A medio camino entre una historia de la ciencia desde los albores de la humanidad (el relato) y un manual de ciencias naturales y matemáticas (los principios y las fórmulas), llega a las librerías Ciencia. Lo que hay que saber, editado por Espasa. Se trata de la reducción que los historiadores Miguel Artola y José Manuel Sánchez Ron han hecho de su anterior ensayo conjunto, Los pilares de la ciencia (Espasa, 2012).
El título, rotundo y atractivo, anuncia lo que encierran sus casi 500 páginas: del big bang al corazón artificial, del sistema geocéntrico a la materia oscura, de la alquimia al bosón de Higgs, de los números naturales al cálculo integral, el libro presenta de manera sucinta las claves de las teorías que han marcado la historia de la ciencia y cómo unas dieron paso a otras.
Sánchez Ron es historiador de la ciencia, miembro de la Real Academia Española, Premio Nacional de Ensayo en 2015 y responsable de la sección sobre ciencia "Entre dos aguas" de El Cultural. Opina que todo (la sociedad, la economía, la política, la ciencia misma) iría mejor si todos supiéramos más de ciencia. "La ciencia es racionalidad, y la racionalidad siempre es necesaria como modo de prevenir pasiones, incongruencias y otros, digamos, 'vicios del espíritu'. Por otra parte, en un mundo como el actual en el que la ciencia es casi omnipresente, tener conocimientos de ciencia ayuda a vivir más plenamente".
Y es que esa falta de conocimientos científicos tiene algo de indefensión: "Sin saber algo de ciencia, se anda por el tecnologizado -una tecnología fuertemente dependiente del conocimiento científico- mundo actual completamente indefenso, como si fuéramos zombis, ignorantes de por qué las cosas son como son. Además, esa ignorancia se plasma en una gran dificultad para acceder a mucho de lo que la tecnociencia pone hoy en día - y pondrá más aun en el futuro - a nuestra disposición. Y no olvidemos que la ciencia es, de lejos, el mejor instrumento de que dispone la especia humana para librarse de mitos".
La estructura del libro combina la cronología y la división por temas. "Nuestro objetivo ha sido que el orden de sus capítulos respondiese de la manera más precisa posible a cómo entendemos es el edificio de la ciencia", precisa Sánchez Ron.
Escribir un libro de divulgación científica con el mayor rigor obliga a incorporar conceptos y fórmulas difícilmente asimilables por parte de un lector poco versado en materias científicas. Evitar que el lector pierda el hilo de las explicaciones es mucho más difícil que en libros de divulgación literaria o artística, y para lograrlo es necesario practicar una suerte de "equilibrismo divulgativo". "Las fórmulas, las expresiones matemáticas, son necesarias para una comprensión profunda de la ciencia, principalmente de las matemáticas y la física, pero es posible proceder sin ellas cuando se trata de explicar cuál es el contenido de teorías específicas, más aún si se cuenta con el recurso de la historia. Desde luego, en nuestro libro esto es lo que hemos hecho. De todos los capítulos, el que más habría necesitado de expresiones matemáticas es el 15, 'Misteriosas partículas. Un mundo cuántico', pero aun así creo que se puede entender", señala el académico.
Por otra parte, Sánchez Ron señala que "no siempre las teorías científicas están matematizadas. Recordemos el libro de Charles Darwin El origen de las especies (1859). Nadie negará que es un libro de ciencia, pero no contiene ninguna expresión matemática".
Obviamente hace falta una serie de conocimientos previos sobre ciencia para extraer todo el jugo a cada página del libro. Por ejemplo, el epígrafe "Cálculo infinitesimal e integral" explica cómo y cuándo surgieron estas áreas de las matemáticas, quiénes fueron sus protagonistas y qué repercusión tuvieron en el avance de esta ciencia, además de mostrar algunas fórmulas, pero no enseña a integrar. Esta tarea la dejan los autores a los manuales y tutoriales. Precisamente es la matemática el campo en el que el historiador ve reinar el desconocimiento general, además de la "mala prensa".
En los últimos años hemos oído el llanto generalizado del mundo de la cultura por la degradación de las enseñanzas humanísticas, especialmente en la etapas educativas primaria y secundaria, pero Sánchez Ron reclama una mayor concienciación con respecto a la calidad de la enseñanza científica. "Las quejas en lo que se refiere a las materias científicas son muchos menos frecuentes. Y sin embargo, si se trata de preparar a los jóvenes para su futuro, las materias científicas son especialmente importantes. Además, y sin que esto significa que no considero importante la enseñanza humanística, a lo largo de su vida tendrán numerosas oportunidades de ampliar sus conocimientos humanísticos, algo que es más difícil en ciencia. En mi opinión, es imprescindible ampliar el número de horas que los estudiantes deben cursar de asignaturas científicas".