Vista interior de la muestra en el Centro de Exposiciones Arte Canal
El lema de la exposición sobre Auschwitz que se inaugura este viernes en el Centro de Exposición Arte Canal ya sugiere el carácter didáctico de la misma: "No hace mucho. No muy lejos". Según Luis Ferreiro, director de Musealia (una de las instituciones participantes) se trata de presentar "Auschwitz como símbolo y metáfora de la manifestación sin fronteras de la barbarie humana". Otra manera de decirlo: se trata de presentar Auschwitz como advertencia.La muestra es itinerante. Recorrerá catorce ciudades en todo el mundo, siete en Europa y siete en Norteamérica. La intención, dicen los organizadores, es dar a conocer en todo el planeta lo que ocurrió en el campo más famoso del Tercer Reich, que es hoy por otro lado una de las principales atracciones turísticas de Polonia, con más de 1,5 millones de visitantes al año.
Ferreiro, que lleva trabajando en la muestra de 2009, se ha ocupado de coordinar a todo el equipo de historiadores, conservadores y documentalistas entre los que destacan los tres comisarios: Michael Berenbau, profesor de estudios judaicos en la Universidad Judía Americana; Robert Jan Van Pelt, autoridad mundial en el Holocausto y en Auschwitz, en donde desarrolló a finales de los noventa el plan de conservación del campo; y Paul Simons, director de Programas del Centre for Holocaust Education.
Hay más de veinte instituciones involucradas, empezando por el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, que ha cedido más de 600 objetos originales, la propia Musealia, y coleccionistas privados de diferentes países. También hay un vagón de tren y una sección de un barracón de Auschwitz III-Monowitz, el campo satélite del que salió milagrosamente con vida Primo Levi.
Auschwitz antes de Auschwitz
El recorrido comienza por la liberación del campo, cuando los soldados soviéticos se encontraron con más de 7.000 personas aún vivas. Su estado era tan lamentable que muchos morirían en las siguientes semanas.Se aportan portadas, extractos de noticias de la prensa extranjera que dan una idea del pasmo que provocó en la opinión pública internacional el hecho de encontrar aquella fábrica de muerte. Autores como Annette Wieviorka han defendido después que aquellas coberturas periodísticas contribuirían sin embargo a asentar durante muchos años una imagen simplificada del extraordinariamente complejo sistema de campos de concentración.
Auschwitz es hoy, con más de un 1,5 millones de visitantes al año, una de las principales atracciones turísticas de Polonia.
En Auschwitz, una de las muchas piezas del engranaje criminal del Tercer Reich, no se llevó a cabo, no obstante, todo el Holocausto, ni siquiera su mayor parte: fueron asesinadas alrededor de un millón de personas, más de 800.000 al poco de pisar el funesto andén, pero en otros campos las cifras no distan demasiado; en Treblinka, por ejemplo, murieron 925.000 y se calcula que los Einsatzgruppen (unidades móviles de exterminio) asesinaron a 1,3 millones de personas en su avance hacia la URSS.
Pero ya los nazis quisieron que Auschwitz fuera un campo "especial". Hasta su llegada el recinto consistía en unos cuantos barracones del Ejército Polaco. Los alemanes lo eligieron entre otras cosas por su situación privilegiada. Como dice Uri Hanis, residente de Oswiecim, el pueblo era "un cruce de caminos entre tres fronteras: la de Austria, la de Alemania y la de Rusia", lo que hizo de él un lugar de tránsito. "Los viajeros judíos disfrutaban siempre de una calurosa bienvenida por parte de la comunidad judía de la ciudad".
La mitad de la población de Oswiecim era judía a principios del siglo XX. La exposición presenta el pueblo (quizás obviando las tradicionales tensiones religiosas en la sociedad polaca de la época, en las que han indagado autores como Claude Lanzmann o el historiador polaco Jan Tomasz Gross, convertido casi en persona non grata en su país por denunciar la complicidad de los polacos en el Holocausto) como un espacio de convivencia entre judíos y cristianos, mostrando la prosperidad y el altruismo de aquellos, y su buena sintonía con la población "autóctona".
La muestra contextualiza el Holocausto remontándose a la Primera Guerra Mundial. La derrota alemana, la delirante teoría del Dolchstoß ("puñalada por la espalda" en alemán, una leyenda que hizo fortuna entre los nacionalistas según la cual la guerra se perdió por la traición interna de judíos e izquierdistas), la pavorosa inflación, el "virus judío" ("son nuestro opuesto metafísico", como decía el petulante ideólogo del nazismo Alfred Rosenberg).
Siguen todas las fases de la construcción del estado totalitario nazi. La propaganda, el Reich como "nación de camaradas", la justificación de la violencia, la deshumanización del enemigo, la Gleichschaltung ("unificación política") de la que hablaba Hannah Arendt para referirse a cómo los intelectuales alemanes habían asumido los postulados nazis. "Fue como si se formara un vacío a mi alrededor", confesaría la filósofa años después.
Y por último, la Solución Final, el comienzo del Holocausto, del asesinato industrial, de las ejecuciones en la retaguardia durante el avance hacia la URSS. Los hombres, las mujeres y los niños asesinados en Auschwitz sin esperarlo (era otra de las peculiaridades del campo, que hay que agradecer a la mente enferma de Rudolf Höß: las víctimas de verdad pensaban que iban a ducharse; en otros campos como Treblinka sabían que los esperaba la cámara de gas). Y maletas, zapatos, gafas o piezas oxidadas de las duchas y los crematorios como último y único testimonio de lo que pasó.
@albertogordom