J. Benito Fernández. Foto: Nuria Carballo
Cuenta J. Benito Fernández (Pontevedra, 1956) que hasta hace apenas cuatro años Rafael Sánchez Ferlosio no entraba "dentro de sus cuadrículas mentales". Había leído El Jarama y poco más. Así que no habría escrito nunca su biografía (El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio, Ardora), que llega ahora a las librerías, de no haber mediado Delibes. "Yo le había enviado mis biografías de Eduardo Haro Ibars y de Leopoldo María Panero. Le gustaron, pero me dijo que estaba perdiendo el tiempo con esos mamarrachos. Eso dijo: mamarrachos. Y añadió que el que en verdad tenía una biografía era Ferlosio. Al final le hice caso".Ferlosio nunca estuvo de acuerdo con Delibes, claro. "No tengo argumentos", le dijo a Fernández cuando este le llamó para comentarle el proyecto. Y así, se podría decir, hasta hoy. "No ha querido colaborar y yo lo respeto. Y también sé que no va a leer ni una sola línea de la biografía", comenta el biógrafo.
Pregunta.- ¿Cuáles son los pros y contras de hacer la biografía de un vivo?
Respuesta.- Los mismos que tuve cuando hice la biografía de Leopoldo María Panero. La principal ventaja es tener la posibilidad de sentarte con el personaje, lo cual no ha sido mi caso esta vez. Con Leopoldo me senté, pero era muy difícil sacar algo en claro. Con Ferlosio no lo he logrado. Sabía que iba a ser difícil, pero no tanto: esta ha sido la biografía que más me ha costado hacer. Y publicar. La desventaja evidente de hacer la biografía de personaje vivo es que no esté satisfecho y el personaje se enfade conmigo. Que no será el caso, porque yo a Ferlosio le trato con todo el cariño del mundo. Yo no pierdo cuatro años de mi vida en poner a parir a alguien.
P.- ¿Por qué cree que le ha costado publicarla?
R.- No lo sé. Pero ha sido el libro que más me ha costado publicar. Creo que es porque a Ferlosio se le tiene muy sacralizado. También puedo equivocarme yo y que el libro no merezca la pena. Pero he utilizado el mismo método que para mis otras biografías.
P.- ¿En qué ha cambiado su percepción de Ferlosio antes y después de la investigación?
R.- Yo lo desconocía hasta el punto de que no sabía que estaba ante un sabio. Estamos ante un sabio vivo. Lo muestran sus libros, pero también el testimonio de su gente cercana. El Jarama me parece una novela magistral, milimétricamente estudiada y escrita. Creo que es el intelectual vivo más importante que tenemos en España.
P.- Un sabio que, además, como ha dicho Vicent sabe de cosas que no le interesan a nadie.
R.- Eso en realidad lo dijo Javier Pradera, su cuñado. Pero sí, es verdad, le interesan las cosas más increíbles. A mí me maravilla esa minuciosidad que tiene al describir algo. También he descubierto a un personaje intachable, de una talla moral impresionante. Radicalmente independiente en el terreno ideológico.
P.- ¿No son sus cambios de opinión a veces desconcertantes?
R.- Sí, pero yo veo esos bandazos como actos de humildad. Un ejemplo es cuando firmó el manifiesto a favor de la entrada de España en la OTAN. Luego se quedó hecho polvo. Estuvo dos o tres noches sin dormir pensando que Manuel Sacristán, el filósofo marxista que era su amigo, no le iba a perdonar jamás aquello.
P.- ¿Es por eso que en un país que acostumbra a clasificar ideológicamente a sus intelectuales, Ferlosio sea reivindicado a derecha e izquierda?
R.- Sí. Ferlosio no se casa con nadie. Cuando dio aquel famoso discurso de Gerona, le acusaron de franquista, recordaron a su padre. Claro, él llegó a decir aquello de que "España era una unidad de destino en lo universal", frase joseantoniana por antonomasia que él sigue reivindicando. Es de una valentía tremenda. Fíjese que lo dijo en Gerona, no en cualquier sitio.
P.- ¿Es la desconfianza hacia el poder, hacia cualquier abuso de poder, uno de los rasgos que lo definen?
R.- Yo diría que sí, que es uno de sus muchos rasgos. Se manifestó cuando fue a la bodeguilla de Moncloa y al día siguiente llamó a Felipe González "gatazo castrado y satisfecho". A Cebrián aquello le molestó mucho y se lo hizo saber un día a Ferlosio, en los pasillos de El País. Le dijo: "Al presidente no le ha gustado tu artículo".
P.- A la biografía de su padre le dedica bastante espacio en el libro.
R.- Es que Sánchez Mazas es un personaje fascinante. Su vida está recorrida por la suerte: Luca de Tena lo envía a Roma de corresponsal, allí conoce a Liliana, hija del banquero millonario del Vaticano, Romolo Ferlosio, luego estalla la Guerra Civil Española, se libra de la muerte y al fugarse de prisión, de la que le salva Indalecio Prieto, se pone a salvo en la embajada y más tarde se escapa de esa misma embajada. Se fuga, se libra de un fusilamiento. Acaba la guerra, Franco le nombra ministro, pero como era tan vago, indolente e inútil para cualquier asunto práctico, lo cesa y le quita su sueldo de ministro. Tan mal lo pasó que mandó a sus hijos y mujer a Roma a vivir del abuelo, pero cuando está al borde del colapso económico, cuando está él mismo a punto de embarcar para Italia, recibe una llamada de Coria en la que le dicen que ha muerto su tía Julia Sánchez Hernández y que él es heredero de una fortuna que le acaba convirtiendo en terrateniente y vive toda su vida de las rentas. ¿No es increíble?
P.- El otro día decía Gregorio Morán en una entrevista que Sánchez Mazas, al contrario de lo que parece sugerir Cercas en Soldados de Salamina, fue un fascista toda su vida. Nunca dudó. ¿Usted qué cree?
R.- Que Sánchez Mazas no era un político. Era un hombre cultísimo fascinado con la estética del fascismo. De hecho intercede ante Franco por amigos suyos de izquierda. No era capaz de matar a nadie. La política le aburría, por eso no iba a los consejos de ministros. A mí Soldados de Salamina me gustó, y no pongo en duda el relato de Cercas del fusilamiento fallido sino el de Sánchez Mazas ante su familia. Es demasiado novelesco. Pero él lo contó así siempre, se lo contó así a sus hijos siempre.
P.- ¿Qué importancia tiene en Ferlosio la figura de su padre?
R.- Muchísima. Él admira muchísimo a su padre, con el que tiene mucha complicidad intelectual. Yo creo que era su hijo predilecto.
P.- ¿E Italia? ¿Qué huella dejó en él?
R.- Es difícil saberlo. El problema que tuve es que para reconstruir su infancia no pude contar con su colaboración. Se lo dije, le llamé y le dije que me gustaría tomar un café para hablar sobre todo de su infancia. Pero me contestó: "¡y qué interés tiene eso!".