Letras

¿Qué historias esconden las obras de arte?

10 noviembre, 2017 01:00

Un libro escrito por Maureen Marozeau recopila las historias detrás de algunos de las piezas más emblemáticas de la Historia del Arte. Recuperamos en estas líneas cinco de las doce anécdotas que reúne la historiadora del arte.

Cuando recorremos las salas de cualquier museo tenemos la sensación de que cada una de las piezas que vemos está en su lugar. Como si cada estatua, lienzo o cartón hubiera sido pensada para ese determinado puesto y para ser observada por los ávidos ojos del espectador. Pero no. Claro que no. Cada pieza tiene una historia detrás y algunas de ellas son tan rocambolescas como divertidas. Hay piezas que han sido víctimas de robos, como La Gioconda y el Retrato del duque de Wellington, de acusaciones de falsificaciones, como el busto de Nefertiti o de ostracismo en un gallinero, como es el caso de una obra de Van Gogh. Estas son algunas de las hilarantes historias que la periodista e historiadora del arte Maureen Marozeau ha reunido en Un Van Gogh en el gallinero. Y otras historias increíbles del mundo del arte, que edita Edhasa. El cordero místico, El origen del mundo, El astrónomo o El Guernica son otras las piezas que esconden historias increíbles. Rescatamos algunas de ellas a continuación.

El busto de Nefertiti: ¿obra de arte maestra o falsificación?

En el caso de este emblemático busto la historia que tiene detrás es la de la duda de su veracidad. Son varias las razones por las que se ha puesto en duda su autenticidad a lo largo de los años. Por un lado, la faraona aparece retratada con rasgos actuales, cuando Ludwig Borchardt encontró la pieza en una excavación en 1924 no se documentó con ninguna fotografía ni dibujo y, quizá la más importante, el estilo del busto. Henry Stierlin, egiptólogo, publicó un estudio donde cuestionaba la obra no solo por la ausencia del ojo izquierdo en la bella reina, sino por una razón más técnica relacionada con la observación del arte: Los hombros cortados en vertical no son "nada habituales en los escultores egipcios y, al contrario, corrientes en el arte occidental, sobre todo en los siglos XIX y XX".

Años más tarde se puso en contacto con Dietrich Wildung, egiptólogo bávaro que le indicó que, en efecto, es una obra de arte falsificada. Sin embargo, seis años más tarde a este le nombran director del Museo Egipcio de Berlín donde se encuentra el busto. Su nuevo cargo, obviamente, no le permitía ir en contra de los intereses de la institución. Stierlin recibe, entonces, documentos que intentan probar la autenticidad de la obra. Sin embargo la ausencia documental de la pieza en el momento del hallazgo, "milagrosamente producido el día de la visita de las altezas de Sajonia al lugar", aclara la escritora, resulta también sospechoso. Pero hay más, en 1929 Borchardt se retira para "consagrarse a un tema que le apasionaba: las falsificaciones en el arte egipcio". ¿Casualidad?

El robo de La Gioconda

Era lunes 21 de agosto de 1911, un día caluroso en París. Como cada lunes el Louvre estaba cerrado al público para tareas de mantenimiento y limpieza. Los trabajadores de la pinacoteca constatan que a las 7 la Mona Lisa está en su sitio. A las 9 ya no está. Sin embargo, nadie le presta demasiada atención ya que creen que estará en ronda de mantenimiento. Sin embargo, al día siguiente sigue sin aparecer. Rastrean cada rincón del museo pero no dan con ella. Los ojos divertidos y la media sonrisa de su rostro seguro que se regocijaba. "No me llaméis a menos que arda el Louvre o roben a La Gioconda", dijo el subsecretario de Bellas Artes, Ètienne Dujardin-Beaumetz, en el momento de salir de vacaciones. Casualidad. La Mona Lisa ha desaparecido. Despiden al director de la pinacoteca, Thèophile Homolle, y la noticia corre como la pólvora y escandaliza a toda Francia.

"Esa mañana, Vicenzo Peruggia, obrero de 30 años que conoce el Louvre de su trabajo como vidriero en la pinacoteca, da un rodeo por el museo y entra por la puerta Jean-Goujon", escribe Marozeau. El chico descuelga la pieza, la envuelve en su mono blanco de trabajar y sale por el mismo camino. Durante meses lo guarda en su apartamento. En algún momento diría que "estaba seguro de que el cuadro había formado parte de los trofeos recolectados durante las campañas napoleónicas". ¿Por qué robarlo?, se plantea la escritora. Para devolvérselo a Italia, claro. A finales de 1913 Peruggia se pone en contacto con dos marchantes de arte para intentar venderles la obra. Lo citan en Florencia y el anticuario, que llega con el director del museo de los Uffizi, se muestra positivo. Sin embargo, tocan a la puerta y es la policía que lo detiene en la habitación del hotel poniendo fin a la "huida" de la coqueta Mona Lisa, la dama más conocida del siglo XVI.

La desaparición del Retrato del duque de Wellington

Otra famosa desaparición es la que ocurrió en la National Gallery de Londres a los 19 días de adquirirse el lienzo, no exento de polémica. La historia es sencilla: Goya pinta al duque de Wellington y este, quisquilloso, le pide que actualice el lienzo con las nuevas condecoraciones recibidas. El pintor zaragozano, pensando más en el conjunto de la obra, lo hace a regañadientes. Finalmente el lord le regala el lienzo a su cuñada Marianne Caton y esta, a su vez, a su hermana Louisa Catherine Hervey-Bathurst. 110 años después de ser confeccionada, la obra sale a subasta en la prestigiosa casa Sotheby's donde un allegado de John F. Kennedy lo adquiere por 140.000 libras (alrededor de 406.000 euros actuales).

En ese momento, el Reino Unido se revoluciona, "con Arthur Wellesey (duque de Wellington) no se bromea", recuerda la escritora en el libro. Comienzan a preocuparse ante la posible salida de la obra del país por lo que el estado británico intenta negociar con Charles Bierer Wrightsman, quien originalmente había adquirido la pieza. Este propone vendérsela al mismo precio bajo la condición de que el retrato se exponga o bien en la National Gallery o en la National Portrait Gallery. Hay trato y la transacción se acomete el 2 de agosto de 1961. El día 21, "justo 50 años después del robo de Mona Lisa, y 19 días después de la compra, la obra ya no está en su lugar", describe Marozeau. Así explica lo que ocurre a continuación: diez días después del robo llega una nota a la Scotland Yard en la que se piden 140.000 libras de rescate para una obra de caridad. La policía hace caso omiso esperando novedades de los autores pero no recibirán una segunda nota hasta transcurridos dos años.

En esta ocasión llega una etiqueta arrancada de la parte trasera del cuadro y algunos diarios reciben otras amenazas en las que el ladrón pide inmunidad. The Daily mirror insta al ladrón a dejarlo en un quiosco y un mes más tarde el diario recibe un billete con la consigna de Birmingham. Allí está el cuadro. El autor del robo fue objeto de cinco cargos pero, conocedor de la ley y la cárcel, alegó que no se le podía imputar porque detrás del movimiento no había intención criminal. Sin embargo, se le condenó a tres meses de cárcel por el robo del marco que nunca devolvió.

¿Cuál es el origen de El origen del mundo

No se conoce el origen de El origen... pero se dice que Jalil-Bey, un diplomático turco, perseguía una obra del pintor de Ornans. La obra estaba vendida pero entonces Courbet promete pintar para él la continuación. El sueño es esa segunda parte donde dos mujeres desnudas yacen en una cama caliente. Y le regala un lienzo más pequeño al que ha llamado El origen del mundo. Las deudas de Bey hacen que en 1876 tenga que vender su colección de arte por lo que este lienzo desaparece. 20 años más tarde reaparece y lo adquiere el barón Ferenc Hatvany, un coleccionista con más de 800 obras.

Sin embargo, en 1944 vuelve a desaparecer cuando Hungría cae bajo el dominio de Alemania. El lienzo fue confiscado y luego recuperado. Pero el Ejército Rojo revende el cuadro a Hatvany, que pudo recuperar 18 cuadros de los 800. En 1953 se vuelve a vender por un 1,5 millones de francos a Jacques Lacan por lo que no es hasta el año 1988 cuando se presenta de manera oficial al público gracias a una exposición titulada Courbet reconsidered en el Brooklyn Museum de Nueva York. Tres años más tarde se presenta al público francés que no entiende por qué ha estado fuera del alcance de los espectadores durante tanto tiempo. Sylvia Bataille, mujer de Lacan, lo acogía en su casa, cerca de la pinacoteca. ¿La última polémica? En 2013 un diario francés dijo haber encontrado la parte en la que se ve la cara de la joven. Pero los museos convienen en que Courbet no pintó nada más allá del cuerpo desnudo de aquella mujer que seguirá siendo anónima.

Un Van Gogh en el gallinero

Ese loco tan popular llamado Vincent van Gogh. Un día de 1903 Paul Gauguin sale a dar un paseo cuando advierte que tiene a Van Gogh detrás dispuesto a acuchillarle. Este, lo miró severo y el primero volvió a casa donde se cortó un trozo de oreja. Van Gogh estuvo 15 días convaleciente en el hospital donde conoció a Félix Rey, un joven interno. A él le dedica un retrato pero una vez más es incomprendido y sometido a burlas entre la familia del futuro médico. El retrato terminará finalmente en casa de Rey, donde su madre lo colocará en un gallinero para tapar una ventana rota. Cuando el soldado Charles Camoin se hace el enfermo para poner el caballete donde lo hizo su pintor predilecto, acude dos días seguidos al hospital a dar parte donde, casualmente, lo atiende Félix Rey. Hablan de pintura y el médico le cuenta su historia con Van Gogh. Camoin quiere ver ese retrato y finalmente pide que se lo ceda para enseñárselo a un marchante marsellés.

Por esa obra el galerista Paul Cassirer le ofrece 25.000 francos aunque el lienzo irá a parar a la colección del ruso Sérguei Schukin. La Revolución Rusa que estalla en 1917 hace estragos en el mundo de la cultura y Schukin debe poner a salvo sus piezas. De vuelta en Moscú tras el conflicto las obras esperan en sus cajones del Museo de Arte Occidental. Pero Stalin dice que la colección es mediocre. Finalmente se hace un reparto de piezas entre el Muso Estatal Pushkin de Bellas Artes de Moscú y el Hermitage de San Petersburgo. Los directores hacen su selección y el retrato de Félix Rey va a parar al Pushkin. Pero no ve la luz del día porque las obras calificadas como perturbadoras se quedan en el sótano de la pinacoteca donde permanecen hasta la muerte de Stalin. En 1954 se hace una exposición de Picasso en Francia y un año más tarde plantean una de Vincent van Gogh. Así empiezan los viajes de las colecciones rusas hasta que en 1989 la localidad de Arles celebra el centenario de la estancia del artista con Espacio van Gogh. Félix Rey, una vez más, se queda en Moscú hasta que en 2014 pone rumbo al Estado Mayor General, que acogerá las colecciones decimonónicas del Museo Pushkin. Por fin.

@scamarzana