intimidad. Todo el mundo renuncia a la esfera privada de manera voluntaria e incluso entusiasta, en una alegoría del camino al que parecen conducirnos hoy las redes sociales. "La novela es una metáfora de la sociedad de la autodelación en que nos estamos convirtiendo, nuestra sociedad ya es distópica. Ni los sistemas totalitarios reales ni los imaginarios, como el caso paradigmático de Orwell, soñaban siquiera con que no iba a ser necesario el espionaje ni el control porque bajo la apariencia de la libertad nos íbamos a delatar nosotros mismos", opina el autor. "Es el sistema perfecto, la trampa se consuma perfectamente cuando no la ves, cuando crees que lo haces todo por libre albedrío y además con entusiasmo. Estás deseando que te vean en pelotas, que sepan dónde estás, que no haya un segundo de tu vida que no sea público, y todo ello con una sonrisa de oreja a oreja. Lo han conseguido, quienes pensaron todo esto son unos genios". Los protagonistas de Rendición son un matrimonio que vive en el campo y que tiene a sus dos hijos luchando en esa guerra que ya dura diez años. Un buen día aparece en su casa un niño sordo y herido y desde entonces lo cuidan como si fuera suyo, sin llegar a saber quién es. Más tarde la familia es evacuada a la ciudad transparente, donde todas las necesidades son cubiertas por el gobierno y la felicidad ilusoria que administra es un dogma cuya negación se castiga como traición. Pregunta.- El tema de la felicidad ficticia conecta con su anterior novela, Za Za, emperador de Ibiza, en la que el protagonista se dejaba arrastrar por una droga legal a un paraíso ficticio. Respuesta.- Sí, es la felicidad sin mérito, asegurada por contrato. Hagas lo que hagas, no te preocupes porque lo tenemos todo pensado. Además, si sufres un poco tenemos estas pastillas, que sinceramente no es una metáfora demasiado misteriosa. Se llama Lexatin, Orfidal, lo que toma toda la sociedad occidental cada vez que tiene una angustia o un problema. No te soluciona el problema pero te quita la angustia. Y también te lima las emociones, mata moscas a cañonazos. Esta tabula rasa emocional ya me preocupaba en Za Za de manera histriónica, aquí lo retomo de manera sombría aunque el libro también tiene sentido del humor. Además de Orwell, Huxley, Kafka o incluso Stephen King, en la nueva novela de Loriga hay otras muchas referencias más o menos evidentes en el texto. Como señala Nadal Suau en su crítica en El Cultural, estas van desde Cormac McCarthy (la peregrinación en un mundo postapocalíptico) hasta Delibes (la voz del marido y narrador, representante de unos valores y costumbres propios del mundo rural), pasando por La infancia de Jesús, de Coetzee. P.- ¿La comparación con otros escritores le enorgullece, le molesta o le resbala? R.- Hombre, yo entiendo que los medios tienen la obligación de orientar a sus lectores y decirles "si le gustó Kurt Vonnegut probablemente no le guste El tiempo entre costuras". Curiosamente el germen de esta novela viene de Tarkovski, en concreto su película La zona, que transcurre también en un lugar medio simbólico, con un bosque y unas fronteras, se supone que hay traidores pero no se sabe bien por qué. Sin haberla vuelto a ver, se me quedó grabada su atmósfera. También está la referencia, quizá más remota, a un personaje que cambia de lugar y eso cambia cómo es percibido y cómo se percibe a sí mismo. Estoy hablando de Los viajes de Gulliver, un libro que siempre me ha encantado porque de una manera muy sencilla te cuenta quiénes somos en circunstancias distintas. Cuando va al país de los enanos es un gigante y cuando va al país de los gigantes es un enano. Siempre he pensado que Los viajes de Gulliver habla de lo difícil que es adaptarse a la sociedad.
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