Patricio Pron

Banda sonora del libro creada por Patricio Pron

Tras indagar en la relación del arte con la política y la violencia en la novela No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, Patricio Pron publica un nuevo volumen de relatos, género en el que en repetidas ocasiones (como en El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan y La vida interior de las plantas de interior) se ha mostrado como una de las voces actuales más originales y experimentales. En Lo que está y no se usa nos fulminará (Literatura Random House), el escritor argentino afincado en Madrid presenta una serie de personajes que transitan entre lo cotidiano y lo extraordinario, lo banal y lo trascendente, y hace experimentos con la estructura formal -por ejemplo, uno de los relatos se articula con las respuestas del pasajero de un avión al formulario de inmigración de Estados Unidos, ese en el que a uno le preguntan abiertamente si es un delincuente, un loco o un terrorista-, y con la voz narrativa -en el primer cuento del libro el narrador rectifica continuamente, construyendo distintas versiones de los acontecimientos-.



Con el tono sobrio, preciso e irónico y la multitud de referencias literarias que lo caracterizan, Pron presenta una galería de personajes en la que figuran dos escritores que se ponen de acuerdo para escribir cada uno la autobiografía del otro, inventando (o revelando) crímenes y parafilias sexuales de los retratados; a un reverenciado, despreocupado e irresponsable "gran poeta chileno" que se emborracha hasta perder el conocimiento en una habitación de hotel de Alemania; a un profesor residente en Estados Unidos que regresa a su Brasil natal para recrear lo más fielmente posible una fiesta celebrada cincuenta años atrás y en la que su vida podía haber tomado un rumbo diferente; o a un escritor aprensivo, "quejica y debilucho" llamado Patricio Pron que contrata a actores para que hagan de él mismo durante las insoportables giras de promoción de sus libros.



"Una visión consuetudinaria de los géneros literarios determina que los cuentos son un género menor, pero yo a menudo tengo la impresión de que, posiblemente debido a este prejuicio, en los libros de relatos tiendo no solamente a correr más riesgos que en las novelas, sino a menudo decir cosas más íntimas", explica el escritor a El Cultural. "Creo que mucho de lo que me ha sucedido en los últimos dos años, que es el periodo en el que he escrito el libro está, a menudo de manera explícita, volcado en el libro. Y eso me intriga particularmente".



Estos relatos son una invitación a considerar que nuestra percepción de la literatura puede ser más amplia de lo que es"

Pregunta.- ¿Ha sido un periodo especialmente convulso para usted?

Respuesta.- Aparentemente sí, a pesar de lo cual algunos de los primeros lectores me comentan que es un libro feliz. Generalmente escribo relatos sin un afán programático y creyendo que cada uno de ellos es muy distinto a los anteriores. Finalmente, cuando creo que ya tengo los suficientes como para conformar un libro y me siento a reunirlos, me encuentro con que en ese periodo he estado pensando acerca de unos temas que yo no recordaba haber pensado. En este caso específico tenía estos relatos que creía que tenía que usar en un momento u otro -de ahí el título del libro-, y descubrí que algunos de ellos señalaban una tendencia a pensar en cuestiones como las segundas oportunidades: yo no pedí una segunda oportunidad y no creo haberla tenido y, sin embargo, varios de los personajes del libro aspiran a una segunda oportunidad o la conquistan. Asimismo me sorprendió la enorme actualidad de estos cuentos. No creía haber estado pensando durante todo este tiempo acerca de qué es la contemporaneidad y por qué se caracteriza y de qué manera, incluso, condiciona nuestras decisiones sexuales o amorosas y las facilita o impide mediante plataformas como Tinder o Grindr. Otros libros míos han estado más volcados hacia el pasado y la forma en la que lidiamos con él, pero creo que este libro trata del presente, un presente que quizá sea convulso, pero del que también se pueden extraer algunas reflexiones que contribuyan a esa especie de felicidad que ya han detectado algunos lectores.



P.- La primera historia comienza con una cita de Ricardo Piglia sobre la aversión que Valéry sentía por la novela debido al vértigo que le producían las infinitas posibilidades narrativas de una historia, y lo pone en práctica con ese narrador que continuamente vuelve a atrás para inventar sucesos alternativos con los que continuar el relato. ¿Estas infinitas posibilidades de una narración es algo que le interesa especialmente?

R.- Sí, es algo que me preocupa. La mayoría de mis cuentos parten de una cierta intuición que tengo sobre una situación narrativa de la que sin embargo no sé mucho, y una de mis motivaciones principales para escribirlos consiste en averiguar qué sucede en esa situación. La literatura tiene como principal el aliciente de explorar vidas que no hemos vivido, como en el caso del cuento sobre el profesor que regresa a Brasil. Y en el caso del que comienza con la cita de Piglia, me parecía interesante confrontar al lector con la posibilidad de acceder a la mente de un escritor mientras este está escribiendo. El relato no tiene correcciones, sino que se ponen explícitamente en cursiva. Me pareció que podía ser un buen cuento inicial porque tiene algo de programático con respecto del libro, en el cual se exploran formas poco convencionales. Hay historias que adoptan la forma de formularios, listas, listas desordenadas; en una de ellos irónicamente se inscriben los rótulos de introducción, nudo y desenlace pero el texto carece de las tres cosas. Se trata del tipo de cuentos que en los cursos de escritura creativa te dicen deliberadamente que no debes escribir. Y precisamente por eso valía la pena escribirlos, como una invitación al lector a considerar el hecho de que nuestra percepción de la literatura puede ser más amplia de lo que es.



P.- Esa invitación que menciona, junto con el uso de formas experimentales, referencias o el uso de diálogos en inglés o portugués, evidencian una confianza plena en la inteligencia del lector.

R.- Muchos colegas míos conciben la literatura como una instancia de comunicación completamente vertical en la que ellos, en una especie de homilía laica, suben a un púlpito imaginario para arrojar migajas de verdad a un público informe y completamente hambriento de ellas. Yo, por mi parte, imagino la literatura como una instancia horizontal en la cual se propician diálogos que requieren de ambas partes de un alto grado de compromiso y una cierta sumisión, no del lector al autor, sino del lector y del autor al texto.



La escena literaria, que vista desde fuera parece tan glamurosa y trascendente, es en realidad mucho más banal"


P.- En "Este es el futuro que tanto temías en el pasado" juega irónicamente con la autoficción. ¿Qué lugar ocupa este género tan de moda en su imaginario como lector y autor?

R.- Yo mismo, que escribí una autoficción como El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, estoy harto de la autoficción y tiendo a huir como de la peste de todo libro que se presente como tal. Más que producir una autoficción, lo que me interesaba en esa historia era pensar en las posibilidades narrativas del hecho de que lo que creemos saber acerca de un autor no es más que una suma de prejuicios, y que los escritores sencillamente somos personas que interpretamos el papel de escritores, pero que posiblemente hay otras personas ahí fuera que puedan interpretar mejor ese papel. En mi caso, es muy probable que haya personas que puedan hacer mejor de Patricio Pron que yo mismo, que, como ves, lo hago con cierta dificultad y sin creerme del todo el papel. Ese cuento también es un recordatorio de que, aunque resulte decepcionante para quienes ingresamos en la literatura con una visión épica de ella, el negocio editorial carece de toda épica. No obstante, aunque sea así, creo que existe la posibilidad de subvertir esa decepción escribiendo precisamente acerca de ella, burlándose ligeramente de esta escena que vista desde fuera parece tan glamurosa y trascendente y que es en realidad mucho más banal, pero el hecho es que afortunadamente los escritores no estamos todo el día soltando frases grandilocuentes y subidos a un pedestal imaginario, aunque algunos, por supuesto, no bajan de él nunca.



P.- Uno de los personajes hace referencia a la rivalidad entre Argentina y Chile y al hecho de que el primero de ambos países destaca en narrativa y el segundo en poesía. ¿Cuál es su opinión personal al respecto?

R.- Aunque no la comparto, existe esa visión consuetudinaria que considera que, en una hipotética distribución mundial del trabajo nos ha tocado a los argentinos narrar y a los chilenos escribir poesía. Pero, precisamente porque tienen una tradición carente de grandes narradores -excepto José Donoso y un par de ejemplos más, bastante menores-, la literatura chilena contemporánea, teniendo también muy buenos poetas, tiene excelentes narradores. Participar de una tradición nacional de narrativa que carece de una figura tutelar de la importancia de Borges o Roberto Arlt otorga a los escritores chilenos una rara libertad. Y en ese sentido yo mismo soy un gran fan de la literatura chilena. Es algo que un argentino vocacional no admitiría públicamente, pero a mí me gusta hacerlo.



P.- Sugiere una banda sonora que complementa la lectura del libro. ¿Qué relación tiene esta lista de canciones con los relatos?

R.- Muchos de estos cuentos tienen que ver con canciones que estaba escuchando en el periodo en el que los estaba escribiendo. El caso más explícito es el de "He's not selling any alibis" [verso de "Like a Rolling Stone", de Bob Dylan]. Yo no escribo con música, a diferencia de otros escritores yo no puedo hacerlo; para mí la escucha de música es tan absorbente como la lectura, pero escucho mucha música y muy distinta y a menudo sus estructuras me sugieren posibilidades narrativas que no había pensado de antemano. De hecho algunos relatos tienen elementos que podríamos asociar con los propios de las estructuras musicales más conocidas: estribillos, inconclusiones, codas… Me gusta la idea de que los libros tengan una banda sonora y de hecho me gustaría mucho saber qué escuchaban mis escritores favoritos mientras escribían, así que pensé que sería un regalo bonito para los lectores.



@FDQuijano