José Ovejero

Páginas de Espuma. Madrid, 2018. 186 páginas, 17 €

Un cuento de Mundo extraño, "Los escritores que más me gustan", expone el fiasco de un autor a quien le gustaría emular a los colegas que presentan en cada renglón algo hermoso, que colma el espíritu, y que estimulan a escribir para añadirle al menos una diminuta parcela de belleza al mundo oscuro y sucio. Pero no puede. Lo que de verdad sabe hacer es "escribir la fealdad, describirla con pelos y señales, darle carta de ciudadanía en el mundo y decir, mirad, ahí está, eso somos, no os hagáis ilusiones". Eso sí se le da bien, "y las frases bellas tengo que dejárselas a otros", remata.



No tiene por qué ser ese anónimo autor un alter ego de José Ovejero (Madrid, 1958), pero tampoco debemos descartar un fondo de autoficción. En otro cuento, "Me duele más a mí", un personaje agonizante, también escritor, repasa su vida y se retrotrae al momento en que escribió Añoranza del héroe, que es la emblemática primera novela de Ovejero. Así que una patente cercanía entre el propio autor y su nuevo libro de cuentos planea sobre Mundo extraño. Tal indicio nos lleva a considerar sus 19 piezas como un trayecto que se abre con una visión del mundo más o menos amable, simpática, nada cruda, aunque tampoco complaciente, y camina adelante, con un intencionado paréntesis en el medio para la mencionada pieza sobre "Los escritores...", hacia una visión penosa de la vida. Ovejero deja a otros el idealismo y la belleza.



La primera pieza del libro, "Mamá eligió...", disuelve el drama, el suicidio de una mujer por inhalación del gas del horno el día de Nochebuena, en ironía, desenfado y vodevil. La siguiente, "Escaparates", notable por su originalidad y riqueza anecdótica, mantiene un tono humorístico en el biopic de una pasión, la de un escaparatista que anhela el triunfo profesional. Algo se ensombrece la mirada del mundo a continuación, en el ramillete de peregrinas historietas urdido en "Mens sana" alrededor de un personaje que de niño quería estar tuerto, como los piratas o Moshé Dayan. En esta pieza recrea la imposibilidad de la ternura. Se trata de cuentos comunicativos y directos que participan del broche de una leve sorpresa propio del género. Cinco minirrelatos interrumpen ese tono con la presentación de contenidos algo raros e inescrutables, como si fuese un paréntesis dedicado a la extrañeza antes de abordar el mundo desde otra perspectiva. Esta llega con un enigmático e inquietante episodio protagonizado por un vendedor de seguros y una anciana.



A partir de aquí, se va imponiendo la fea cara del mundo. En una especie de reportaje filmado de las relaciones de dominio entre una pareja. En el hilván de historias ácidas de un médico. En el fraude que un cantante perpetra a una fan crédula en Cuba. En el manojo de pasiones insanas que rodean a alguien sometido a un cruel encerramiento. En la demoledora mirada de un niño sobre sus padres y las relaciones familiares convencionales. En la recreación de la violencia y falsedad de una mujer que atiende a su marido canceroso. O en una emocionante e intensa anécdota de relaciones humanas, la de "Fucking Vicent", el mejor cuento, a mi parecer, del libro. Refiere la historia de una adolescente y su pandilla de amigos a quienes se les adosa un misterioso mendigo. Ovejero consigue una magistral expresión del sentimiento de soledad y tristeza. El volumen se cierra con un texto también excelente y duro: las raíces del desmoronamiento de un hombre a punto de perder la vivienda.



Entre tanta desazón, arroja un rayo de luz la intensa ternura que palpita en la emotiva historia de una pareja adolescente que se adentra en un cementerio. Pero no nos engaña. Es un trampantojo. El magnífico repertorio de originales historias de Mundo extraño corrobora que la crueldad preside las relaciones humanas, sobre todo las relaciones familiares, auténtico leitmotiv del libro.