Ángel González

En el décimo aniversario de la muerte del poeta, diez autores, amigos y admiradores nos leen sus versos escogidos: José Manuel Caballero Bonald, Nacho Vegas, Luis García Montero, Raquel Lanseros, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes, Antonio Colinas, Chus Visor, Elvira Sastre y Pablo García Casado.

Luis García Montero

Es un poema de Nada grave (2008), el último libro de Ángel. En pocos versos hay mucho de su poética: el homenaje a otro poeta (Pessoa), la toma de conciencia del papel del lector en el hecho literario, la difícil sencillez en la que se aborda el juego de la ficción, la emoción y la verdad. Pero lo elijo por motivos personales. Recuerdos de una tarde en su casa, leyendo los poemas de un libro duro. Ángel me pidió que me encargase de publicarlo después de su muerte.







La verdad de la mentira



Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas

y una voz cariñosa le susurró al oído:

-¿Por qué lloras, si todo

en ese libro es de mentira?

Y él respondió:

-Lo sé;

pero lo que yo siento es de verdad.




Nacho Vegas

Escogí "Todo amor es efímero" porque en su brevedad condensa una idea inmensa, la del amor como un mecanismo que permite detener el tiempo y hacer que un breve instante se transforme en algo eterno.







Todo amor es efímero



Ninguna era tan bella como tú

durante aquel fugaz momento en que te amaba:

mi vida entera.




José Manuel Caballero Bonald

El poema elegido pertenece al libro Deixis en fantasma, que a es a mi juicio donde se inicia el tramo de la poesía de Ángel González de más eficiente madurez verbal y reflexiva.







La belleza



La belleza, que tantos días sorprendí

incluso en las axilas más violentas,

¡cuántas veces se oculta hoy a mis ojos

¿O son mis ojos los que no la advierten?

Y ella está ahí, aguardando,

opalescente y ávida,

en sus nidos de siempre

para morder con insidiosa furia

-alacrán venenoso-

mi mano distraída

que ha de reconocer

al fin, y tarde,

su presencia implacable y victoriosa.




Raquel Lanseros

Me gusta especialmente porque el poeta pone de relieve la percepción humana sobre el paso del tiempo, no sólo durante la propia vida, sino anteriormente, señalando con lucidez toda la anchura de existencia que ha sido necesaria para que cada uno de nosotros estemos aquí y ahora. Esa épica del hombre común, esa toma de conciencia de nuestra propia unicidad y del milagro que supone estar vivos convierten al poema en todo un alegato a favor de la intensidad y la verdad desnuda. El aparente fracaso de la vida cotidiana, desprovista de sentido visible, encubre en realidad un inmenso éxito, el más profundo: el de la permanencia y la victoria de la supervivencia.







Para que yo me llame Ángel González



Para que yo me llame Ángel González,

para que mi ser pese sobre el suelo,

fue necesario un ancho espacio

y un largo tiempo:

hombres de todo el mar y toda tierra,

fértiles vientres de mujer, y cuerpos

y más cuerpos, fundiéndose incesantes

en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron

con su cambiante luz, su vario cielo,

el viaje milenario de mi carne

trepando por los siglos y los huesos.

De su pasaje lento y doloroso

de su huida hasta el fin, sobreviviendo

naufragios, aferrándose

al último suspiro de los muertos,

yo no soy más que el resultado, el fruto,

lo que queda, podrido, entre los restos;

esto que veis aquí,

tan sólo esto:

un escombro tenaz, que se resiste

a su ruina, que lucha contra el viento,

que avanza por caminos que no llevan

a ningún sitio. El éxito

de todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento...




Benjamín Prado

Elijo "Quise", de Otoños y otras luces, el libro que publicó Ángel cuando ya éramos más que amigos, de la familia. El libro iba a titularse "De otoños y otras luces", pero le dije al maestro que ese "de" me sonaba arcaico, y para mi sorpresa, me hizo caso, esa es la anécdota que recuerdo de esos días, junto con su presentación, que se hizo conjuntamente con la de la última novela de Jorge Semprún y en la que los dos hablaron de lo mismo: de Jorge Semprún. Para mí, Ángel es el campeón del amor amargo, como lo es de la ironía, y este breve e inolvidable poema, lo demuestra con creces.







Quise



Quise mirar el mundo con tus ojos

ilusionados, nuevos,

verdes en su fondo

como la primavera.

Entré en tu cuerpo lleno de esperanza

para admirar tanto prodigio desde

el claro mirador de tus pupilas.

Y fuiste tú la que acabaste viendo

el fracaso del mundo con las mías.




Elvira Sastre

No me cabe duda. Escojo este. El motivo es sencillo: sus versos me acarician la herida como si fuera una mano astillada por el tiempo. Y eso es, al final, lo que busco en la poesía: daño y consuelo.







Sin título



Otro tiempo vendrá distinto a éste.

Y alguien dirá:

"Hablaste mal. Debiste haber contado

otras historias:

violines estirándose indolentes

en una noche densa de perfumes, bellas palabras calificativas

para expresar amor ilimitado,

amor al fin sobre las cosas

todas".



Pero hoy,

cuando es la luz del alba

como la espuma sucia

de un día anticipadamente inútil,

estoy aquí,

insomne, fatigado, velando

mis armas derrotadas,

y canto

todo lo que perdí: por lo que muero.




Felipe Benítez Reyes

Escojo este poema porque resuena en él el tono propio de los epigramistas latinos, que fue un tono muy querido por Ángel. También porque admite una interpretación bifurcada: puede leerse como una poética (al hilo alegórico del célebre "Vino, primero, pura", de J.R.J.) y también como un poema de amor... O, mejor aún, como las dos cosas al mismo tiempo.







Antonio Colinas

A veces una Poética no es una "teoría", sino simplemente el reflejo de una realidad poética. En este caso, el pelo de una muchacha, su trenza, el despeinarla al viento, es el símbolo que refleja para el poeta toda la realidad, su visión última de la palabra. Luego, el poema lo cierra esa "carcajada", ese término extremadamente realista, que nos prueba que de este poema no es el autor un lírico fácil, al uso, sino Ángel González, para el cual la realidad-realidad cuenta siempre mucho en sus poemas. Esa sencillez seca en la que una sola palabra trastorna el poema de mensaje aparente, engañoso.







A la poesía



Ya se dijeron las cosas más oscuras.

También las más brillantes.

Ya se enlazaron las palabras como

cabellos, seda y oro en una misma trenza

-adorno de tu espalda transparente-.

Ahora,

tan bella como estás,

recién peinada,

quiero tomar de ti lo que más amo.

Quiero tomarte

-aunque soy viejo y pobre-

no el oro ni la seda:

tan sólo el simple, el fresco, el puro

(apasionadamente), el perfumado, el leve (airadamente), el suave pelo. Y sacarte a las calles,

despeinada,

ondulando en el viento

-libre, suelto, a su aire-

tu cabello sombrío

como una larga y negra carcajada.




Pablo García Casado

Este poema, incluido en Tratado de Urbanismo, fue sin duda uno de los alimentos para atreverme a escribir mi primer libro, Las Afueras. No sólo por nombrar el sexo al aire libre, sino también por ese lenguaje exacto y emotivo, donde la única concesión a la retórica es para insistir en la crueldad de una sociedad reprimida y represora que empuja al nihilismo.







Inventario de lugares propicios al amor



Son pocos.

La primavera está muy prestigiada, pero

es mejor el verano.

Y también esas grietas que el otoño

forma al interceder con los domingos

en algunas ciudades

ya de por sí amarillas como plátanos.

El invierno elimina muchos sitios:

quicios de puertas orientadas al norte,

orillas de los ríos,

bancos públicos.

Los contrafuertes exteriores

de las viejas iglesias

dejan a veces huecos

utilizables aunque caiga nieve.

Pero desengañémonos: las bajas

temperaturas y los vientos húmedos

lo dificultan todo.

Las ordenanzas, además, proscriben

la caricia (con exenciones

para determinadas zonas epidérmicas

-sin interés alguno-

en niños, perros y otros animales)

y el "no tocar, peligro de ignominia"

puede leerse en miles de miradas.

¿A dónde huir, entonces?

Por todas partes ojos bizcos,

córneas torturadas,

implacables pupilas,

retinas reticentes,

vigilan, desconfían, amenazan.

Queda quizá el recurso de andar solo,

de vaciar el alma de ternura

y llenarla de hastío e indiferencia,

en este tiempo hostil, propicio al odio.




Chus Visor

He elegido el poema "Ayer" del libro Sin esperanza con convencimiento del año 1961, porque es uno de los más significativos del poeta, aunque no sea de los más conocidos. Usando la ironía como herramienta principal del texto pretende disculpar la nostalgia del tiempo pasado y sus tristezas cotidianas, justificar que cualquier tiempo pasado fue aún mejor que el oscuro porvenir que se avecina, que tampoco ha merecido tanto la pena vivir y que lo único que se adivina como porvenir es la nostalgia. Un fiel retrato de la sociedad que le tocó vivir allá en los años 60 del pasado siglo, tan angustiosos como monótonos y con un porvenir incierto.







Ayer



Ayer fue miércoles toda la mañana.

Por la tarde cambió:

se puso casi lunes,

la tristeza invadió los corazones

y hubo un claro

movimiento de pánico hacia los

tranvías

que llevan los bañistas hasta el río.



A eso de las siete cruzó el cielo

una lenta avioneta, y ni los niños

la miraron.

Se desató

el frío,

alguien salió a la calle con sombrero,

ayer, y todo el día

fue igual,

ya veis

qué divertido,

ayer y siempre ayer y así hasta ahora,

continuamente andando por las calles

gente desconocida,

o bien dentro de casa merendando

pan y café con leche, ¡qué

alegría!



La noche vino pronto y se encendieron

amarillos cálidos faroles,

y nadie pudo

impedir que al final amaneciese

el día de hoy,

tan parecido

pero

¡tan diferente en luces y aroma!



Por eso mismo,

porque es como os digo

dejadme que os hable

de ayer, una vez más

de ayer: el día

incomparable que ya nadie nunca

volverá a ver jamás sobre la tierra.