Scott Kelly visita la exposición Marte. La conquista de un sueño, en la Fundación Telefónica de Madrid. Foto: Fundación Telefónica

La fuerte radiación a la que se expone un astronauta sin la protección natural de la atmósfera terrestre le provocaron a Scott Kelly problemas de visión y un cáncer de próstata (los astronautas tienen 30 veces más de probabilidades de padecer cáncer que el resto de la gente) que logró superar. Por estos problemas de salud, era complicado que le seleccionaran para una extraordinaria nueva misión: pasar un año entero en la Estación Espacial Internacional para estudiar los efectos físiológicos y psicológicos de un futuro viaje a Marte. Pero el astronauta de la NASA tenía un as en la manga que inclinó la balanza a su favor: un hermano gemelo (el también astronauta Mark Kelly, ya retirado), con quien podrían cotejarse a su vuelta los cambios experimentados en su cuerpo. Kelly ascendió a la EEI el 27 de marzo de 2015 y volvió 340 días después con 5 centímetros más de altura (por la ausencia de gravedad) y unos telómeros (las puntas protectoras de los cromosomas) más largos, es decir, rejuvenecidos, pero sin signos evidentes de ningún cambio psicológico.



Medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la aventura de Kelly (Orange, Nueva Jersey, 1964) en 2016, pero ahora la editorial Debate brinda a los lectores en español la posibilidad de adentrarse de manera más profunda en el viaje físico y emocional del astronauta, con la publicación de Resistencia. Un año en el espacio, unas memorias que no solo dan cuenta de este extraordinario viaje, sino la niñez y adolescencia de un mal estudiante que era incapaz de concentrarse para hacer los deberes del colegio.



Todo cambió cuando, con 18 años, Kelly se topó con el libro The Right Stuff, de Tom Wolfe (traducido aquí como Lo que hay que tener y, a raíz de la versión cinematográfica, Elegidos para la gloria). En sus páginas, el padre del nuevo periodismo contaba la historia de los intrépidos pilotos de pruebas estadounidenses que, convertidos en astronautas, protagonizaron la carrera espacial. "Aquel libro se convirtió en la mayor fuente de inspiración que he tenido en mi vida", explica Kelly, de visita en Madrid para promocionar el libro. Este lunes a las 19:00 horas, en la Fundación Telefónica (donde puede verse hasta el 4 de marzo la exposición Marte. La conquista de un sueño), dará una charla que será retransmitida en directo y el martes comparecerá de nuevo, con la colaboración de la Obra Social "la Caixa", en el Planetario, que reabrió sus puertas el pasado mes de octubre tras una larga reforma.







El título del libro, en inglés Endurance, es un homenaje a otro gran explorador, Ernest Shackleton, y su odisea antártica a bordo del rompehielos Endurance entre 1914 y 1917. El libro en el que Alfred Lansing relata su peripecia levantó la moral a Kelly en los momentos más difíciles de su estancia, durante los que recorrió más de 200.000 kilómetros y dio más de 5.000 órbitas alrededor de la Tierra.



Por las escotillas de la estación espacial se ve "un planeta increíblemente hermoso" que contrasta, dice Kelly, "con las malas noticias" que emite continuamente. "Los astronautas tenemos una perspectiva diferente que el resto de la gente, porque somos muy conscientes de formar parte de un todo y de que debemos colaborar para resolver los problemas comunes". Entre ellos, destaca el cambio climático. "Ver la degradación ambiental causada por los humanos es desolador".



Mientras estaba en el espacio, lo que más echaba de menos el astronauta era, además de a su familia, poder ducharse o sumergirse en agua, ya que los habitantes de la estación espacial se lavan en seco con unas esponjas especiales; así como la naturaleza, poder caminar al aire libre y sentir el contacto del sol, el viento y la lluvia; y algo tan simple como sentarse: "En la ingravidez de la estación espacial nunca estás sentado. Todo, hasta dormir, lo haces flotando, así que no puedes relajarte porque no hay gravedad, y relajarse implica dejarse atraer por ella", recuerda.



Marte, la Luna y el turismo espacial

Como decíamos, el objetivo de la misión de Kelly era observar los efectos que tendrían en el cuerpo humano un viaje a Marte, aunque este viaje, según la tecnología de la que disponemos hoy, no duraría un año, sino dos y medio. Para el astronauta, tecnológicamente sería viable, aunque habría que reforzar la protección de los tripulantes frente a la radiación, cosa que no ve muy complicada. "Que tardemos más o menos en llegar a Marte depende de la voluntad política y la financiación", asegura. Él calcula que la primera misión tripulada a Marte tendrá lugar en 20 o 30 años. Si la misión se llevara a cabo ahora y le ofrecieran ir, Kelly diría que sí, "siempre que sea un viaje de ida y vuelta. Las peores decisiones son las irreversibles, siempre tiene que haber una vía de escape".



Los hermanos Mark y Scott Kelly. Foto cedida por la editorial Debate

Lo que ve mucho más cercano es el turismo espacial, de hecho pronostica que sea una realidad "en 15 o 20 meses". Las compañías pioneras en esta materia son Blue Origin, Virgin y SpaceX. Como ocurre con todas las tecnologías, Kelly prevé que los viajes al espacio se irán abaratando con el tiempo e imagina dentro de un siglo una aerolínea galáctica que conecte Madrid con Nueva York en 20 minutos.



Con respecto a los planes de Trump de volver a la Luna, Kelly opina que es innecesario y que se trata de una mera "maniobra propagandística" del presidente de Estados Unidos, ya que no ha acompañado esta decisión de una dotación económica ni plan alguno. De hecho, se muestra crítico con los recortes que Trump ha aplicado a la NASA.



Por otra parte, a quienes piensan que sería más útil dedicar todos esos recursos económicos de la carrera espacial a paliar otros problemas de la humanidad, como la pobreza, Kelly recuerda que grandes avances tecnológicos que hoy facilitan la vida a millones de personas, como el GPS, se inventaron con propósitos militares o aeroespaciales. "Lo que nos ha hecho avanzar a lo largo de la historia ha sido la curiosidad. Si no fuéramos exploradores, seguiríamos viviendo en la selva", opina. "Además, ¿cuántos niños en todo el mundo atienden a sus profesores de ciencias y matemáticas solo porque de mayores quieren trabajar en la NASA? Solo por eso ya merece la pena gastar los 5.000 millones de dólares que se invierten cada año en ella".



@FDQuijano