Lee aquí las primeras páginas de El ministerio de la felicidad suprema, el regreso a la novela de Arundhati Roy

Veinte años han pasado desde que Arundhati Roy escribió la obra que le hizo mundialmente famosa, El dios de las pequeñas cosas, con la que ganó el Man Booker. Fue un fenómeno de ventas, aunque la crítica ya entonces se mostró dividida, pues había quien le reprochaba su prosa excesiva, barroca, y su gusto por el detalle truculento. De Roy se ha destacado alguna vez la impronta que el realismo mágico dejó en su literatura, con esa confusión entre realidad y sueño y el gusto por la exuberancia estilística.



Desde entonces sus muchos lectores han esperado su regreso. Roy se ha dedicado todo este tiempo a otras tareas alejadas de la literatura, como el activismo político y social. También ha escrito no ficción (Caminando entre camaradas, con la independencia de Cachemira al fondo). Pero su estrella no ha declinado desde entonces, y este El ministerio de la felicidad suprema ha venido precedido de un ruido mediático considerable, de una gran expectación. La autor nos sitúa en la India, en uno de los barrios masificados de la Vieja Delhi, y de ahí desplaza al lector desde las carreteras de la ciudad nueva hasta los montes y valles de Cachemira. Roy cuenta una historia de amor. Comienza con Anyum -que antes se llamaba Aftab- desenrollando una raída alfombra persa en un cementerio al que llama hogar. Después la escritora nos presenta a Tilo, y a los hombres que la amaron, incluido Musa, novio y exnovio, amante y examante. Conocemos al casero de Tilo, un antiguo pretendiente, en la actualidad oficial de inteligencia destinado en Kabul. Y conocemos a las dos Miss Yebin: la primera es una niña que nace en Srinagar y es enterrada en el atestado Cementerio de los Mártires; a la segunda la encuentran a medianoche, abandonada en la acera en el corazón de Nueva Delhi.

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