Patricio Pron. Foto: Giorgia Fanelli
Uno de los relatos que contiene Lo que está y no se usa nos fulminará, el nuevo libro de Patricio Pron (Rosario, 1975), se titula "La repetición". No está solo: la idea de desandar un camino, o simplemente de volver a cierto estadio de la propia vida o de la propia identidad por algún mecanismo misterioso o rutinario, recorre buena parte de estas doce narraciones irónicas y yo diría que bastante gamberras. Y aunque no creo que esta sea la intención prioritaria del autor, que con su estilo más bien ofrece una conceptualización fuerte que una pulsión existencial, este lector no puede evitar recordar a Kierkegaard siempre que aparece tratada en un texto la cuestión de la repetición.Dado que lector y autor son instancias que no dejan de tambalearse a menudo en el libro, me permitiré, pues, empezar por aquí: el deseo de repetición como impulsor de una idea seria y trágica de la vida, existencial, y por ello mismo no exenta de humorismo. La necesidad imperiosa de la repetición como palanca de la fe o de la creatividad, y la condena de su imposibilidad, que arroja al hombre en brazos de la mera "recreación" y, tarde o temprano, al olvido… Algo de todo esto asoma en este libro, que a menudo es emocionante (y sorprende que esto no se diga más, cerrándose como se cierra con una apelación a "las personas que nos han amado").
Ocurre, claro, que el libro es endiabladamente inteligente a la hora de activar sus numerosas detonaciones. La aportación de estos relatos de Pron a la cuestión de la identidad es corrosiva sin cinismo: se cuelan grabaciones de un cantante desconocido en un recopilatorio de Dylan sin que nadie lo perciba (quizás porque Dylan contiene multitudes); un hombre se empeña casi performativamente en recrear un instante muy concreto de su pasado, buscando algo que él mismo apenas puede intuir de modo inconexo; el fracaso amoroso conduce al abismo de un perfil en Tinder; y, en uno de los textos más festivos del conjunto, un tal Patricio Pron delega en una sucesión de actores la tarea de representar al autor Patricio Pron en presentaciones, giras y clubes de lectura; el resultado es previsiblemente estimulante. Por el camino, un detalle significativo: si en las primeras páginas de este último relato hay una burla sobre los críticos que hablan de "juegos de espejos" y otras cuquerías en sus reseñas, esa misma expresión, "juego de espejos", acaba incorporada al discurso del narrador justo antes de desvanecerse. En este libro, como se ve, cuesta hallar certezas.
Por eso la abundancia de recursos estructurales insólitos es cualquier cosa menos un mohín ingenioso: tiene todo el sentido que el primer cuento, "Salon des refusés", sea una exhibición de prosa pensándose y corrigiéndose a sí misma de continuo; o que el cuestionario de autorización de entrada a los Estados Unidos, que es un requerimiento dramático a un individuo por parte de ese narrador llamado Estado, provoque la larga confesión de un personaje condicionado por tres instituciones inapelables, la República Democrática Alemana, el Padre y la Muerte; o que un relato sobre lo terrible pueda plantearse como un solo párrafo hecho de yuxtaposiciones naíf; etc. Se trata en definitiva de pisar un parqué incierto (pero no arbitrario). También se trata de reírse mucho de modas, autoficciones y manierismos, desde luego; pero todo eso acaba convertido en material de trabajo concienzudo para Pron. Y luego, de pronto, una gravedad dolorosa: ¿por qué esa presencia llamativa de la paternidad hipotética? También quisiera llamar la atención sobre ese relato terrible, la historia de Argentina y sus vacíos, "Un divorcio de 1974", que seguramente habrá exigido enorme rigor a Pron, que acaba con otra variante de la idea de repetición ("años después, un hijo de ambos cuenta esta historia"), y que invita a recuperar Diario de una princesa montonera de Mariana Eva Pérez (Marbot Ed.) y el prólogo que le dedicó el mismo Pron para entender parte de su sustrato y de su lenguaje.
Lo que está y no se usa nos fulminará es un libro de relatos magnífico. Es hermoso y no miente.
@Nadal_Suau