Harkaitz Cano
El escritor publica El turista perpetuo, un libro de relatos que aborda las alegrias y sinsabores del periódo estival.
Pregunta.- ¿De qué manera empezó a construirse este libro que tiene como nexo de unión entre sus partes las vacaciones y el turismo?
Respuesta.- Más que el tema, el nexo en común fue, en principio, la atmósfera: una isla a la que huir, un desangelado resort, un safari, un adolescente que presume de piscina propia y aprovecha la ausencia de sus padres para invitar a casa a sus amigos… En verano buscamos la aventura o anhelamos descansar, pero es también el momento del balance, un nudo entre el pasado y el futuro, la falsa esperanza de que a partir de septiembre seremos otros.
P.- Encontramos distintos estilos y aproximaciones a estos relatos en el que quizá Boeing 767, en el que nos parece escuchar los últimos pensamientos de los pasajeros de un avión secuestrado, es el más heterodoxo. ¿Es el relato el mejor terreno para la experimentación?
R.- Creo que la extensión del cuento permite, en efecto, ser más radical. ¿Para qué esperar al momento de la muerte para ver pasar las diapositivas de nuestra vida si podemos hacer lo mismo con un relato? El cuento también permite el remake libre, como poder homenajear La autopista del sur de Cortázar poniendo a Angela Merkel en medio de un atasco.
P.- Hay varios guiños cinematográficos a lo largo del libro…
R.- Me gustan las películas francesas e italianas localizadas en plena canícula, con esa vibración solar, aunque luego la trama tenga el halo inquietante de una historia feliz a punto de malograrse… Películas como Marie-Jo y sus dos amores de Robert Guédiguian… También, por supuesto, la versión cinematográfica de El nadador de John Cheever o Buenos días, tristeza de Otto Preminger.
P.- Hoy en día parece que nuestras vidas solo se pueden realizar si nos recorremos el mundo, viajando de un lado a otro para hacernos selfies en los lugares emblemáticos, aunque no deje de parecer una experiencia prefabricada. ¿Qué ventajas le ve al turismo actual y que inconvenientes?
R.- Exagerando un poco podría decirse que el turismo es la continuación friendly de los barcos negreros: gente hacinada en aviones que viaja de un sitio a otro para que algunos se lucren. El mundo se ha achicado mucho y cada vez es más difícil encontrar eso que tanto nos gusta: "lo auténtico". Cualquier destino está más a mano, pero también más devaluado. Hemos perdido la inocencia y actuamos más. Impostamos tanto cuando ejercemos de turistas como cuando los recibimos.
P.- En algunos relatos parece que las relaciones entre las personas, especialmente las relaciones familiares, se modifican e intensifican en esa época de esparcimiento. ¿Por qué cree que ocurre esto?
P.- Al pasar más tiempo juntos afloran las verdades soterradas: cuando uno está "obligado a pasárselo bien" corre el riesgo de volverse más irritable y de colisionar con quienes tiene alrededor. Las vacaciones son profecías felices que uno intenta cumplir y por culpa de las cuales se ve doblemente defraudado si no lo logra.
P.- No hay verano sin que la siesta la acompañe el Tour de Francia, que sirve de excusa para uno de los relatos. ¿Cree que el ciclismo está literariamente desaprovechado?
R.- Tanto el cine como la literatura tienen una deuda pendiente con el ciclismo, que contiene muchos ingredientes para la épica y el drama, por no hablar de las innumerables anécdotas históricas (léase Plomo en los bolsillos de Ander Izagirre). En el País Vasco siempre ha habido muchísima afición y no se me ocurrió mejor manera de hablar sobre la vergüenza y el pudor de la victoria que contando la historia del padre de un ciclista que da positivo.
P.- El agua está muy presente en estos cuentos, ya sea el mar, una piscina, un río o un pantano. ¿Qué posibilidades ofrece el agua a la hora de construir el ambiente en un relato?
R.- El agua tiene dos vertientes contrapuestas: por un lado el elemento de relax, de armonía natural y de disfrute, y por otro lado el de una amenaza latente. El paraíso y su reverso turbio. Nada tan evocador como una piscina maltratada por las estaciones… La película La ciénaga, de Lucrecia Martel, es un buen ejemplo de ello.
P.- ¿Por qué motivo aparecen en prácticamente todos los relatos niños o adolescentes?
R.- Imagino que se debe en parte a que el periodo estival se percibe de modo muy distinto cuando uno es más joven: el tiempo parece dilatarse. Cuando uno es niño y ve las olimpiadas por la tele, esperar cuatro años a que lleguen las siguientes le parece una eternidad. Desde la edad adulta esa percepción tan morosa del tiempo da muchísima envidia.
@JavierYusteTosi