Un grupo de mineros asturianos posan frente a una mina en los años treinta
La Revolución de Asturias de 1934 fue, en palabras de Josep Pla, el movimiento revolucionario "más extenso y profundo de la historia contemporánea". Un volumen editado por Libros del Asteroide reúne ahora sus crónicas, las de Chaves Nogales y las de José Díaz Fernández, un documento excepcional de la España prebélica.
Tres periodistas dejaron testimonio de aquellos días dramáticos. Dos de ellos eran ya célebres: Manuel Chaves Nogales, corresponsal del diario Ahora, venía de publicar por entregas El maestro Juan Martínez que estaba allí, en el que alertaba de una inminente revolución social; y Josep Pla, que además de comentarista político era ya reconocido como "una figura de referencia del sistema cultural catalán". El entrecomillado pertenece a Jordi Amat, encargado de editar Tres periodistas en la Revolución de Asturias (Libros del Asteroide), en donde se reúnen textos de Pla, Chaves Nogales y José Díaz Fernández, autor de Octubre Rojo en Asturias. También Díaz Fernández -que firmaba a veces con el seudónimo José Canel- era, dice Amat, "un actor valioso de la cultura republicana española". Además de antiguo diputado por Asturias -hasta 1933- por el Partido Republicano Radical Socialista.
Pla y Chaves tenían ya entonces una sólida experiencia como corresponsales en Europa, lo que hace de sus testimonios un documento histórico excepcional. El autor de El cuaderno gris decía estar frente al movimiento revolucionario "más extenso y profundo de la historia contemporánea". Y lamentaba -a propósito del asesinato del diputado tradicionalista e industrial Marcelino Oreja Elósegui, padre de Marcelino Oreja, ministro con Suárez, y abuelo del político del PP Jaime Mayor Oreja- que en ciertas partes del país se hubiera retrocedido a "épocas de pura barbarie".
"Por entonces los tres periodistas aún mantenían su adhesión al proyecto republicano", comenta Amat. Pero con matices. En las crónicas son perfectamente notables las tendencias de cada uno: el progresismo de Díaz Fernández, el conservadurismo de Pla y el talante liberal de Chaves Nogales."Ni siquiera durante la gesta bárbara de los carlistas hubo tanta crueldad, tanto encono", Escribía Chaves Nogales
La crónica como género
Pero más allá de las diferencias, continúa Amat, y más allá de su intención de testimoniar los hechos, lo que une a los tres autores es "su concepción literaria de la crónica y el reportaje". A esa voluntad de estilo se unía además que en aquel momento los tres estaban ya en plena madurez profesional. Esto hizo que Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, quisiera añadir estos textos a sus otras recuperaciones de la Edad de Plata española, y en particular de su periodismo, para lo cual viene contando con la ayuda del incansable Amat. Es la colección que integran Gaziel, con De París a Monastir o Sender con Viaje a la aldea del crimen.Cierto revisionismo histórico, explica Amat, quiere situar el origen de la Guerra Civil en los sucesos de Asturias, pero "esas tesis tienen en realidad más impacto mediático que académico". Lo que revela la crisis del 34, añade, "es la imposibilidad del Estado para manejar una acumulación endiablada de tensiones internas y externas. Chaves Nogales lo ve clarísimo con su mirada espectral. En el 34 la República colapsa y ya no podrá recuperar la normalidad. Pero es que la quiebra de la democracia, no lo olvidemos, era europea. Estaban en la prórroga de una época".
"Chaves y pla fueron singularmente perspicaces. estuvieron allí y vieron la dimensión humana del conflicto", cuenta Jordi Amat
En su epílogo a Octubre rojo en Asturias, Díaz Fernández explica que la Revolución triunfó momentáneamente en Asturias gracias a que el "impulso revolucionario de la masa hizo que se formara un frente único", algo que no ocurrió en otras regiones. "Cada región actuó por su cuenta", escribe. En el País Vasco socialistas y comunistas se aliaron con los nacionalistas, "que representaban a la burguesía más intransigente". Pero al ver el tono que adquiría la revolución en manos de los partidarios de la dictadura del proletariado, esa burguesía enseguida "depuso las armas". En Madrid la sublevación se redujo a "un puñado de guerrilleros que disparaban desde los tejados contra la fuerza pública". Y en Cataluña "el ejército se encargó de acabar, en apenas unas horas, con lo que era "una pura ficción".En su impactante recorrido entre cadáveres, una vez sofocada la rebelión, Chaves Nogales hace un balance sombrío de lo ocurrido. "Ni siquiera durante la gesta bárbara de los carlistas hubo tanta crueldad, tanto encono y una tan pavorosa falta de sentido humano". Y más adelante: "No creo que los guardias rojos de Lenin se echasen sobre la burguesía rusa con tan terrible ímpetu. Asturias en dos semanas ha quedado arrasada para mucho tiempo". El autor de La agonía de Francia demuestra su honradez intelectual y su rigor periodístico cuando evita juzgar con precipitación: "Preveo que, en esto como en todo, la opinión española se dividirá en dos bandos igualmente irreconciliables. El de los que afirmarán que la posblación minera de Asturias lanzada al movimiento es una horda de caníbales y el de los que sostendrán que todo fue un juego de inocentes criaturas o, a lo sumo, de cabezas alocadas y sin responsabilidad. Para contribuir en lo posible a dar una sensación exacta de lo que ha sido la intentona revolucionaria, no encuentro más camino que el de ir acumulando testimonios para que cada cual, con arreglo a su conciencia, pueda formular su veredicto". ¿Era habitual en la prensa el rigor de Chaves? "Mi sensación es que sobre el terreno Chaves y Pla fueron singularmente perspicaces -comenta Amat-. Porque estuvieron allí y, más allá de la dimensión política de la revolución, vieron su dimensión humana. Y eso, sumado a su experiencia, les permitió describir con una cierta ecuanimidad".
Dos de los tres tienen finales paralelos; no Pla, que sobrevivió a lo peor del siglo y terminó sus días en el Ampurdán, reconvertido en payés. Chaves moriría en 1944 en Londres, tras exiliarse de España y más tarde del París ocupado. Díaz Fernández se escapó en 1939. Se instaló en Toulouse y, cuando llegaron los nazis, intentó marcharse a Cuba. Pero no lo logró. Arruinado, murió en Francia en febrero de 1941.