John Ashbery
Era para muchos el poeta norteamericano más influyente no sólo en la poesía reciente de su país, sino también en la lírica europea de nuestros días
Dentro de la heterogeneidad de la poesía norteamericana del pasado siglo, los poetas del "grupo de Nueva York", han ocupado un lugar destacado en su afán de abrir nuevos caminos estilísticos, bien compartiendo simuladamente los del pasado, bien abriéndose a otros nuevos con enorme dificultad, pues no eran pocas ya las brechas fértiles que la poesía de ese país había abierto en el siglo XX. De entre estos poetas John Ashbery era uno de los más significativos -si no el que más-, aunque José María Valverde señalara la significación especial de este poeta aludiendo a que -entre los de su grupo-, él era el que había seguido "el más insidioso" de los caminos; es decir, el más lleno de asechanzas y sorpresas, el más engañoso en sus significados aparentes y, en consecuencia, el más perturbador para el lector. Poetizar después de las vanguardias siempre supuso un reto no fácil y John Ashbery lo asumió con temple y brillantez.
Ashbery se cuenta también entre los poetas norteamericanos que pasaron por Europa -Pound sería el más notable de ellos- y ha quedado en su poesía un poso de cultura fértil que proporcionaba frescura a unos textos que, primordialmente, buscaban el coloquialismo y la reflexión plana, aunque el autor siempre nos tendía esas jugosas y sorprendentes "asechanzas".
Nació en Rochester, Nueva York, en 1927. Su madre era profesora de biología y su padre agricultor y se crio en una granja cerca del lago Ontario. Fue educado en un internado masculino de la Academia de Deerfield, donde leyó a poetas como W. H. Auden y Dylan Thomas y comenzó a escribir poesía, descubriendo su homosexualidad al escribir un poema de amor frustrado sobre un compañero. Estudio en la Universidad de Harvard graduándose cum laude en 1949 y luego obtuvo una maestría en la de Columbia. Durante algunos años fue director de la edición europea del diario Herald Tribune, para lo cual marchó a París, donde estuvo viviendo unos 10 años junto al poeta Pierre Martory.
A lo largo de su trayectoria lírica, compuesta por una veintena de poemarios, gozó de un eco especial entre los escritores de Hispanoamérica. En 1976 obtuvo el Premio Pulitzer con Autorretrato en espejo convexo, obra traducida al español por Javier Marías. "A mí mi poesía me parece una cosa deplorable, o, en el mejor de los casos, falta de importancia alguna", comentaba en una entrevista en El Cultural en 2014. "Dicho esto, por supuesto que no puedo evitar sentirme alegre en los pocos momentos en los que me convenzo de que ser una influencia y todo eso, pueda ser verdad".